-¿Qué espectadores? ¡Responde!
Empecé a experimentar una cierta inquietud.
-Los supuestos espectadores de una supuesta exposición de tus obras. Cosa sin mayor importancia, por lo demás. ¿Por qué te agitas?
-Porque tú no me contestas con la palabras exacta. Por tercera vez, ¿qué espectadores?
Mi inquietud empezó a convertirse en miedo. Rubén de Loa poníase agitadísimo. Sus ojos relampagueaban.
-¿Palabra exacta? -pregunté a mi vez-. Querido amigo, no la encuentro. Si ella no es espectadores, digamos aficionados o críticos o simplemente hombres de la calle.
-Está bien -me dijo y se echó sobre una silla. Tres gotas de sudor apareciéronle en la frente-. Está bien. Ya que no la dices, esa palabra exacta, la diré yo. Tú quieres decir que saldrán con los ojos desorbitados por el sin sentido..., ¿sabes quiénes?
Esperé. Rubén de Loa exclamó:
-¡Los burgueses!
Un largo silencio. Al fin dije a media voz.
-Bueno. Vaya por los burgueses.
-Pero, ¿te crees tú -prosiguió- que ha nacido el burgués que logre inquietarme? Oye bien y clávate esto en la nuca; clávatelo de tal modo que no haya en el mundo alicate que pueda arrancarlo: como aparezcan burgueses que se confundan con los rojos errantes de mis telas, como que aparezcan, te repito... Pues bien, ¡mira allí!
Me volví temeroso hacia el rincón que su índice apuntaba. Mi mujer hizo otro tanto. Y ambos palidecimos.
Pendía en dicho rincón un enorme cuchillo de carnicero.
-¿Comprendes? -me preguntó el amigo-. Como que aparezcan, uno a uno los iré cogiendo por la garganta con mi izquierda y, con ese machete en la derecha, les revolveré las entrañas hasta su fallecimiento total, ¡total! ¡¡total!! ¿Ira? ¿Despecho? ¿Venganza? ¡Nada de eso! Les moleré, les amasaré, les descuartizaré las entrañas para que expriman y expelan todos los rojos de sus sangres. Entonces, con esos rojos, fabricaré cuantos falten aún en la creación, cuantos Dios tenga proyectado fabricar durante los días que quedan por venir, rojos de fuego, de rubí, de flores y de carnes, de menstruaciones y de heridas, de bochornos y de glorias. ¡Todos los fabricaré con el vientre sanguinolento y macerado de esos hombres, bermejo, granate, bermellón, escarlata, púrpura, carmín, coral, rosado, cardenal, cereza, granada, laca, encarnado, amaranto, tomate, alazán, ladrillo, salmón, ascua, chispa, fuego, cangrejos cocidos, lacres derretidos, hierros candentes, revoluciones, banderas, arterias y tripas!
Juan Emar, Ayer
La pintura es Loto, de Zhang Daqian