29 febrero 2012

Las vidas especulares


"Me dije que nadie se acuerda de nada."
Llegando al final de "Dora Bruder", el narrador, que es, indudablemente, el propio Modiano o, mejor dicho, un trasunto que comparte la biografía del autor, escribe la frase que sirve como epígrafe a este texto. Sin lugar a dudas ése es el punto de partida de este intenso libro donde Modiano se despacha, una vez más -son varios los libros en los que ha tomado como espacio histórico o escenográfico esa época-, con los colaboracionistas franceses durante la Ocupación y esa parte del pasado galo que ni buena parte de sus dirigentes, ni sus habitantes parecen querer recordar. No es, en ese sentido un libro que, en el momento de su aparición pudiera sorprender a los lectores de Modiano ni, por supuesto, a la crítica. En ambos casos se recibió de modo entusiasta, porque en él se dan las características que han convertido a su autor en uno de los más prestigiosos y reconocidos autores de la literatura gala. En España fue uno de esos libros que se tradujo casi al instante de su edición francesa (la edición original es de 1997 y la primera edición española de 1999), y que, tras la explosión comercial originada por Un pedigrí y El café de la juventud perdida, se reeditó de nuevo con éxito. Por cierto, aunque no tenga mucha relación con esto, no deja de ser horroroso el título de la nueva traducción de "Les Boulevards de ceinture", porque si bien "Los bulevares periféricos" no es perfecta, es mucho más bella y atinada que "Los paseos de circunvalación". Mejor dejarlo correr, me temo...
Pero es, desde luego, una pieza extraña dentro de la producción de Modiano. Sobre todo porque en esta novela se ciñe, en la medida de lo posible a los hechos reales. La experiencia, tanto personal como heredada, ha sido siempre el punto de partida de sus libros. Pero en el caso de "Dora Bruder" se obliga a no inventar, a no dejarse llevar por la fabulación. Todo lo que se cuenta en él debe ser rigurosamente demostrable, en la medida posible debe, incluso, estar registrado -son, de hecho, numerosos los documentos que inserta dentro del texto, tanto oficiales como personales-, pero lo más fascinante del asunto es que, en realidad, la novela se construye en torno a un vacío, a una figura sobre la que casi no hay pruebas, la partida de nacimiento, el registro de detención, de liberación, poco más. Por eso, Modiano, astutamente, construye su trayectoria vital mediante espejos. Los escasos datos de que dispone le sirven para inferir una vida muy similar a las de los que pasaron por trances similares y de los que sí ha logrado encontrar pruebas. Ahí reside la habilidad como narrador de Modiano, en construir una narración especular, que basándose en un único personaje explicita en su misma construcción el hecho de que no es un caso aislado. Él reparó en Dora Bruder al encontrar un anuncio en un viejo periódico, pero de no haber sido así la vida de esa joven judía habría sido, como la de muchos otros, pasto del olvido. El detonante de este libro fue, quizás, esa voluntad de hacer justicia, de reparar ese silencio que se había cernido sobre la vida de la muchacha y al investigar lo sucedido no hace sino confirmar lo que, posiblemente, ya sospechaba: hay muchas, muchísimas Dora Bruder. La novela está construida sobre ese vacío, sobre esa huella casi inasible y en la constante presencia de esa falta reside su gran virtud. Como sucede con los enlaces en Internet, sobre todo los que pueden ser fácilmente denunciados o borrados porque permiten la descarga de música, películas o libros, su presencia late en los buscadores a través de espejos (mirrors) que sirven como rastros de la existencia de dichos enlaces aunque sean borrados. Sin embargo, la realidad no es como internet: nada, ni siquiera la novela, devolverá a su protagonista a la memoria. Porque no hay huellas de ella, y, como mucho, lo que podemos denunciar es lo que existe: su olvido, el descuido, la injusticia.
Por eso Modiano, que al inicio de su narración es muy puntilloso con la descripción de los detalles de la investigación llevada a cabo, olvida pronto esa voluntad casi notarial. No es su novela una narración sobre "la búsqueda", y por eso pronto obvia toda referencia a los métodos que ha seguido para recabar el apabullante cúmulo de datos necesarios para escribir este texto. Eso dice mucho de la humildad y falta de voluntad exhibicionista frente a la tendencia de hoy, que se da de modo más habitual, como es lógico, en la no-ficción, de construir la narración sobre esas dificultades, por lo que, más que el asunto en sí, termina siendo un texto sobre "lo duro que fue llegar hasta el final de todo esto". Y no quiero decir que eso no tenga mérito, al contrario, lo tiene y mucho, pero no tengo nada claro que eso no esté ya sobrentendido en la construcción en sí de un libro. Todo libro de no-ficción requiere de una investigación, o de unas vivencias, que ya de por sí son tenidas en cuenta y valoradas por el lector -por el lector inteligente, obvio- y no sé en qué medida es necesario estar en todo momento perforando el asunto del texto con marcas del trabajo de carpintería más allá de, en un velado intento de mitificar la labor, convertir al autor en un detective. Es enrollado y eso, da mucho caché y posiblemente hasta transforme al autor en una personalidad mucho más seductora. Pero todo eso está un poco alejado de la calidad literaria, creo.
porqué
Lo que sí es más interesante es que en el texto sí que se dan pistas (oh, vaya, mira con lo que sale ahora: por lo visto el autor de no-ficción que juega a detective está mal visto, pero el crítico-lector sí puede entrar en ese juego, y la única respuesta que puedo dar es que relean, o lean, a Piglia, yo sólo copio) de porqué a Modiano le llamó tanto la atención el anuncio en que se preguntaba por el paradero de Dora Bruder. Hay una novela subterránea, una segunda novela (más Piglia, como ya he dicho no soy nada original) que late en este libro. Es la del propio Modiano. La del adolescente que vive en el enfrentamiento entre sus padres, al desinterés de su progenitor, su fuga de casa y que, incluso, llega a contarnos que no fue capaz de encontrar la cama en la que su padre agonizaba en un hospital. No nos dice cómo sabía de esa convalecencia, pero sí que desistió de la búsqueda cuando ya se encontraba en la clínica. Esa novela que va tramando todo un submundo especular respecto a la peripecia de Dora Bruder es tanto o más interesante que la principal o que aparece en primer plano. Y no por lo que calla, por lo que no dice. No, para nada, no seamos ingenuos. En literatura lo que importa es lo que se dice, si se dice es por algo, y eso que no se dice debe estar aludido o señalado dentro de lo que se ha dicho, porque si tenemos que inventarnos las cosas que no ha dicho el escritor vaya papeleta la del lector. Hay una exhibición patética -en el sentido etimológico: pathos- que nos permite entender por alusiones lo que no está dicho explícitamente en el libro: Modiano festeja no haber sido Dora Bruder. Hay tantos paralelismos entre ellos, el texto se encarga de resaltarlos en tantas ocasiones, que no es demasiado atrevido hacer esa lectura. El texto llega a su fin porque Modiano se siente plenamente identificado, conmovido, afectado por los hechos que ha ido conociendo y que narra. Tan sólo esa cercanía explica la frase con que el narrador se refiere a unas personas que aparecen en el libro: "Eso los honra, y los amo por eso." No dice que los comprenda, que los entienda, que simpatice con ellos o que pueda ponerse en su lugar. No, el narrador los ama. Y ya se dijo al inicio de este texto que el narrador y Modiano están todo lo cerca que pueden estar un narrador y un autor aunque debemos tener siempre en cuenta que no son el mismo.