De vez en cuando retorna el debate sobre la publicidad y la narrativa. Es mucho más habitual en las películas que en la narrativa, pero conviene no olvidar que está también en las páginas que leemos. El vídeo que acompaña este post ha sido modificado para convertirse en un anuncio, pero las imágenes que han montado son las de la película.
Unas imágenes que respetan, escrupulosamente, la narración de Cormac McCarthy, como puede verse en el fragmento del libro al que corresponde la escena:
A las afueras de la ciudad llegaron a un supermercado. Varios coches viejos en un aparcamiento sembrado de desperdicios. Dejaron allí el carrito y recorrieron los sucios pasillos. En la sección de alimentación encontraron en el fondo de los cajones unas cuantas judías verdes y lo que parecían haber sido albaricoques, convertidos desde hacía tiempo en arrugadas efigies de sí mismos. El chico le seguía. Salieron por la puerta de atrás de la tienda. En el callejón unos cuantos carritos, todos muy oxidados. Volvieron a pasar por la tienda buscando otro carrito pero no había ninguno más. Junto a la puerta había dos máquinas de refrescos que alguien había volcado y abierto con una palanca. Monedas esparcidas por la ceniza del suelo. Se sentó y paseó la mano por las tripas de las máquinas y en la segunda palpó un cilindro frío de metal. Retiró lentamente la mano y vio que era una Coca-Cola.¿Qué es, papá?
Una chuchería. Para ti.
¿Qué es?
Ven. Siéntate.
Aflojó las correas de la mochila del chico y dejó la mochila en el suelo detrás de él y metió la uña del pulgar bajo el gancho de aluminio en la parte superior de la lata y la abrió. Acercó la nariz al discreto burbujeo que salía de la lata y luego se la pasó al chico. Toma, dijo.
El chico cogió la lata. Tiene burbujas, dijo.
Bebe.
El chico miró a su padre y luego inclinó la lata para beber. Se quedó allí sentado pensando en ello. Está muy rico, dijo.
Así es.
Toma un poco, papá.
Quiero que te la bebas tú.
Solo un poco.
Cogió la lata y dio un sorbo y se la devolvió. Bebe tú, dijo.
Quedémonos aquí sentados un rato.
Es porque nunca más volveré a beber otra, ¿verdad?
Nunca más es mucho tiempo.
Vale, dijo el chico.
Cuando leo estas líneas no dejo de pensar en el enorme impacto mediático que tuvo esta novela gracias a ser escogida dentro del club de lectura del show televisivo de Oprah Winfrey. Y la posterior entrevista que concedió, para sorpresa de casi todo el mundo, el esquivo McCarthy.
Y sospecho, creo, infiero, que quizás estas líneas tuvieron mucho que ver en el apoyo publicitario que recibió el libro. Y medito, también, sobre en qué medida esas líneas son un reflejo de una sociedad volcada al consumo y cuyos mecanismos de promoción se han filtrado a todos los aspectos de la vida social o si había una sombra de ironía en ellas. Entonces pienso en que McCarthy tiene muchos méritos, pero el de la ironía no ha sido nunca uno de ellos.