No termina uno de entender cómo se producen los encumbramientos de unos autores o de otros a los principales lugares del escalafón. Desde luego los hay que lo tienen muy difícil, como sería el caso de Copi. Hoy, pasado el tiempo, y después de que autores como Aira o Tabarovsky hayan escrito mucho y bien sobre su obra, se le tiene cada día más presente –no quiero olvidar que Herralde, en Anagrama, estuvo siempre atento a la edición de su obra, otra cosa es que se haya vendido mucho o poco.
La situación de Copi, pseudónimo de Raúl Damonte, es, desde luego, complicada. Un autor nacido en Argentina, que se cría en Montevideo, que finalmente reside en París y escribe su obra en francés. Un autor que escapa a una filiación genérica y hace tanto novela, como relato o teatro y, además, se convierte en un genial dibujante humorístico. Y, sin embargo, se puede decir que Copi tiró abajo todos esos obstáculos y es, cada día que pasa, un autor más importante para entender lo que nos sucede hoy.
Una de las decisiones que, en principio, más llaman la atención de Copi es que escribiese en francés –a excepción de La vida es un tango- y eligiese las traducciones al castellano de España que encargó Herralde de sus libros. Es un rasgo que destaca doblemente porque en la obra de Copi hay, siempre, una argentinidad latente. Copi eligió ser un extranjero que medita y piensa continuamente en su país, en lo que él es. Se puede decir que eligió lo contingente por encima de la esencia.
Al mismo tiempo, por su temática, siempre humorística, siempre irónica, la literatura de Copi corrió el riesgo de pasar desapercibida –ya sabemos el poco predicamento que tiene el humor- entre la pretenciosidad de sus compañeros del grupo Pánico. Pero, si releemos la obra que Arrabal, que Jodorwsky, que Topor han legado, palidecen frente a la tensión de la obra de Copi.
Hoy su literatura nos resulta más actual todavía que cuando fue escrita. Las narraciones que carecen de trama o argumento, con personajes superficiales donde tan sólo sucede el lenguaje, la escritura y lo que ella trae y representa. Todo sucede –todo puede suceder- en un libro de Copi, porque dentro del universo del lenguaje, que es donde él se mueve, todo puede tener lugar.
La escritura es el único fin y el único modo de salir del dolor de la vida, del sinsentido. Sus narraciones alocadas, zigzagueantes, libérrimas, son en realidad un intento de domesticar el acelerado mundo que suplantan al mismo tiempo que representan.
En La Internacional Argentina presenciamos la delirante peripecia de un escritor que se ve elegido como candidato a la presidencia del país por una estrella del polo, Nicanor Sigampa, hasta enterarse de que sus méritos se reducen a haber escrito un poema maoísta en su juventud.
Sorprende la actualidad de ese libro, que ironiza sobre el clientelismo de los escritores sudamericanos con el poder –con el que mantienen una extraña relación de fascinación que ha dado como fruto interesantísimos libros y penosísimas biografías- y al mismo tiempo desentraña los estúpidos mecanismos de la política contemporánea, donde las ideas y los programas son meras cortinas de humo para alcanzar el poder y ejercerlo en interés propio.
Aprovecho la coyuntura para solicitar a Herralde –yo sé que me lee, y si no él gente que hace de correveidile- que reedite los títulos de Copi, y que cuelgue información sobre sus títulos en su página web –no aparece ni tan siquiera Copi en la lista de autores.
Hay un escritor tremendamente moderno esperándonos en las librerías. Acudan a buscarle.