Una de las cosas más divertidas que tiene la literatura es comprobar las versiones no ya diferenciadas o casi opuestas que pueden darse de algunas experiencias. Es muy enriquecedor poder comprobar lo parecidas o diferentes que son las unas de las otras, cuando si lo único que importa es la historia, deberían ser iguales. Y, por supuesto, cuando uno ha vivido esas anécdotas, es al mismo tiempo divertido y entrañable.
Por eso me he pasado un buen, y delicioso, rato leyendo las crónicas que de su viaje a Barcelona y Madrid está realizando Juan Terranova en el blog colectivo Hacia el bicentenario.
Uno puede aprender mucho comprobando como modela la realidad, como la inventa, como la omite, como la recrea, que a fin de cuentas es para lo que sirve la literatura.
Disfruten, que no están los tiempos como para despreciar estos gestos generosos.