13 octubre 2007

Trajes de baratillo

No es uno nadie para decirle a un editor cómo tiene que hacer su trabajo, pero de un par de semanas a hoy me están llegando muchas historias extrañas que demuestran a las claras el deterioro de la profesión. En el festival Hay de Segovia estuve hablando con unos cuantos autores y uno de ellos le contaba a otro que la imagen de la cubierta del libro en su edición americana fue una decisión en la que ni siquiera le dejaron opinar. De hecho le enseñaron una maqueta prácticamente definitiva y le preguntaron si se oponía seriamente a que fuera esa la portada del mismo. Como dijo que no, así se quedó la portada. Me he acordado de esto porque hoy mismo, en la Casa de América, hemos vuelto a hablar sobre el tema de las cubiertas de los libros otro grupo de escritores porque uno de ellos tenía un ejemplar de su nuevo libro, que se va a poner a la venta la semana que viene, y, siendo generosos, se puede decir que la cubierta es horrorosa. Un dolor de fea, la verdad. El otro le decía que él impone la imagen de cubierta al editor, de hecho, de ser por él, se cambiaría hasta la maqueta, pero ahí ya el editor no da bola, que se suele decir en estas conversaciones.
Pero no sólo hay poca o ninguna preocupación por lo que opine el autor del aspecto de sus libros. También veo poca en lo tocante a la recepción del texto por parte del lector. He citado muchas veces a Juan Ramón cuando decía que un libro, editado de un modo u otro, dice cosas diferentes, y los que no han debido escucharme son los chicos de Seix-Barral. Me ha llamado mucho la atención de que haya sido esta editorial, que normalmente edita con buen criterio, maqueta generosamente y demás detalles que hacen la lectura más placentera, la que de un tiempo a esta parte esté teniendo deslices como el de La vida plural de Fernando Pessoa, reedición del estudio fundamental que Angel Crespo le dedicó al genio luso, que apareció con una mancha imposible, de hecho tenía todo el aspecto de ser un refrito de la anterior edición en la misma editorial. Pero un refrito impreso con los mismos fotolitos –o con el libro antiguo escaneado- sin tener en cuenta que el formato es ahora otro, y que lo lógico habría sido maquetar de nuevo el texto.
Yo creía que esto era un episodio pasajero hasta que hojeé El aliento del cielo, la edición de los cuentos completos de Carson McCullers –que, por cierto, el libro aparece en la página web de la editorial como “novela”, no es broma- que se acaba de editar. Es un libro encuadernado en cartoné con sobrecubierta, páginas gruesas, letra aceptable que carece de márgenes. No, tampoco es broma, la mancha del texto se va hasta el extremo del papel y mis pulgares –y háganme caso, tengo las manos pequeñas, algún amigo las llama "muñones"- no cabían. ¿Tanto dinero suponía haber impreso cincuenta páginas más por ejemplar y haber realizado una edición canónica? Todas estas cosas sorprenden porque, al mismo tiempo, en Seix-Barral tienen la colección Únicos, que ha ganado premios de diseño, donde se demuestra que, cuando se quiere, se edita muy bien.
Entretanto uno sospecha que es verdad eso de que en las editoriales mandan más lo de mercadotecnia que los de edición, y tratándose de hacer libros eso no habla muy bien del estado de las cosas.