19 julio 2011

La vida metida en unas páginas


A juzgar por lo que dice la crítica literaria de hoy, todas las semanas aparecen una plétora de obras maestras fundamentales para la evolución de la literatura. Visto así es fácil convencerse de que vivimos un momento único y maravilloso. Pero, paradoja curiosa, casi todos esos libros imprescindibles se convierten al cabo de dos semanas en pasto del olvido para ceder su hueco a una nueva batería de obras cumbre del devenir artístico.
En medio de esos libros destinados a ser hitos literarios destaca mucho más Sobre la felicidad a ultranza de Ugo Cornia, un libro que crece con las relecturas, que se agiganta a medida que uno reflexiona sobre lo leído y vivido y que, finalmente, se convierte en una experiencia destinada a marcar la vida de sus lectores.
Porque Cornia no ha escrito una simple novela, ha hecho mucho más: ha sabido meter buena parte de sus experiencias personales en una narración aparentemente espontánea y, sin embargo, muy sofisticada en la presentación de los personajes y el manejo del tiempo que, más allá de la mera acumulación de hechos y anécdotas, transpira una singularísima poesía que trasciende la expresión de unos sentimientos para convertirse en experiencia propia para un lector que sale de su lectura profundamente conmovido.
Don DeLillo, casi al inicio de su novela Punto Omega, afirma que “La verdadera vida no es reducible a palabras habladas ni escritas, por nadie, nunca. La verdadera vida ocurre cuando estamos solos, pensando, sintiendo, perdidos en el recuerdo, soñadoramente conscientes de nosotros mismos, los momentos submicroscópicos.” Evidentemente, Ugo Cornia no pudo leer estas líneas antes de escribir Sobre la felicidad a ultranza, que es una novela publicada diez años antes de la de DeLillo, pero sí que podría, haciendo una pirueta crítica, afirmarse que parece escrito con la idea de rebatir dicha afirmación. Porque Cornia sabe que la vida, en toda su riqueza, no puede, efectivamente encerrarse en sus páginas, pero sí puede ser recreada por el autor y experimentada por el lector mediante la narración de una selección de hechos fundamentales y la vivencia y contraste de esos mismos hechos por parte del lector.
La novela de Cornia va creciendo a medida que uno avanza su lectura de modo fascinante. El lector va haciendo suyos cada uno de los personajes: el padre, la madre, el perro Brown, cada una de las novias que van pasando por la vida del narrador, que es en realidad la gran creación de Cornia, porque se trata de un tipo extraño e incómodo, capaz de decir las cosas más insospechadas y de narrarlo todo con una sinceridad desarmante, como una especie de Holden Cauldfield madurado, que no ha perdido la capacidad de recrear y conmover al lector pero que, además, habla desde el poso de la experiencia de lo vivido. Cosas tan cotidianas como conducir se convierten en una fuente de placer inagotable. Y, siempre, porque es importantísimo, sin ceder en ningún momento a la tentación de hacer una literatura que apele al sentimentalismo del lector aunque haya mucho dolor en las vivencias del narrador. Este libro, de hecho, podría leerse como una continua elegía donde se da las gracias por haber vivido en vez de entonar un lastimero canto a lo perdido.
Porque, leyendo esta novela, lo que verdaderamente siente uno, más allá de la fascinación por la historia que cuenta o por el cómo lo hace, es unas terribles ganas de cerrar el libro y lanzarse a vivir la vida, la de los días festivos y también la de los días de diario. Leer este libro es en realidad una fiesta única, que trastoca de modo radical el modo en que uno disfruta la vida. Mucho más que literatura, este libro es vida.
Ugo Cornia Sobre la felicidad a ultranza Periférica, Cáceres, 2011
Texto publicado el día 16 de julio de 2011 en suplemento ABC Cultural