Copio un fragmento de unos comentarios al ejercicio de un alumno. Es lo que he estado escribiendo/pensando esta mañana:
Al mismo tiempo, te invito a reflexionar de nuevo sobre algunos puntos de los dos textos. Por ejemplo: el poder no quiere que la gente lea libros. Mentira. El poder disfruta plenamente con los libros que la gente lee. Te recuerdo que se trata de libros como El código Da Vinci, La sombra del viento, Los pilares de la tierra, etc. Libros que, jamás, han mostrado un atisbo de pensamiento crítico, de cuestionamiento del sistema. Al contrario, desplazan la idea del poder representativo a la de una serie de elegidos, sociedades secretas, etc. que, en realidad, manejan el mundo. O sea, tal y como es en realidad. No hay otro modo de encarar la situación, no hay, ni siquiera, denuncia, puesto que nunca, jamás, se atreven a poner nombres en sus denuncias. Sin argumentos ad hominem no hay escándalo pero, también, se descarta la lucha.Buenas fiestas, no lean, piensen.
Lo que el poder teme es una sociedad pensante. Y eso no se aprende tan sólo leyendo libros, se aprende leyéndolos bien. Y ahí está la verdadera fractura. Yo he conocido muy poca gente que lea bien. Conozco muchos que leen, pero muy pocos que lean bien, y así nos luce el pelo. Y, ojo, el que lee bien no tiene el por qué tener una cultura libresca. Puede ser cinematográfica, por ejemplo. No se trata, a fin de cuentas, de leer –el marchamo de la cultura, el prestigio que reporta un libro sudado bajo el sobaco en los paseos de bar en café, de terraza en restaurante, tan hispánicos-, sino de pensar en lo leído, lo visto, lo vivido. Y pensar requiere todavía más sosiego y tiempo que la lectura. No mitifiquemos la lectura. La lectura no hace a la gente mejor por sistema. No animemos a leer, animemos a pensar.
La foto es de Thomas Doyle.