Hace poco más de un mes saltó la noticia. Yo la leí, primero en Público y más tarde en El País. En ellas se nos ofrecía una historia bastante evidente: la represalía, desde el poder judicial, del pensamiento de un espíritu contestatario, a instancias de una institución, la universitaria, que sirva a los intereses de los viejos catedráticos retrógrados que, una vez más, quieren dictar su propia versión de la historia. Como uno sabe leer, y le escama que en ambos artículos se haga tanto hincapié en ese abandono de la actividad docente -que no es tal, es una excedencia lo que ha solicitado García Montero, lo que desmiente uno de los titulares- busqué en el archivo del diario en el que colabora habitualmente el poeta el famoso artículo que había dado origen a la demanda en cuya sentencia se condenaba al autor de Habitaciones separadas -ese libro que hojeaba Aznar en el Congreso en su primer debate sobre el estado de la nación. Leído el artículo, me quedaron claras una serie de cosas.
Lo primero que García Montero estaba haciendo un uso descarado, y algo patético del victimismo más lamentable. Todos los días llegan a los juzgados españoles, por desgracia, una cantidad enorme de demandas provocadas por artículos. En muchos casos dichas demandas las interponen contra escritores que hacen uso de su tribuna mediática para ajustar cuentas personales. Rara vez nos enteramos de las resoluciones de dichas demandas, en buena medida porque los propios interesados no quieren difundirlas -aunque salgan indemnes o incluso victoriosos de dichos lances judiciales-, o porque se consideran aspectos secundarios del mundo literario. Si nos hemos enterado de esta es porque el propio García Montero la ha aireado para convertirse en víctima. Zizek ha hablado en varios libros del recurso a convertirse en víctima que tanto abunda en el mundo actual. al victimarse uno se coloca como la parte deñada de algo, pero, sobre todo, uno se autoincapacita para poner remedio a esa situación. Automáticamente genera una necesidad de amparo que debe ejercer la sociedad y la existencia de un culpable que debe ser castigado. Eso es lo que hace García Montero, y lo demuestra que aluda como uno de los motivos de su marcha de la docencia -que no es tal, como luego se explicará- a la indiferencia de la universidad ante su situación.
Lo segundo es que el señor Montero ha usado su situación de privilegio dentro de un medio de tirada nacional para ventilar cuestiones privadas, posibilidad que el demandante no tiene. No contento con ese privilegio, que nadie le ha discutido, porque un diario otorga esa tribuna a quien desea y le permite decir desde ella lo que desee, sí que parece ofenderle que el difamado -al leer el artículo se puede ver si asomo de duda que hay una difamación ahí- use la única herramienta que posee para defender su honor: la justicia. Cuando el juez dicta su sentencia, más que lógica y evidente, se monta un revuelo absurdo en el que se olvida lo fundamental, que forma parte del pacto que todos, como ciudadanos hemos firmado de modo tácito, y que parece ser que el señor García Montero se cree en derecho no ya de ignorar, sino de vulnerar: Luis García Montero, como ciudadano, ha cometido un delito, como la sentencia viene a probar, y por tanto debe cumplir la sentencia. Lo mejor es que se quiere vender como que no, que el señor García Montero puede hacer lo que quiere y está por encima de la ley, y cuando esta no le da la razón es porque está siendo ejercida por un resto de la anterior dictadura y del pensamiento fascista.
Lo tercero es que se conoce que ni los autores del artículo de El País -cosa comprensible puesto que se trata de parte interesada en el asunto, es el medio que ha otorgado esa situación de privilegio a García Montero-, como los de Público -cosa más extraña ya que dicho medio debería ser más independiente ante dichos intereses-, se han molestado en leer el artículo que ha originado el juicio y la noticia. De hacerlo, leerán que el profesor José Antonio Fortes, al que tilda de "tonto indecente", de "perturbado" utiliza un "vocabulario marxista de cuarta fila". A mí me interesan dos cosas. Lo primero que si usa un vocabulario marxista es muy difícil que sea fascista o revisionista, como se afirma en los otros artículos. Y lo segundo lo ladino del sintagma, no queda claro si se trata de un vocabulario marxista desnaturalizado, como el aceite de colza, o de que el discurso marxista es de cuarta fila, como los apartamentos de costa desde los que no se ve el mar. Esto, viniendo de un poeta y ensayista que se afirma comunista como García Montero, da verdadero repelús, porque nos habla de hasta qué punto ese comunismo no es más que una pose para vender más.
Lo cuarto es que García Montero no deja la docencia, ni se despide de la facultad ni realiza ningún tipo de acto honroso por el que deba ser aplaudido. Pide una excedencia. No me apetece buscar los datos estadísticos, pero sí se que la de profesor es una de las profesiones con mayor índice de bajas por motivos psicológicos. Los profesores se queman y piden excedencias. Eso es lo que hace el señor García Montero. No entiendo porque las excedencias de otros profesores no son noticia en tal caso, o, cuanto menos, noticias con este aire trágico que destilan los artículos de El País y Público. Más cuando, en las declaraciones que realizó el propio García Montero a Europa Press, la decisión de dejar la docencia en Granada y trasladarse a Madrid -donde reside buena parte del año- era algo que llevaba valorando desde hacía tiempo.
