10 enero 2008

Instantáneas salvadas del tiempo

Hay libros destinados a conservar entre sus páginas un tiempo y un mundo que se desvanecerán apenas hayan sido plasmados en sus páginas. Esa conquista de lo fugaz, de lo pasajero –que en su velocidad lleva inmerso en su seno lo eterno- es el principal logro de un regalo que nos llegó a fin de año y se llama Larga carretera de arena.
Un reportaje algo superficial, destinado a registrar un viaje por la costa italiana en el verano del cincuenta y nueve, se convierte, tocado por la gracia de la escritura de Pasolini, en un fragmento de vida encapsulado para el deleite del lector.
La carnalidad, la capacidad de transportar la materia de la vida, ese brutto del italiano, que encierra la fuerza y rotundidad de la vida, se mezcla con la sutileza del artista –da sonrojo encerrar a Pasolini en una sola de sus facetas- para retratar cada uno de los detalles que contempla.
Así, lo que a veces parece ligero, epidérmico, se nos muestra en verdad como la mirada del hombre que entiende el fenómeno, lo que se registra por los sentidos, como la única manera de investigar en la esencia de lo real. La vida, su materia, es apenas el síntoma, los indicios, de una verdad que se agazapa a la espera de que alguien la sepa ver, de que alguien se atreva a cazarla, a retratarla y vivirla.
Y si por algo destacó siempre Pasolini era por su coraje a la hora de enfrentarse a retos de todo tipo. Sirva como ejemplo la polémica desatada con el alcalde de Cutro tras la publicación en la revista Successo del reportaje. Allí, la voluntad poética del autor se enfrenta con el prosaísmo y corteza de miras no de la realidad, sino de la parte más espúrea y soez de la misma.
Por si la delicadeza y atrevimiento de la prosa de Pasolini no fuera suficiente regalo, la edición viene acompañada de las fotografías de Philippe Séclier, realizadas muchos años después de que Pasolini contornara la geografía itálica con su Fiat Millecento. Las instantáneas, reproducidas de un modo generoso, a página completa, reflejan el paso del tiempo –tanto el desgaste que unas veces ejerce como la extraña negación de su transcurso- por esa geografía costera que registró en su intrépido reportaje Pasolini.
No puedo, no quiero, obviar que en la edición se puede disfrutar también de las reproducciones de los mecanoscritos originales del autor, así como de un manuscrito y reproducciones del reportaje tal y como apareció en la revista en su momento.
Sin lugar a dudas se trata del mejor de los libros de la colección BlowUp hasta el momento, un regalo único que nos llegó, casualmente, cuando terminaba el año.
Disfrútenlo.
Pier Paolo Pasolini Larga carretera de arena La Fábrica, Madrid, 2007