22 noviembre 2007

Señales de vida

Ha querido la casualidad –y el hecho de que sea un tipo tremendamente fácil que dice sí a casi todo lo que le proponen, lo que me hace invertir mucho tiempo en proyectos inciertos que nunca sabe uno como van a salir- que haya tenido un poco abandonado el blog estos días. Y que hoy haya decidido no encender la televisión a mediodía y enterarme de lo que pasa por el mundo a través de la red. Y, la verdad, es que me he llevado una sorpresa. La primera enterarme de que ha muerto Fernán-Gómez –qué quieren, a la hora en la que estamos tampoco sé qué hizo ayer la selección nacional de fútbol, supongo que vivo en mi mundo- y lamentar la pérdida de uno de los hombres más interesantes que ha dado la cultura española del siglo pasado. Un actor genial, capaz de mutar para adaptarse a cualquier personaje, logrando que todos fueran el mismo, y al mismo tiempo que todos fueran distintos. Un escritor magistral –recordaré siempre la primera lectura que hice de Las bicicletas son para el verano, que fue lo primero que leí ambientado en la Guerra Civil- capaz de rescribir su biografía con humor e ironía tierna en El tiempo amarillo. Pero, por encima de todo eso, alguien capaz de decir las cosas claras, de no condescender con la idiocia que se extiende cada día más por los medios de comunicación –no sé si son el reflejo o el motor de la sociedad, pero en cualquiera de las posibilidades el futuro no es nada halagüeño- y de seguir viviendo la creación como un oficio esforzado, pero con una capacidad de recompensa enorme cuando se acierta al objetivo.
Han querido esas casualidades, que haya fallecido casi a la vez que Béjart –y he recordado ese día horrible de este verano en que se fueron Bergman y Antonioni- y con la muerte de esos dos referentes parece que el escenario se queda más vacío. Y parece que el mutis por el foro fuera la única salida. Qué absurdo parece el teatro hoy en día.
Menos mal que está Mayorga. Este año, no sé si porque es el último de la legislatura, parece que están acertando. Le dieron a Max el de cómic y ahora le dan el de teatro al mejor dramaturgo –si entendemos como mejor al que es capaz de aunar éxito de crítica y público no sólo aquí sino allá donde va- que tenemos. A mí me gusta mucho Mayorga, lo he dicho ya aquí, así que no debería ser una sorpresa para nadie. Sólo puedo alegrarme de que, por una vez, se acuerden de aquello que construyen la excusa del tinglado. En España no hay sindicato de escritores –de hecho hay un colegio de escritores que dirige uno de los peores que tenemos- así que es impensable que haya huelgas como la de los guionistas yanquis. Por eso se alegra uno de que le den el premio al dramaturgo. A veces se olvida que sin ellos no habría nada que representar.
No es, de todos modos, un buen día para la cultura. A Ferrán Adriá le van a hacer doctor honoris causa por la Autónoma de Barcelona. La propuesta ha salido de la facultad de Química. O sea, que entenderemos que se lo dan por químico. Al menos esta vez no lo llaman artista o creador, los catedráticos han estado más comedidos que los de la Documenta. No me parece mal que le den premios a Adriá, al contrario, esos doctorados se los dan casi a cualquiera –basta con ver los que tiene nuestro monarca- pero a uno le preocupa ver como se rebaja la cultura y el arte equiparándolos a la labor de los que hacen crêpes por las calles de París –ya se sabe, todo es cuestión de método en estos casos, no de arte.
Los cortometrajistas no tienen espacio en la gala de los Goya. En España consideramos que lo mejor del año es El orfanato –por qué no al menos una de Balagueró, que se molesta en innovar dentro del género en vez de hacer refritos- y todos los españoles tenemos que seguir manteniendo a los mastuerzos de la industria cinematográfica. Pero, eso sí, el único terreno donde se puede innovar y decir cosas nuevas, el único género donde España no desmerece frente a otras latitudes, no tiene hueco en la gala de los Goya. Eso sí, no hay manera de ver Los Cronocrímenes en ninguna sala comercial.
Menos mal que llega el invierno y no queda uno mal si dice que se queda encerrado en casa a leer.
Lamento mucho que este post parezca un artículo de Juan Cruz. Lo dicho, hay días que no son buenos para la cultura.