Por supuesto, el clientelismo que genera García Montero y su estatus en el panorama literario -ya se ha hablado aquí de lo cómico que resulta que un narrador tan mediocre sea el encargado de seleccionar los candidatos al premio Camilo José Cela de cuento que convoca la FFE, por ejemplo, y que esa esa la razón más que probable de que, por ejemplo, este año el premiado haya sido un narrador tan mediocre como Benjamín Prado- ha suscitado artículos de adhesión de sus amistades: Carlos Marzal en El Mundo, y numersos foros de apoyo.
Bueno, la verdad es que de todo esto uno pensó que venía a evidenciar lo idiotas que nos hemos vuelto todos y como algo tan rutinario como una sentencia judicial puede convertirse en una noticia si los interesados y sus allegados están dispuestos a ello. Me llamaba la atención, por cierto, como una de las tácticas de El País y de García Montero ha dado buen resultado: si tan relevante es la noticia, porque nadie ha ido a entrevistar al demandante que ha ganado la demanda. No creo que sea, precisamente, una cuestión de ética o de prejuicios en un mundo donde se paga a alcaldes corruptos millonadas por una entrevista. No, el objetivo está cumplido: el otro es un loco peligroso y García Montero el justiciero que se ve maltratado por una ley injusta pero que continuará en la brecha como paladín de la moral y la ética.
Me molestaba enormemente, eso sí, contemplar como el diario en el que colaboro, Público, ha caído una vez más en el juego que menos le conviene: el de hacerle el juego a El País y a su visión de la cultura. Un ejemplo palmario es que el 9 de diciembre se hacía eco de una noticia inédita en las páginas culturales de un periódico: una conferencia de un autor. Debe hacer cien por día en nuestro país. Pero la que se celebraba en Huelva, dentro de los actos del trienio Juan Ramón-Zenobia, la daba el recientemente "victimado" García Montero. Quizás sea el problema de tener al diario del grupo PRISA como único referente en aras de hacerse un espacio, y en basar su criterio informativo en hablar más o menos de lo mismo que hablaría El País. Con mimbres así va a ser muy difícil, desde luego, eso que se proponía el proyecto de hacer un diario para la gente joven que está harta de los medios de comunicación adocenados por el mercado. Al final, Público se parece cada día más a su modelo, pero con menos pasta y menos lectores, claro.
Ahí había quedado todo hasta que ayer, con eso de las reuniones navideñas, un amigo que está participando en el interesantísimo proyecto La casa invisible de Málaga -una realidad muy visible para todos los malagueños, pero que medios entregados al mercado como El País o que se mimetizan con ese discruso de bajo voltaje como Público parecen no querer ver - me comentó que en Rebelión había un artículo al respecto.
Dicho artículo está firmado por Santiago Alba, Pascual Serrano, Constantino Bértolo, Belén Gopegui, César de Vicente Hernando e Ignacio Echevarría. Me parece que sobre ninguno de ellos recaen sospechas de revisionistas, fascistas, perturbados o "tontos indecentes". Pero, curiosamente, en dicho artículo se hace un recuento de lo ocurrido del cual no sale muy bien parado García Montero y mucho menos los voceros que han decidido ejercer de defensores del paladín victimado.
Dicho artículo es, a mi juicio, modélico, y evidencia una voluntad de informar, esto es: de entregar al lector todos los hechos para que él forme su juicio al respecto de todo este asunto. Por un lado hace un repaso pomenorizado de los hechos, destaca la voluntad de generar una narración mítica interesada por parte de los medios afines a García Montero y presenta las reacciones que en visiones bastante más progresistas que el diario de PRISA se han suscitado. Así en él hay un enlace al artículo de Matías Escalera Cordero que a su vez reproduce el texto remitido por César de Vicente Hernando al diario Público. Por otro lado, presenta un enlace en el que "los pobres alumnos consternados" de los que hablaba García Montero en su artículo parecen no compartir en nada la visión simplista e interesada del poeta de la nueva sentimentalidad. Al leerlo no puede uno evitar imaginarse a García Montero lamentándose de que estos chicos no sepan ver la verdad de la que él es profeta.
Como bien se indica en el artículo, el revuelo de la sentencia no se entiende habida cuenta que sigue el mismo criterio por el que Jiménez Losantos, por motivos similares, es condenado: por usar su tribuna privilegiada para el insulto y la difamación. Si lo hace el tipo de la COPE, que pese a su apellido es el demonio -sí, es una broma muy gastada ya pero que utilizo para destacar la dialéctica teológica de buena parte de la progresía hispana-, está mal. Ahora, si lo hace el paladín de la ética García Montero... Y, por encima de todo esto, el acierto de los firmantes del artículo radica en destacar la atinada capacidad del juez al leer el artículo de García Montero y lo presuntuoso y arbitrario de su postura. Para quien tenga curiosidad por ello, el artículo se remata con un enlace para descargar la sentencia completa en pdf.
No puedo sino estar totalmente de acuerdo con todas y cada una de las palabras de dicho artículo, que recomiendo leer a todo interesado en este asunto. De hecho podría haber realizado esta entrada del blog copiando de modo íntegro el artículo. Pero no quería dejar de hacer patente mi reacción ante los hechos, ante la difusión de ellos que se ha hecho desde los medios y lo vergonzoso de este tipo de actitudes.