19 marzo 2008

Lo que no entienden

Hemos sabido estos días el nombre del piloto alemán que, supuestamente, derribó el avión que pilotaba Antoine de Saint-Exupéry. Horst Rippert ha dicho a los que le han entrevistado -los autores del libro Saint-Exupéry, l'ultime secret y, tras al avance del mismo en Le Figaro, a todos los periodistas que han querido preguntarle- que desde entonces lo ha lamentado. Porque siempre ha fue un admirador de la obra del francés. Ha dicho que, de haber sabido que el piloto era él, no habría abatido el avión. Y ahí es donde uno no puede evitar indignarse. ¿Merecía más vivir el autor de El Principito sólo por serlo? ¿No lamentaría el hecho de haber matado al resto de los pilotos que seguramente se ha llevado por delante, como seguramente hizo, porque no creo que, como piloto de la Lutwaffe, se limitase a esta acción? El problema de Rippert es que no se ha dado cuenta que el acto deleznable es matar a alguien. Y que no importa que fuera Saint-Exupéry o cualquier otro es lo que no han aprendido los que trabajan en los medios de comunicación.