Los siete poetas mutantes han llegado a Cabo Verde. Más exactamente a la isla de Santo Antão que es, para los que no lo sepan, la más occidental y septentrional de las islas del archipiélago. O sea, que es considerado el punto más occidental de África. Justo en medio del camino a América, como quien dice.
Allí han comenzado a mezclarse con los frutos de la tierra. Todo poeta sabe que depende de una buena alimentación para poder crecer fuerte y vigoroso, de ahí que sea tan importante lo que nutre a la poesía mutante.
Y, al mismo tiempo, deben tener experiencias capaces de incentivar su imaginario. En este caso, por ejemplo, pese a la distancia con Luis Muñoz, aprenden a limpiar otros pescados. Caboverdianos, en este caso.