Ayer, como regalo maravilloso, me hicieron el regalo de poner en mi conocimiento la existencia de un libro único y maravilloso, de cuando la gente necesitaba modelos para redactar su correspondencia. De hecho todo comenzó recordando la labor maravillosa que algunos de los personajes de Vargas Llosa cumplen con otros, al redactarles cartas. Algo que también aparece en alguna novela de Ribeyro. El Epistolario y redacción de documentos de Antonio de Armenteras.
Ahí van dos muestras de cartas de ruptura:
Hoy, 19 de septiembre de 1958
Clotilde:
No quiero que pase un día más sin comunicarte la resolución que desde hace días tengo decidida y que no creo que cuando la sepas te cause extrañeza.
En nuestras últimas salidas me veías preocupado y con pocas ganas de hablar. Yo te mentía al explicarte la causa de mi actitud. Pretextaba dolores de cabeza, cansancio; pero la verdad te la ocultaba. Los siete años que llevamos de relaciones y el no vislumbrar todavía la posibilidad de ganar lo suficiente, no sólo para mantener un hogar, sino para poder instalarnos, fueron los que llevaron a mi alma el desánimo.
Resulta más amargo aún para mí el hacerte esta confesión: me considero vencido y sin que tu ayuda espiritual me sirva de estímulo para segir luchando. Yo solo, es fácil que me defienda. Los dos juntos, es seguro que seríamos unos desgraciados.
Te devuelvo tu libertad y te deseo de corazón que encuentres quien te haga todo lo feliz que te mereces.
Ni que decir tiene que tanto las cartas que te escribí, como los pequeños regalos que te hice, son tuyos. Por lo tanto, haz con ellos lo que quieras; pero no me devuelvas.
Sólo me queda pedirte perdón, y de todo corazón te lo pido.
Alfredo.
Y esta es otra:
Ramón:
Anoche te estuve esperando hasta las diez en la puerta del Banco de España. Habíamos quedado en encontrarnos a las siete. Llorando me vine para casa, con la esperanza de que me llamarías por teléfono para justificarme el no haber acudido a la cita. ¡Ni eso!
Comprendo que he sido una tonta al creer en tus promesas de arrepentimiento y que nunca más me harías hacer papel tan desairado. Ya son nueve días los que llevamos sin vernos, a pesar de que por teléfono me citaste diariamente dándome la seguridad de que no faltarías.
Mi paciencia y mi dignidad me impiden ya seguirme prestando a ser nuevamente objeto de tus burlas y desconsideraciones. Y como, por otra parte, estas no pueden ser más que fruto de tu falta de amor, te escribo estas líneas para comunicarte que doy por terminadas definitivamente nuestras relaciones. Si eso es lo que con tu conducta buscabas, ya lo has logrado; ahora, que pudiste haber empleado otro procedimiento más caballeroso.
Elisa
Hoy, 3 de noviembre de 1958
No dejo de pensar en la ingenuidad que destilan. La fe casi cándida en la palabra que hoy hemos perdido y casi olvidado. Unos días en que teníamos tanta fe en la palabra, que no dudábamos en buscar modelos para decir lo que buscábamos.