Creo que Margarita Heredia, imbuida de buena fe, ha cometido dos errores. Por un lado escoger los textos de un modo muy extraño, porque los eruditos, aparecidos en publicaciones universitarias, deberían ser los que alumbran interpretaciones de sus obras y las reseñas los valorativos y, por tanto, laudatorios. Pero la selección es tan extraña que los verdaderamente interesantes son las reseñas, y los artículos eruditos son especialmente intrascendentes y desnortados –pienso en particular en uno de Guelbenzu aparecido en la revista Claves y en los leídos en un seminario sobre la obra de Vila-Matas realizado en la universidad de Neuchatel- y resultan, claramente, lo más prescindible del volumen.
Los textos de ocasión, las semblanzas de amigos, los textos de su editor, las entrevistas, son, sin duda, más interesantes, y permiten una lectura más amenas y variada de la obra vilamatiana. Lo verdaderamente interesante del libro surge de ese caleidoscopio de opiniones que se van sucediendo en torno al homenajeado.
Y ahí radica el otro error de la edición. No hay un solo texto que cuestione, que no sea una hagiografía de la vida y obra de Vila-Matas. Hoy por hoy es evidente la importancia de este autor, pero durante muchos años se le negó el pan y la sal –y es algo en lo que él siempre hace hincapié- y no sabemos por qué. Cómo se recibieron sus libros, dónde están las críticas negativas, y posiblemente muy certeras, que se le han hecho. Tan sólo en uno de los textos, escrito tras la traducción de sus obras al italiano, vemos que en uno de los textos se dice claramente algo que todo lector de Vila-Matas sabe, y es que él no es un buen narrador. No hay una capacidad de narración en sus novelas o relatos que nos hagan pensar en un narrador cuando lo leemos. Su obra funciona en el interés de los conceptos y obsesiones que maneja y la tensión entre género de que sabe dotar a sus textos. Y eso no es ni bueno ni malo, eso simplemente es, y en este libro no se deja traslucir eso. Hay artículos de todo pelaje, algunos estupendo y otros burdos, pero no hay uno sólo donde se analice la obra con una cierta objetividad, ha un exceso de aires festivos, de ensalzamiento, y eso no juega desde luego a favor de la credibilidad del libro. Si pretendía ser un compendio, un verdadero referente sobre la obra de Vila-Matas ha faltado un poco más de objetividad en la selección de los textos.
Mucho más interesante y acertado es el documental de Enrique Díaz Álvarez, titulado Café con shandy, que se incluye en la edición. Acertado por la idea de reunir a Villoro y Vila-Matas en una conversación, acertado por mostrar al autor en su entorno doméstico, en su realidad cotidiana al mismo tiempo que escuchamos textos totalmente exóticos sobre esa misma realidad –lo que permite plasmar en imágenes la interesante técnica de su litertura-, y acertado por limitar a media hora la dirección de la cinta, ¿cuántos buenos documentales no tendríamos en la mano si sus autores se hubieran dado cuenta de que una hora u hora y media era excesivo para el asunto que tenían entre manos? Ameno e intenso, profundo sin resultar pedante, el trabajo de Díaz Álvarez es muy interesante.
Por encima de otras cuestiones no me gustaría abandonar este comentario sin felicitar a la editorial por la creación de esta colección y del formato. La idea de estos volúmenes unitarios que aúnan documentos textuales y audiovisuales puede dar muy buenos resultados, sobre todo si en el futuro se pretende hacer textos menos hagiográficos, con mayor contenido crítico, que los convierta en referentes para el estudio de un autor.
Vila-Matas portátil. Un escritor ante la crítica Edición de Margarita Heredia Candaya, Canet de Mar, 2007