25 octubre 2010

Cada despedida, de Mariana Dimópulos. Presentación en Madrid


La editorial Adriana Hidalgo y la librería Juan Rulfo
se complacen en invitarle a la presentación del libro
Cada despedida,
de
Mariana Dimópulos.
Además de la autora,
contará con la presencia del escritor y traductor Mariano García
y del crítico Antonio Jiménez Morato.

El acto tendrá lugar en la
Librería Juan Rulfo (Fernando el Católico, 86),
el próximo jueves 28 de octubre a las 19 horas.

Ella se siente viejísima con sólo veintitrés años, se va porque no puede o no quiere quedarse, peregrina de Madrid a Málaga, de Heilbronn a Heidelberg, siempre con el “síndrome de la valija”, se establece en un sitio como Berlín que es la perfecta metáfora de la “idea del otro lado”, sobrevive por momentos alimentada “como los pájaros, con el alpiste de la compasión” y vuelve diez años más tarde a la Argentina para enamorarse de un hombre y cavilar: “Me había ido para irme, simplemente”. Pero ya nada es lo mismo, desde luego. El padre ha muerto. Los recuerdos le pesan como un sombrero de piedra que no se puede sacar. Entre medio, hubo de todo: una loca que propina una cachetada, sabotajes en Ikea, mil y un oficios, Alexander, Julia y Kolya. Y ahora, cuando echa o parece echar raíces en la granja Del Monje, en el sur del mundo, entre frutillas y arvejas, entre Marco y Madame Cupin, una muerte, la policía, las sospechas…

"Cada despedida es uno de esos libros en que lo breve se hace intenso. Una novela donde la prosa cuidada, de amplio y justo vocabulario, convive con una forma que esquiva la linealidad y siembra cierta indistinción entre memoria voluntaria e involuntaria. Una remembranza-puzzle cuya protagonista comienza afirmando que odia la interioridad (“la interioridad y esas otras baratijas de las dudas y los sentimientos”), pero también nos advierte su tendencia a la mentira. Que la narradora haya estudiado química tiene bastante sentido: estas páginas son una sólida aleación de escalas, reflexiones y adioses."
Eduardo Berti

Mariana Dimópulos nació en Buenos Aires en 1973. Es licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires y traductora del alemán y el inglés. Vivió en Alemania entre 1999 y 2005. Publicó la novela "Anís" (Entropía, 2008).

19 octubre 2010

Tontos somos todos

Vivimos en tiempos verdaderamente idiotas. No ya porque hay una corte de opinadores profesionales que se dedican a ir de tertulia en tertulia, sea en radio o televisión, desde la mañana a la noche sin tener la menor idea de lo que hablan. Precisamente los que aparecen en este video son un ejemplo evidente de ello, porque lo mismo cuestionan la gestión de la balsa química de Hungria que del mejor aliño para las aceitunas del aperitivo. Lo mejor de todo es que son el reflejo de una verdadera masa "bienpensante" que se cree progresista y es totalmente incapaz de entender el arte y, lo que es más importante, y en el mismo vídeo se ve, carecen de la capacidad de escuchar e ir más allá de los prejuicios que les mueven pero, como se creen progres, porque de jóvenes lo fueron, ellos tienen la razón. Repito: no es ni siquiera necesario ver la película para ponerse de lado de los programadores del festival de Sitges y de los mismos creadores del film, porque, dejemos las cosas claras, toda la argumentación, verdaderamente idiota de García Campoy & cia, pasa por una serie de errores fundamentales. Todos estos brillantes críticos no se dan cuenta de una serie de aspectos que cualquier persona con dos dedos de frente tiene en cuenta:
1-Es una película ficcional. No es real, cosa que se conoce que esta gente no sabe distinguir. "Se persigue a quien cuelga en la red este tipo de imágenes". No, se persigue a quien viola y agrede a niños, mujeres y hombres y tiene la desfachatez de colgar sus grabaciones, reales, en la web. Son matices que estos "opinadores de urgencia" no tienen tiempo de no ya meditar, sino pensar.
2-Decir que una cosa "no se debe exhibir en un festival" es censura, y pasa por imponer una ética y una moral al resto de la población. Y, arrogarse una mirada progresista cuando uno defiende la censura refleja lo idiota que alguien puede llegar a ser. Usted ya no es progresista, amigo, posiblemente nunca lo fue y en su juventud lo que quería era ver tetas y culos, así que, con el destape, para usted fue suficiente.
3-Lo más importante: está prohibida para menores de edad, los padres pueden estar tranquilos, y uno la ve o no la ve, libremente. Por desgracia, es algo que estos tipejos del vídeo querrían evitar.
Por cierto, lo mejor de todo es ver a García Campoy diciendo que ella, en el momento en que se estrenó Saló de Passolini se puso del lado del director italiano, sin comprender que ella, ahora, pasados los años, es la misma carca que en su momento dice haber combatido. Señora García Campoy, al menos, asúmalo, usted es una carca reaccionaria, mírese al espejo, mujer. Lamentable.

