28 diciembre 2008

Cuadrar los balances a fin de año


Cuando llega el final del año todos los medios se lanzan a realizar el arqueo de lo mejor que ha dado de sí el ejercicio. En el caso de los libros es algo habitual y nunca carente de polémica. Partamos de un hecho que muchas veces se olvida: cada año se solicitan en España casi setenta mil altas del ISBN. De ellas aproximadamente diez mil son de libros que aparecen como novedades o reediciones en las librerías. Es imposible, materialmente, dar fe de todo ese maremagnum. Quizás por eso, y quizás por la poca fe que tiene uno en estas votaciones de salón, o en la dictadura del número que impone la lista de libros más vendidos, uno les hace poco o ningún caso. De hecho, no quiero dejar de destacar la que, en realidad, ha sido la más inteligente propuesta en esta ocasión, la de la revista Hermano Cerdo de Mauricio Salvador donde han pedido de forma abierta que se recomiende un libro de modo argumentado. Y les ha salido muy bien, pueden comprobarlo. Por cierto, resulta muy cómico comprobar que algunos no han debido leer bien la propuesta y mandan una lista de títulos, por lo que, en justa correspondencia, los administradores de Hermano Cerdo les ensalzan considerándoles autores de libros que no han escrito, habrá sido una alegría para Vicente Luis Mora enterarse de que es el autor de un poemario tan contundente como Las afueras, cuyo autor en realidad es Pablo García Casado. Es lo que tiene poner títulos complicados a los libros.
Aún así, temporada tras temporada los principales diarios lanzan su lista de "fundamentales". Ya hemos podido leer dos de ellas. Ayer la de El País y hoy la de Público. En ABC, a día de hoy, parece que han obviado el asunto y se han decantado -a mi juicio con acierto- por un encarte con recomendaciones para los regalos navideños, o sea, que al menos no enmascaran la verdadera esencia de estas listas: decirle a los consumidores qué libro comprar al primo que usa gafas. En El Mundo la selección aparecerá, creo, el próximo jueves, y según me han adelantado la elegida como mejor novela española del año es Saber perder, de David Trueba.
El análisis más perspicaz de la lista de El País lo ha realizado, sin duda, Miguel Ángel Muñoz en su blog El síndrome Chéjov. Se ha molestado en bajarse el PDF que ofrece la edición digital del diario y contabilizar las votaciones. Al hacerlo ha "descubierto un error de cómputo" en la redacción de Babelia. Por un lado no aparecen las votaciones de ocho de los críticos a los que se afirma haber consultado. Por otro, siguiendo el sistema que han utilizado, el que debería haber resultado vencedor es la recopilación de todos los cuentos de Cristina Fernández Cubas que publicó en noviembre la editorial Tusquets. Vaya usted a saber por qué, el libro con mayor número de votos ha sido relegado a la cuarta posición tras una novela de un autor anglosajón de prestigio internacional, un premio Cervantes y un eterno candidato al Nobel. Muñoz hace muy bien en destacar esta intencionada postergación del género del cuento, más aún cuando la lista y las votaciones se acompaña de un texto de Winston Manrique Sabogal donde se habla del triunfo de lo breve sin mencionar este hecho. De todos modos, hay detalles en el texto de Sabogal que nos indican una voluntad de enmendar el entuerto clarísima. Por ejemplo, ha destacado el hecho de que tres de los encuestados eligieran La grande, de Saer (RBA), como mejor novela del año. No quiero, de todos modos, dejar de destacar lo retorcido de estos inventos de las listas, ya que, por ejemplo, como bien se señala en este mismo artículo, el libro de Askildsen Desde ahora te llevaré yo a casa, ha obtenido tan sólo dos votaciones pero muy altas, y por eso destaca el caso. Y, sin embargo, el mejor libro de Askildsen que ha aparecido este año ha salido de la mano de la editora de DeBols!llo, María Casas, que atinó a reunir los tres libros que ya se habían publicado del noruego -y mucho mejores que este último, se mire por donde se mire- con un ilustrativo y sugerente prólogo de Julián Rodríguez. ¿Se premia el libro de Lengua de Trapo tan sólo porque es inédito? Habría que justificar esos planteamientos frente a la selección del de Fernández Cubas, por ejemplo.
Hoy ha aparecido la lista del diario Público. Hay que aclarar que en esta uno ha participado, aunque a tenor de los resultados lo esté dudando, o sea, que piensa que el correo electrónico debe haberse perdido en el ciberespacio. Hace una semana se nos solicitó a los críticos habituales del medio nuestra opinión y, obedientemente la enviamos. Por eso, cuando ha aparecido la selección en el diario de hoy no ha podido uno dejar de sorprenderse. Están, sí, libros que uno ha defendido a capa y espada, como La cena de los notables, de Bértolo, pero, por otro lado, ninguno de los críticos que colaboramos de modo asiduo mencionó siquiera la novela de Cristina Grande o la de Najat El Hachmi, pero ahí están, y destacadas. Más sorprendente todavía es lo que ha sucedido en cuanto a los libros de cuentos, el título destacado, el de Jon Bilbao, tampoco apareció en ninguna de las recomendaciones que se hicieron. En cambio, el que estaba por todas partes, era Proyectos de pasado de Ana Blandiana (Perférica) y solamente aparece como uno más en una lista de destacados. Se podrían buscar muchas razones y todas, seguramente, serían igualmente defendibles o refutables, eso es lo de menos.
Quizás todo esto deba servir, una vez más, para que no olvidemos lo poco relevantes que son los medios a la hora de influir en los lectores. La encuesta sobre hábitos de lectura nos indica que apenas entre un cinco y un diez por ciento de los que leen -la mitad de la población- se deja llevar por las críticas que aparecen en la prensa. Así que todo esto hay que vivirlo con distancia y cierto relativismo, y pensar, como piensa uno siempre, que los únicos que leemos estas cosas somos los mismos que las escribimos, así que para eso podíamos quedar a tomarnos unos cafés y al menos socializar un poco en torno a los libros. Si conseguimos que algún gran grupo pague con la excusa de una presentación, pues mejor que mejor, a qué mentirnos.