05 enero 2008

Los artículos de la sección de cultura

Leo, con cierto disgusto y sorpresa, el artículo que en la edición del día 4 de enero de El País ha publicado Carles Geli -la culpa es mía, por comprar un catálogo bajo el reclamo del DVD a un euro-. Digo con disgusto porque es un ejemplo más del tipo de periodismo cultural que se nos está imponiendo: la venta. Directamente, en el artículo vemos que el señor Geli vende los productos que los editores quieren que venda, pero no hay ninguna conciencia crítica ni de investigación en el reportaje.
Pasando por el hecho de que equipara Vida y destino y Las benévolas, lo que sólo puede hacerse desde la mesa de un contable, esto es, los dos han vendido mucho. Pero desde ahí traza un panorama sorprendente. Hay editoriales que apuestan por el libro de calidad frente al best-seller clásico. Efectivamente, se trata de las pequeñas editoriales o de los sellos minoritarios de las grandes que se costean con las ventas de esos superventas. Y siempre las ha habido, no es un fenómeno reciente o noticiable. Sí lo es, en cambio, y por eso se escribe el mencionado artículo, que Planeta y Alfaguara se hayan lanzado a inaugurar colecciones que se dirigen a “ese tipo de lector”. Un lector que, de lo que se desprende del artículo, es un tipo joven y un poco pijo que quiere libros en cartoné con sobrecubierta y no le importa pagar sesenta euros por ellos –es impagable, eso sí, el momento en que Vallcorba lanza un aviso para navegantes: en breve ese mismo libro os lo pongo a noventa y arreando, si no protesta nadie con el resto de las subidas no me la van a montar con un libro-.
No hay, eso sí, en ningún momento del artículo, una sola referencia a la calidad de los textos. Se habla, eso sí, de lectores de culto, de ediciones de calidad y de autores de prestigio. Pero en el artículo se comenta que Márai –ese escritor kitsch- ha vendido seiscientos mil ejemplares en España, y que Nèmirovsky lleva ochenta mil, y haciendo caja, tenía que haber rematado Geli.
Lo que no dice el artículo es que, por ejemplo, Libros del Asteroide cimentó buena parte de su crecimiento en la traducción de unos cuantos libros de la colección Clásicos modernos de The New York Review of Books, que había conocido a través del marido de Valerie Miles, editora de Alfaguara. Ahora, que está saqueado ya lo bueno, los picatostes de Prisa nos cascan la colección con la misma maqueta que la edición yanqui –los libros que ha diseñado Enric Jardí son mucho más bonitos de largo- y pretenden vendernos que es “un cuidado proyecto para lectores que exigen calidad”.
Porque, y aquí es donde reside la verdad de todo este asunto, todo esta pléyade de atentos editores, preocupados por la calidad de lo que editan, realmente están vendiendo bien el burro. Del mismo modo que lo hizo Tusquets durante tanto tiempo, ya se sabe, “nosotros editamos textos únicos”, cuando en realidad deberían decir: “editemos lo que editemos lo vamos a vender como textos maravillosos y de una calidad espeluznante de buena”, y para ello tienen a los cuatro voceros de la prensa dispuestos a repetir como loros lo que sea. ¿Hace cuántos años no sale elegida una novela de Tusquets como una de las mejores del año en las selecciones de los críticos de los suplementos? ¿Hace cuanto que, Mankell aparte, no copan las listas de los más vendidos?
Llama la atención que tanto Planeta como Alfaguara se hayan lanzado a la recuperación de los autores de segunda del siglo xx, siempre que escriban en inglés y que, a ser posible, tengan un apellido anglosajón. Hoy en España se vende mejor el mismo libro con un apellido de la lengua de Shakespeare que con uno de la de Dante, por ejemplo, las cifran hablan, y eso es una muestra más del papanatismo de la intelectualidad editora –no sé si eso existe-, de sus voceros y de los lectores que los atienden.
Pero, sin duda, uno de los casos más divertidos es el de Acantilado. Es un ejemplo perfecto de lo importante que es hacer marca, branding que diría un publicista, y echarse a dormir.
En Acantilado, esa editorial de prestigio que no tendrá empacho en poner un libro a noventa euros, se editaron las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand –a ochenta y cuatro euros, por cierto-, con una traducción que a medida que iba uno avanzando en la lectura le provocaba erisipela. No soy el único que piensa así, ahí está Miguel Martínez-Lage, uno de los mejores traductores de este país, que lo indicó en un estupendo artículo en La casa de los Malfenti. Al menos a él le sirvió para algo, porque Vallcorba le encargó la no menos monumental Vida de Samuel Johnson.
Pero eso no se dice por ahí, no se dice que muchos de los libros de Acantilado salen con erratas bien gordas, con traducciones apresuradas, que en un par de ocasiones han tenido que retirar ediciones de las librerías porque tenían fallos que las hacían invendibles. Supongo que eso no es buena prensa para una editorial de prestigio.
La verdad es que me ha molestado mucho el artículo del amigo Geli, porque se enmarca en la molesta tendencia que pareció inaugurar Vila-Sanjuán de hablar de los libros como si fueran longanizas o sacos de arroz, esto es, como meros objetos de consumo que en nada se diferencian de cualquiera de los que compramos en el supermercado de la esquina. Y es una tendencia cada vez más acusada, porque se impone como medidor de la calidad, y si no fíjense en que estuvieron en España las Spice Girls y nadie hablaba de la mierda de música que cantan, de la mierda de espectáculo que tienen y de que no vendieron una mierda de entradas -perdón por esta sucesión escatológica-, sino en que se meten en el bolsillo quince millones de euros cada una por hacer la gira. Eso le interesará a Hacienda, pero a mí, la verdad, es que me la pela. ¿Por qué no hablan entonces de la puta gira en la sección de economía?
Los lectores que se cuidan, que buscan buenas lecturas, que quieren cosas diferentes, no creo que se lancen a la compra de los libros de estas colecciones. Por mucho que los siempre dispuestos sabuesos de la prensa les hagan la promo. Por cierto, ¿habrán hecho cálculos los editores de lo que se han ahorrado en páginas de publicidad en los periódicos con este tipo de artículos que no pretenden informar sino vender?