07 octubre 2010

Epistolario y redacción de documentos


Ayer, como regalo maravilloso, me hicieron el regalo de poner en mi conocimiento la existencia de un libro único y maravilloso, de cuando la gente necesitaba modelos para redactar su correspondencia. De hecho todo comenzó recordando la labor maravillosa que algunos de los personajes de Vargas Llosa cumplen con otros, al redactarles cartas. Algo que también aparece en alguna novela de Ribeyro. El Epistolario y redacción de documentos de Antonio de Armenteras.
Ahí van dos muestras de cartas de ruptura:
Hoy, 19 de septiembre de 1958
Clotilde:
No quiero que pase un día más sin comunicarte la resolución que desde hace días tengo decidida y que no creo que cuando la sepas te cause extrañeza.
En nuestras últimas salidas me veías preocupado y con pocas ganas de hablar. Yo te mentía al explicarte la causa de mi actitud. Pretextaba dolores de cabeza, cansancio; pero la verdad te la ocultaba. Los siete años que llevamos de relaciones y el no vislumbrar todavía la posibilidad de ganar lo suficiente, no sólo para mantener un hogar, sino para poder instalarnos, fueron los que llevaron a mi alma el desánimo.
Resulta más amargo aún para mí el hacerte esta confesión: me considero vencido y sin que tu ayuda espiritual me sirva de estímulo para segir luchando. Yo solo, es fácil que me defienda. Los dos juntos, es seguro que seríamos unos desgraciados.
Te devuelvo tu libertad y te deseo de corazón que encuentres quien te haga todo lo feliz que te mereces.
Ni que decir tiene que tanto las cartas que te escribí, como los pequeños regalos que te hice, son tuyos. Por lo tanto, haz con ellos lo que quieras; pero no me devuelvas.
Sólo me queda pedirte perdón, y de todo corazón te lo pido.
Alfredo.

Y esta es otra:
Ramón:
Anoche te estuve esperando hasta las diez en la puerta del Banco de España. Habíamos quedado en encontrarnos a las siete. Llorando me vine para casa, con la esperanza de que me llamarías por teléfono para justificarme el no haber acudido a la cita. ¡Ni eso!
Comprendo que he sido una tonta al creer en tus promesas de arrepentimiento y que nunca más me harías hacer papel tan desairado. Ya son nueve días los que llevamos sin vernos, a pesar de que por teléfono me citaste diariamente dándome la seguridad de que no faltarías.
Mi paciencia y mi dignidad me impiden ya seguirme prestando a ser nuevamente objeto de tus burlas y desconsideraciones. Y como, por otra parte, estas no pueden ser más que fruto de tu falta de amor, te escribo estas líneas para comunicarte que doy por terminadas definitivamente nuestras relaciones. Si eso es lo que con tu conducta buscabas, ya lo has logrado; ahora, que pudiste haber empleado otro procedimiento más caballeroso.
Elisa
Hoy, 3 de noviembre de 1958

No dejo de pensar en la ingenuidad que destilan. La fe casi cándida en la palabra que hoy hemos perdido y casi olvidado. Unos días en que teníamos tanta fe en la palabra, que no dudábamos en buscar modelos para decir lo que buscábamos.