15 febrero 2010

Apretarse el cinturón

Uno de los reclamos más habituales dentro de la promoción de un libro es la faja promocional. Todos las hemos visto, pero muy pocos nos fijamos en ellas. Normalmente son ese añadido que se hace a los libros después de que se hayan impreso para llamar la atención del hipotético comprador. Las fajas comenzaron a utilizarse cuando caía un premio, o muy buenas críticas, y todavía muchos libros de la edición en el almacén. Si se imprimiera una segunda edición es más económico, y práctico, introducir esa información en la portada. No, las fajas se hacen por economía, para aprovechar esos ejemplares que no se han vendido aprovechando nuevos reclamos. Como siempre hay excepciones, de un tiempo a esta parte las fajas han comenzado a tener una nueva motivación, que es la de introducir información sin alterar el diseño de portada. Esto sucede, ante todo, en las editoriales más cuidadosas con el aspecto de sus libros, y es, en líneas generales, algo que se ha importado de la edición francesa. Cualquier que se haya dado una vuelta por las librerías galas habrá comprobado lo sobrias y elegantes que son las cubiertas de los libro francesas -los del departamento de marketing las denominan aburridas-, y se habrá fijado en que las novedades aparecen siempre engalanadas por una faja en la que aparece la foto del autor o algún comentario, que no pueden aparecer dentro del rígido diseño de la colección. Tanto es así que en Francia uno sabe si el autor tiene algo de prestigio o no dependiendo de si se pone a la venta con una faja con su fotografía en ella. Algunos editores españoles han importado ese mismo método de dar información sin violentar el aspecto de sus libros. Es el caso de Periférica, donde gracias a las fajas promocionales se han visto en las librerías los rostros de Fogwill, Yuri Herrera, Valerie Mréjen, etc.
O sea, que más que para contener, las fajas se usan para engalanar, de ahí que quizás fuera más lógico y práctico llamarlos fajines promocionales, porque de ese modo el nombre respetaría el aire de gala de los fajines que acompañan a los frac y esmóquin.
Vamos a ver, pues, un catálogo de esas fajas, escogidas de un vistazo rápido en mi biblioteca.
Esta es una fotografía -movida, por cierto, qué le vamos a hacer-, de una de las sorpresas de la temporada: La novela Fin de David Monteagudo. No voy a hacer comentario alguno sobre el texto en sí, porque aún no he leído el libro. Tan sólo contemplo el éxito del boca a boca, la jubilosa recepción de la crítica y el hecho de que el tipo me cae más o menos bien. Yo me alegro de que a la gente le vaya bien, como dice Fernández Mallo, y que un tipo pueda dejar una fábrica de cartonajes para vivir de escribir me parecerá, siempre, bien.
Pues bien, la faja o fajín, es prototípico. Se mantiene la cubierta de la edición original, con el distintivo diseño de la colección, y se añade una gruesa faja llena de citas elogiosas con el libro. Por supuesto, viviendo como vivimos en la dictadura del número, es más importante, y por eso aparece lo primero y de forma destacada, el hecho de que se haya tenido que hacer ya una segunda impresión del libro por lo nutrido de las ventas. Bien, en Acantilado hacen un uso habitual y ya conocido del recurso de la faja promocional. Pero vamos a ir analizando otras posibilidades que conviene conocer.
Un modelo más o menos reciente es el que ha convertido la faja en una medalla, una corbata o no sabemos muy bien qué. En algunos casos, por ejemplo, estas fajas sirven para actualizar una edición. No tengo en mi casa ejemplares de La carretera, de Cormac McCarthy, donde Mondadori ha aprovechado el tirón de la película para colocar una generosísima cinta que reproduce el cartel de la película basada en el libro que se acaba de estrenar. No vende tanto el escurridizo escritor como para que no haya ejemplares en el almacén de la edición en trade que no se puedan colocar. Algo parecido a esa cinta ancha que parece cambiar la cubierta por entero se dio cuando se estrenó Desgracia, basada en la estupenda novela del excepcional escritor Coetzee -creo que se nota que me gusta más Coetzee que McCarthy. Bueno, eso son más ingeniosos "retapados" que otra cosa.
Cintas, lo que se dice cintas, son las que, por ejemplo, acompañan algunos libros de Salto de Página. El moderno diseño permite juegos de este tipo. Son, además, cintas que aguantan mucho más que las clásicas fajas, ya que se enganchan a la cubierta del libro y no rodean el ejemplar, y permiten dar al libro un aire más moderno. Por ejemplo, en el caso ilustrativo la nómina de autores presentes en esta antología de relatos fantásticos. Un modo llamativo y novedoso de reclamar la atención del lector. Cada vez se ven más estas medallas -a mí me recuerdan a las medallas de los uniformes o a las cintas de la tuna-, y parece ser que son, ya, una tendencia.
