14 diciembre 2007

Catilinarias


Me escondo de la Navidad. Pese a vivir a dos pasos de la Plaza Mayor la evito, la rodeo cuando paseo o tengo que hacer cualquier recado –hay que ver lo que da de sí Cuchilleros y la Cava de San Miguel, por cierto-, no enciendo apenas la televisión porque cada dos segundos te asalta un anuncio de colonias o de juguetes. No compro dulces navideños y la única participación de la lotería que tengo me la regaló un amigo. Pero, pese a que vivo como si no la sintiera –que es, quizás, el modo de sentirla de un modo más acusado- hay veces que desborda mis defensas y se mete en mi vida. Bien sea en forma de fiesta navideña de empresa –ayer asistí a la única que tendré, ventajas de ser autónomo- o en un correo que, alguna jefa de prensa malintencionada te hace llegar. En este caso las pérfidas mentes de Temas de Hoy me mandan la información de un libro de un tal Paco Torreblanca –los únicos cocineros que conozco son Arguiñano y Adriá, y este porque sale en Muchachada Nui- llamado La cocina dulce donde enseña a cocinar, entre otras delicatessen, un turrón de kikos –de maíz tostado, para lo que no sean de España y no tengan que conocer tampoco la nocilla, ni el colacao.
Y, como me sucede cuando veo las luces, escucho los villancicos y sufro los atascos, me pregunto: para qué coño hacer una cosa tan repugnante como un turrón de maíz tostado.
O tempora, o mores!