15 octubre 2007

Seven eleven


Como ya no existe la compañía que da nombre a este post, me puedo permitir titularlo así. Parece ser que esto del Internet está abierto todo el día y a cualqueir hora puede uno entrar, leer estas líneas y opinar sobre ellas. Esa es la razón de que Félix de Azúa llamase al libro que le han editado con las entradas de su blog Abierto a todas horas.
Yo, la verdad, no he podido tener mucho rato abierto su libro, porque me he aburrido como una ameba. A lo mejor es que a mí las pretenciosidades intelectualoides del señor Azúa me dan bastante sopor. No hay un sólo texto que no rebose de esa idea de "alta cultura" amenazada por este mundo de cómida rápida y arte barato.
A modo de ejemplo del estilo esforzado y la esclavitud que la supuso la escritura del blog, el texto de la contracubierta. No tiene desperdicio:
Durante un año traté de mantener una sana esperanza y no escribir sino palabras verdaderas. Todos los días, sin descanso, me deslomé como los antiguos trabajadores de las canteras de Carrara, los cuales creían estar proporcionando bloques a los grandes escultores del Renacimiento cuando, en realidad, estaban tallando el paisaje más bello de Italia, un abismo blanco de escalones de mármol que desciende hasta el corazón de la tierra. Paisaje, por cierto, que se divisa desde el tren. Así un año entero, sin descanso, como un galeote.
Algunos días mis palabras resbalaban sobre el éter como grasa atacada por detergente y comprendía que aquellas frases no eran verdaderas y que si las miraba más de cerca no me las creía ni yo. En ocasiones tenía que decir insensateces o trivialidades para no mentir, balbuceando como un chiquillo que no se sabe la lección. Alguna vez me parece que incluso traté de silbar. En fin hice el ridículo.
Ahí está como botón de muestra de que no me invento nada. En fin, supongo que para gustos colores. Seguro que hay gente que disfrutará leyendo este libro, como hay gente que se desplaza hasta Segovia para escuchar los mismos tópicos de siempre del señor Marías, Rodríguez Rivero -lugarteniente oficial- mediante.
Para llevarse el libro a casa hay que trabajar con el texto citado de Azúa. Se puede corregir, reescribir en un estilo más pretencioso si cabe -lo del galeote no tiene precio, aunque uno sospeche que no le han debido pagar mal el libro y el año de escritura en el blog- o corregir para que esté escrito como dios manda -aviso para navegantes: ¿por qué no escribió "y escribir palabras verdaderas"?, ¿le pagarán al peso y por eso hay un cuarenta por ciento de palabras inútiles?.En fin, hacer con el texto de Azúa lo que os apetezca. Hasta alabarlo; qué leches, se admiten hagiografías.
Y el que gane se llevará el libro a casa.