A veces las fajas son una complicación. Al diseñar el libro uno se ha dado cuenta de que hay mucha información que debe aparecer en la cubierta. Autores, título, editores e incluso, como en este caso, varios títulos. Por otro lado, si uno ha escogido una imagen atractiva, conviene que la faja no la tape. Pero aún así uno tiene una cita que servirá como irrebatible argumento de venta para un libro de difícil salida. Bueno, con una situación así las opciones se hacen muy estrechas. De ahí que no sea muy criticable, aunque sí llamativo, el ejemplo de Sexto Piso y la faja del libro Especímenes del folclore bosquimano.
La faja es tan estrecha que uno casi pensaría que es un cinturón, o uno de esos cordones que se usaban antes en los pueblos para ceñirse los pantalones a la cintura. Tan estrecha es la faja, la fajilla, que fijándose, casi parece estrangular el libro, como esos cinturones que pretenden reducir una o dos tallas respecto de la que necesita el usuario. Lo curioso es que es, exactamente, la misma cita que cierra el texto de contracubierta del libro. O sea, que ya estaba allí, pero es bien cierto que muchos compradores no llegan, tan siquiera, a levantar el libro de la mesa de novedades. El mundo de los libros es cruel como el de la cirugía estética moderna, y muchas veces nadie mira el trasero, será por eso que hay muchas más operaciones de pecho que de glúteos.
Con todo, la faja puede ser un elemento más del diseño del libro. ¿Por qué no llamar la atención con la faja pero integrándola dentro del concepto del libro? Algo así debieron pensar en la editorial Sudamericana cuando se lanzaron a editar la segunda de las antologías temáticas de nuevos narradores argentinos que compiló Diego Grillo Trubba. Escribir sobre casos policiales en un mundo donde la serie más vista de televisión es CSI obliga casi a adaptarse al imaginario colectivo de la época. ¿Qué nos dice hoy que se ha producido un crimen? La cinta que impide el paso a la escena del crimen. Lo mejor es, por lo tanto, proteger el libro con una de esas llamativas cintas. El mensaje es claro, directo y queda, a qué mentirnos, muy bien. Quizás por eso la idea la han copiado ya en varias ocasiones. De todos modos en el mundo del diseño no hay plagios, hay tendencias, por eso lo mejor que le puede pasar a uno es "crear tendencia". Resumiendo: Uno, seguro que a los de Mondadori Argentina tampoco fue a los que se les ocurrió la idea. Dos, da igual, queda bien.
Hay tantas posibilidades como cada uno quiera explorar. Pero este repaso, conviene no engañarse, se ha construido siguiendo el modelo que Cortázar intuía que seguía Edgar Allan Poe para cada uno de sus cuentos: quiere llegar a un destino, que es el de la mejor faja que a día de hoy uno ha visto.
La editorial Blackie Books ha editado justo antes de que terminase el año el libro Cosas que los nietos deberían saber. Se trata de un libro de Mark Oliver Everett, el extravagante líder de la banda Eels, que es homónimo del último tema del disco Blinking Lights and Others Revelations.
El libro llegó en un precioso sobre transparente. Y cuando lo abro tengo en mis manos el libro tal y como aparece en la foto, con una llamativa faja abrazando el libro.
Pero a poco que uno comience a manipular el libro se da cuenta de la calidad del papel empleado en la faja, y del grosor del mismo. Además de lo cuidado del diseño de la misma, que sigue la estética del penúltimo disco de Eels, Hombre Lobo. Un diseño que, como reconocerá cualquier persona atenta, es un homenaje-variación del de las cajas de Cohibas, la marca de puros y cogarros cubanos.
Al tocar la faja uno comprueba el grosor de la misma y que parece estar convenientemente plegada. Así que no la despliega y se va encontrando con el hecho de que la faja parece tener, también, información.
Concretamente, a medida que uno la va desplegando, ya totalmente ajena al libro. Contempla que está llena de datos. Por ejemplo, la biografía del autor del libro, e información de su labor como compositor.
Incluso, como puede apreciarse en el detalle, se reproducen todas las portadas de los discos de la banda, incluso el último, End of times, que se ha puesto a la venta con posterioridad al libro. También el ya mencionado Hombre Lobo, que imita una cajetilla de Cohibas. O Blinking Lights..., donde está la canción que tiene el mismo nombre que el libro, y demás discos que han cimentado el prestigio de Eels como banda independiente.
Pero lo más sorprendente viene al darle la vuelta a la faja, ya desplegada y extendida, y darse cuenta de que en el reverso hay una estupenda imagen del propio Everett con su perro. Un póster singular que el fanático de la banda apreciará y que pone el colofón a un llamativo y cuidado diseño.
Así pues, teniendo en cuenta que hay tantas fajas promocionales como editores, y que para gustos los colores, uno se atreve a lanzar a los cuatro vientos la idea de que esta es la mejor faja promocional que jamás ha visto. Y que, desde luego, abre posibilidades a los diseñadores. Aunque estamos en una época que parece invitar a apretarse el cinturón, o la faja, desde luego merece la pena tener esta singular y única edición en casa.
A mí, al menos, me encanta.