Harpur realiza un repaso de todas las creaciones del ser humano a través de su imaginación, que él identifica con la capacidad del ser humano de hacerse preguntas, de intentar entender el universo a través de las herramientas que posee, y la capacidad de fabular es una de ellas. Hay una realidad empírica, mensurable, hecha de objetos físicos que nosotros percibimos a través de nuestros sentidos. Pero hay, también, otra, no menos importante, que a lo largo de la Historia del hombre ha ido tomando diversos rostros.
Desde los seres feéricos –traducción algo forzada de los faeries de la cultura anglosajona- hasta los más recientes estudios de los psicólogos y psicoanalistas. Y en el camino nos va hablando de los daimones griegos, de los santos y la mística cristina, pero también de trabajos de desarrollo de la imaginación como la teoría de la evolución de Darwin –uno de los momentos más osados e interesantes del libro- y numerosas teorías científicas. Hábilmente, Harpur los relaciona a todos, porque todos son productos de nuestra capacidad de imaginar, y todos están mucho más relacionados de lo que, en principio, podría parecer. Relaciona todos con el mundo inferior, porque todos esos actos son intentos de entender, descifrar, crear, ese mundo inferior que intuimos y sentimos pero que no podemos registrar usando los mismos métodos con que estudiamos nuestro plano, y que debemos intuir, imaginar.
No es casual que relacione los desarrollos teológicos con los recovecos del inconsciente, porque Harpur trabaja con la certeza de que ese Mundo inferior está en nosotros mismos, y el sendero que nos lleva hacia él pasa por abrir los ojos a nuestro interior como paso previo a ver como el universo entero se descodifica para nosotros.
Pero todo esto que comento podría hacer pensar en un iluminado, un visionario cercano a William Blake –protagonista de otro de los grandes capítulos del libro- que ha volcado al papel sus sueños e intuiciones. Y sí, pero no es sólo eso, porque el libro está construido sobre una sólida base filosófica y cultural, y cada uno de los capítulos está sobradamente apuntalado por un aparato crítico deslumbrante y, lo que es más importante aún, los distintos enfoques a los que se aproxima el discurso están siempre marcados por un uso lógico y racional, un modo perfectamente claro y desenvuelto que arroja luz sobre los oscuros temas que trata. No hay en este libro un solo momento en que el autor se abandone al “porque sí”, a la autosuficiencia, sino que todos los temas están trabajados desde la lógica y la razón.
¿Contradictorio? ¿Un libro sobre la imaginación escrito desde una perspectiva cartesiana? No puede serlo de otro modo si pretende ser sólido, si quiere transmitir ideas y no sólo intuiciones. Y ahí radica lo más atractivo del libro, su principal virtud: logra analizar desde el logos el mito, de un modo claro, huyendo de la terminología rebuscada en la que, normalmente, el filósofo se resguarda. No, el estilo de Harpur es sencillo, claro, diáfano, y consigue de ese modo un ensayo que sirve como verdadera piedra filosofal para entender el devenir del pensamiento mítico, imaginativo, a lo largo de la historia del hombre.
Patrick Harpur El fuego secreto de los filósofos Atalanta, Vilaür, 2006