11 mayo 2012

El fumador y otros relatos de Marcelo Lillo


Como si se tratase de una docena de huevos, estas diez narraciones ofrecen un acabado perfecto, de dura y brillante corteza que reguarda narraciones llenas de ternura y humanidad. Como la vida misma.

El autor
Marcelo Lillo (Chile, 1963) es un perfecto desconocido. Y se convertirá en un mito a pesar suyo o sin pretenderlo. Vive en Niebla, en la desembocadura del río Valdivia. No tiene correo electrónico y para contactar con él hay que dirigirse a un apartado postal. Ganador de algunos premios con relatos sueltos, ha sido ahora cuando los vientos parecen soplar a su favor. Con la mediación de Ignacio Echevarría, Constantino Bértolo se ha encargado de que deje de ser un autor inédito. En Chile ha ganado un par de premios, uno de libro de relatos y otro por una novela juvenil y, por fin, su escritura fría y exigente, de un laconismo enternecedor, está encontrando su camino. Alejado de los cenáculos literarios y de los cócteles de vanidades, dedicado a la lectura y la escritura.

En síntesis
Los cuentos invernales, fríos, de Lillo nos hablan de una sociedad de seres solitarios, que muchas veces son incapaces de transmitirse sentimiento alguno y que, precisamente por ello, ven intensificada su soledad y desarraigo. La felicidad, uno de los cuentos, es modélico en el pudor con que retrata los miedos y deseos de unas personas a las que se les está escapando la vida y que ven en la desgraciada vida ajena un modelo envidiable, casi un mito, al que no pueden acceder. Pero, lejos de invitar a la desesperanza, las narraciones de Lillo consiguen transmitir la fragilidad de la existencia y una voluntad irrefrenable de disfrutarla.

Cita
"Todo ser humano necesita a alguien con quien hablar en la cama."

Comentario
Hablar de la importancia de un autor del que tan sólo se han leído diez cuentos no deja de ser aventurado, pero en la contracubierta del libro, el editor se ha atrevido a avanzar que habrá nuevos libros del autor, y un lector atento tan sólo puede celebrar la noticia. Ignacio Echevarría, que tiene la suerte de contar con la amistad del autor, afirma que sus novelas inéditas son textos de una vitalidad y afirmación de la vida sorprendentes, frente a la sequedad y afilado tino de sus cuentos. Y, sin embargo, en cada uno de los relatos de este libro duerme la vida, todas nuestras vidas. Una vida representada en un discurso gélido, escueto, directo, tal y como debe ser el clima donde el autor vive, donde la vida debe ahorrar fuerzas para soportar el invierno.
Durante mucho tiempo se ha despreciado o dejado de lado la importancia del espacio físico donde vive el autor, su clima, sus costumbres, a la hora de interpretar y analizar su obra. Pero no deja de ser curioso que autores tan distantes como Askildsen, Carver o Lillo encuentren su medio de expresión en cuentos aparentemente fríos, con un estilo seco como un paisaje nevado. Es como si el frío ambiental exigiera que los sentimientos se guarden, se oculten, preservados del exterior, para que puedan florecer en una primavera que no termina de llegar. Estupendos cuentos que retratan una gélida superficie que esconde abrasivos sentimientos, así es buena parte de la narrativa breve que más interés suscita hoy y que parece ser simiente de una corriente fertilísima del cuento. Una corriente a la que pertenece Lillo.
Lo más impactante, casi aterrador, de los relatos de este libro no es que puedan estar protagonizados por alguno de nosotros, sino que realmente estamos viviendo esas mismas vidas, que no hay nada simbólico o metafórico en ellos, que retratan la realidad cotidiana en la que nos movemos.

Marcelo Lillo, El fumador y otros relatos, Caballo de Troya, Madrid, 2008
Publicado en el diario Público el 21 de junio de 2008