Como sabrán muchos de los lectores madrileños, hará cosa de un año se cerró el local que la librería Fuentetaja tenía en la calle San Bernardo, 48. Por aquellos entonces, a todos los que quisieron escucharme o que me pidieron opinión les decía que lo de la librería era una metáfora de situación paradigmática de las que enseñamos en los talleres de escritura: la ruina del edificio venía a evidenciar la ruina interna de la librería. Muchos distribuidores no querían saber nada de una librería que tardaba en pagar y el servicio dejaba mucho que desear –a mí me han llegado a decir que un libro que tenía en la mano no existía o que otro que compré en una librería a cien metros estaba descatalogado.
Cada año se cierran un montón de librerías en España por lo que dicen las estadísticas, pero en realidad cada año se cierran un montón de papelerías donde hay un par de libros. Las librerías de verdad gozan de salud. Decir lo contrario es no tener ojos en la cara. Lo que sucede es que el victimismo es siempre cómodo. Hay librerías que crecen año tras año, ¿pretenden hacernos creer que es por arte de magia?
Lo que sucede con la librería Fuentetaja es doblemente curioso. Se supone que la librería no tenía un duro y por eso tenía congelados los sueldos desde hace diez años. Ahora bien, cuando el edificio se declara en ruina y hay que salir de allí se pide a los trabajadores un esfuerzo suplementario, se trasladan a un local más caro y se venden promesas medios de comunicación por medio. No se tiene empacho en hacer una inauguración de la librería con ministro de por medio, o en hacer declaraciones como la de que en la época de Franco se vendían más libros.
Ahora bien, desde la inauguración de la nueva librería ha pasado ya medio año. El servicio sigue siendo bastante penoso, en muchas ocasiones no tiene novedades que están en otras librerías de menor raigambre, se privilegian libros de venta masiva que echan fuera a los que los clientes de librería buscan, y solicitar el encargo de un libro sigue siendo una odisea. Seamos sinceros, lo que queda en Fuentetaja es tan sólo historia, y si de algo se hace bandera es de ello, pero como librería tiene, hoy, mucho que mejorar, y no se puede vivir de las rentas y de las subvenciones, como el cine español, para siempre.
Como trabajador de los Talleres de escritura Fuentetaja, que siempre se ven relacionados con la librería, presenciar la ruina, la mala gestión y ahora estos actos vergonzosos resulta doblemente molesto e indignante.
Y, para colmo, nos enteramos de que cuando, de modo legítimo, unos trabajadores piden aquello a lo que por ley tienen derecho –un aumento de su sueldo acorde con el incremento del coste de la vida- se encuentran marginados por sus compañeros, y alguno hasta despedido por la empresa. Todos los detalles están en el blog donde se informa de la situación: http://huelgafuentetaja.blogspot.com/
Seamos sinceros de una vez: el único activo que le quedaba a la librería eran Íñigo y Amelia. No es momento de señalar a nadie, pero ni la atención, ni la gestión, ni lo vacío de las estanterías son, precisamente, argumentos que inviten a acudir a comprar en la librería. A fecha de hoy, tras el despido de Carlos y la marcha de Juan, los dos únicos libreros de veras de la empresa, a excepción de los jóvenes que podrían aprender mucho más de ellos que de los que se quedan dentro y ponen la mano a la miseria de aumento, están en la calle protestando.
El próximo 12 de enero hay convocada una concentración a las 13:00 en la puerta de la librería apoyando las reclamaciones de los trabajadores. Lo ideal sería estar ahí y mandarle un mensaje a Pedro Pablo Mansilla.
Mientras tanto recomiendo a todos los interesados en la cultura y la justicia que se compren los libros en otros lados. A estos lo único que les duele es la cartera, si no hay caja porque actúan de ese modo habrá que ver cuanto tardan en arreglar el desaguisado.