02 noviembre 2008

La desaparición de la muerte, la oscuridad del presente


Una cosa es que la muerte nos de respeto. Todos sabemos lo que supone la muerte, pero, de ahí a que desaparezca hay un gran paso. ¿Por qué digo esto? Hace tiempo que no compro periódicos en papel. Además de que me da mucha pereza ir hasta el quiosco, cargar con el periódico -siempre me he preguntado por qué no tienen formatos más manejables, los siguen diseñando como si los que los leyesen fueran señoritos que van a hojearlos en el casino del pueblo, y no la gente normal que se encajan como pueden en el metro o el autobús o que deben convivir en barras de bar atestadas de maleducados clientes-, y luego tener que tirarlo en el contenedor de papel, me parece que el signo de los tiempos es Internet. Así que hay que leer la información a través de este medio. Pues bien, hoy he leído un interesante artículo sobre los legados artísticos escrito a seis manos por Torres, Rodríguez Marcos y Ruíz Mantilla. El artículo está bien, correcto, informa del delirante estado de algunos legados y de la injusticia de que los herederos, por el sencillo hecho de ser descendientes de un autor, tengan derecho a algo más que a recibir los derechos de autor que la obra de sus familiares sigue generando. Yo, en esto, coincido plenamente con lo que ha expresado muchas veces Andrés Trapiello: la pasta para los herederos -que a fin de cuentas es lo que les interesa-, pero las decisiones abiertas y públicas. Los herederos de Saint-Exupery se han forrado con el merchandising de los dibujos de su ancestro, por ejemplo, pero no sé qué les da derecho a decicidir quién hace las camisetas con esos dibujos.
Pero bueno, todo esto es accesorio. Lo que me ha llamado la atención es que en el artículo de la edición digital del periódico aparecen enlaces a las fichas biográficas de varios de los autores citados en el texto: Cabrera Infante, Cela, Alberti, Gil de Biedma y Paz. Todos están muertos, como es evidente. Pues bien, en el enlace aparece su fecha de nacimiento, pero no la de su muerte. Aparece detallada: día, mes y año -salvo Gil de Biedma, de quién no aparece el día exacto-, pero no aparece la de muerte. Tan sólo puede uno saber cuándo murió si sigue el hipervínculo. ¿Por qué no aparece la muerte? Se conoce que no vende, que no debe aparecer por ningún lado, no vaya a ser que el lector se asuste. Vivimos en un mundo que le da la espalda a la muerte, como concepto y como encarnación. A nadie le gusta hablar mucho de la muerte -bueno, ni mucho ni poco-, y tampoco se puede uno extender mucho hablando de cadáveres sin que los interlocutores de uno le miren mal. Un ejemplo más: los vampiros. Ahora se han puesto de moda los vampiros y todas las editoriales andan a la caza y captura de novelas sobre vampiros. Sirva, por cierto, como aviso para navegantes: si usted tiene una novela, no importa lo mala que sea, las que se están vendiendo como churros ya lo son, protagonizada por vampiros mándela a una editorial indicando claramente en el manuscrito que es de temática vampírica. Se la editan seguro. (Ya puedo imaginarme a un montón de autores de best-selleres potenciales maquillando sus textos para que aparezcan afilados colmillos y cuellos sangrantes).
La muerte es oscura, da miedo y hay que evitar nombrarla. No hay mejor modo de hacerla desaparecer que no mencionarla. De lo que no se habla no existe, que se lo digan, por ejemplo, a los apóstoles straussistas que ahora siguen negando que las intervenciones estatales en los bancos son actos de control casi marxistas. Bernanke, el presidente de la Reserva Federal de los USA, es experto en el Crack del 1929, y precisamente por eso está poniendo en marcha las acciones que entonces no se realizaron: intervenciones que acercaron mucho el proyecto del New Deal de Roosvelt a los conceptos de socialdemocracia intervencionista europea.
Vivimos en la oscuridad y por eso buscamos ensayos iluminadores. Llevo una semana encontrándome con frases en contracubiertas, fajas promocionales, dossieres de prensa en los que siempre se dice que el ensayo en cuestión es iluminador. No es ya sólo que no se usen verbos como clarificar, explicar, ilustrar, reflexionar y que ahora los ensayos parezcan todos escritos por el dependiente de la sección de lámparas de IKEA, no, lo que nos dice es que el mundo es oscuro -como un ataúd- y que necesitamos de ese ensayo para ver el camino y poder encontrar la salida de este laberinto en que nos vemos.
Si se hiciera un pormenorizado recuento de esas palabras que van bombardeando al ciudadano medio -propaganda al fin y al cabo- veríamos que todo se dirige a la preparación de la llegada de un nuevo líder, un mesías, que nos guiará fuera del sendero de la oscuridad en el que nos encontamos. "Y aunque camine por el valle de la muerte nada temeré, porque tu vara y tu callado me confortan".
Un nuevo mesías en un nuevo orden económico mundial. Zapatero se vuelve loco por asistir a la reunión donde se van a sentar "las bases del capitalismo del futuro". Ya ni siquiera se plantean el futuro del mundo, sino tan sólo el del mercado. Por eso no se habla de la muerte, porque todos lo estamos ya, muertos y desollados, expuestos en la carnicería para que el mejor postor se pueda ir con nosotros en la bolsa de la compra. Quién sabe qué cocinarán con nuestras carnes. Seguro que algo iluminador.