De imbéciles está el mundo lleno, sobre todo de inútiles que se creen editores y que, cuando un genio ha muerto, carroñean e intentan arrimar el ascua a su sardina. Tan rematadamente idiota se puede llegar a ser, que ni siquiera se ha informado de que Fogwill volvió a Buenos Aires en Buquebus -el mismo medio de transporte en el que llegó a Montevideo y donde nadie, pese a que era lo acordado, fue a recogerle- y no en avión; de que cuando le dio una crisis respiratoria no avisó a nadie de la organización del festival porque en ningún momento supieron estar a la altura de la situación ni satisfacer las necesidades de los invitados y que ese editor local debió ser un fantasma porque no hay libro alguno suyo que editase en Montevideo hasta el día de hoy, de que el hotel donde alojaron a los invitados carecía de calefacción -y las noches llegaron a temperaturas bajo cero- aunque muchos de los invitados no protestaran porque hay mucho perro que no ladra al amo; de que los que se fueron de la conferencia de Quique son escritores de tres al cuarto que jamás escribirán una línea de la altura de las suyas. El equipo del festival estaba que no vivía, dice, apagando los incendios. Lo que no dice es que esos incendios los provocó la misma organización del festival y su falta de profesionalidad. No hubo una sola queja de Fogwill en la que no tuviese razón, y yo presencié, precisamente su llegada al festival. Hay una fotografía en la que aparezco leyendo un libro que llevaba para Fogwill por ahí, en el propio blog del tipo este sobre el festival. De todos modos, qué se puede esperar de un tipo que fue incapaz de responder a Cucurto cuando en la mesa redonda en la que coincidieron preguntó en qué consiste ser editor. Qué puede esperarse de alguien que, por no saber, no sabe ni las elementales reglas ortográficas del castellano: "Y los mismos que avían avisado que montaría el número".
Lo único que consuela es saber que a estos mediocres no los recordará nadie cuando se mueran, de hecho nadie los tiene en cuenta aún estando vivos, y a otros llevamos una semana echándolos de menos desde que murieron.