30 septiembre 2010

Taller de escritura de Antonio Jiménez Morato


Este año el taller se celebrará en un nuevo escenario: Tipos Infames.
Mucho más que una librería, mucho más que un bar. Un punto de encuentro para las nuevas formas de la cultura. Está situada en la calle San Joaquín, 3. Metro: Tribunal

Las clases comienzan el próximo día 14 de octubre en dos horarios:
todos los jueves en turno de mañana (de 11 a 13 horas) o tarde (de 18:30 a 20:30).
El precio del taller es de 70 euros al mes.

Para cualquier duda y contacto: tucuento@gmail.com
También en la librería encontraréis información al respecto.

No todos los que van a un gimnasio pretenden ser plusmarquistas olímpicos, aunque muchos deportistas de alto nivel sí acudan puntualmente al gimnasio para mantener su cuerpo en forma. La comparación se puede transportar sin problema a los talleres de escritura: no hace falta querer ser un escritor de éxito o prestigio -por desgracia muchas veces no van acompañados- para inscribirse en un taller de escritura, pero si alguien tiene el deseo o al vocación de convertirse en uno la asistencia a un taller puede ser una opción más que interesante, ya que permite aprender y practicar muchos recursos dirigidos a ser un buen escritor.
Inscribirse y participar en un taller, en todo caso, no habilita a nadie para ser escritor, por mucho que en algunos lugares se obstinen en hacerle creer eso a los clientes -en dichos lugares pesa más la condición de cliente que la de alumno- que se acercan para recabar información al respecto; no se comercia con los deseos de las personas. Un taller tampoco debería ser un lugar donde a uno le den una palmada en la espalda con la exclusiva intención de que siga pagando su cuota mensual, como sucede, también, en muchos centros dedicados a la escritura creativa. Y, por último, un taller no debe estar pensado como una mera distracción vespertina que puede dirigir cualquier persona que haya cursado estudios de humanidades y cubrir así el expediente como alguien más cercano a un animador que a un verdadero profesor, cosa que ocurre en muchos centros culturales de distrito en los que dentro de su oferta de cursos se incluyen los talleres de escritura.
Un taller es un punto de encuentro, pero también una plataforma de investigación. Personal y social. En un taller no se aprenden tan sólo recursos y trucos destinados a hacer más eficaz un texto, que también, sino a encontrar en la escritura una herramienta para conocernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Escribiendo se ordena el pensamiento, se clarifican ideas y sentimientos y el proceso de construcción de un texto puede servirnos, también, para construir nuestro universo. Por eso un taller de escritura no es tan sólo un lugar donde "aprender a escribir bien", sino, sobre todo, un lugar donde poder comprender los mecanismos de la sociedad y de nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin misticismos, sin sucedáneos de autoayuda, tan sólo porque al construir historias vamos ayudándonos a desentrañar el tejido de relatos que conforma la existencia.
Por eso un taller de escritura es beneficioso para todo aquel que quiera conectar con su imaginación y trabajar con palabras o con imágenes transmitidas mediante palabras. Es un camino muy arduo para enfrentarlo a solas.

07 septiembre 2010

Un cine lírico

En raras ocasiones alguien se anima a hacer una biografía sobre un escritor donde se vaya más allá de las anécdotas o historias de alcoba que haya protagonizado. Todos sabemos el miedo que tienen los productores a trasladar los universos de los escritores a imágenes. Es lógico, son lenguajes distintos, y al mismo tiempo, la idea de que es mejor esa imagen romántica del artista como alguien excéntrico y extraño que atrae antes por su marginalidad que por la alegría que nos ha regalado con su obra. Me entero por el blog de Martín López-Vega que alguien se ha atrevido a hacer algo distinto. En este caso parece que alguien se atreve a trasladar el universo lírico de Brodsky a imágenes. Es un mérito nada desdeñable.

06 septiembre 2010

Otra importante pérdida

Acabo de conocer la noticia del fallecimiento de José Luis Brea. No puedo decir que fuéramos amigos, ni siquiera que le conociera demasiado. Apenas por sus textos, por la estupenda labor como recopilador y divulgador que había iniciado en SalonKritik, un lugar destinado a servir como escenario para la reflexión y discusión estética, y por un breve pero muy entusiasta encuentro tras la presentación del libro Baroni, un viaje, de Sergio Chejfec. Él había acudido allí y planteó una serie de dudas en el debate que cerró la presentación. Cuando se había iniciado el clásico cóctel que sigue a toda presentación se acercó a mí y, tras identificarse, estuvimos un buen rato hablando de libros, de blogs -él frecuentaba este espacio y a veces pescaba textos de él para "su Salón"- y de amistades comunes. Quedamos en concertar una cita para tomar un café y charlar de modo más detenido sobre ciertos temas. Todo esto fue a finales de la primavera. Ahora, cuando tocaba volver a la temporada de eventos y posiblemente coincidiéramos en algún otro lugar y ese café podría servirnos como excusa para el intercambio de ideas, me entero de su muerte. La vida, a veces, guarda sorpresas desagradables.
Vaya un fuerte abrazo para José Luis Brea, un hombre que defendía el pensamiento y el sosiego en unos tiempos acelerados y superficiales.