Ha escrito una novela, Los papeles de K., en la que usa el viejo recurso del manuscrito encontrado actualizándolo a los avatares –uso la palabra en el sentido castellano, no se confundan los del universo de bits- de la vida moderna. En vez de texto escurridizo se trata de una mujer encontrada en un aeropuerto que aparece y desaparece para dar más o menos carrete al pececillo que finalmente nos relatará la historia. La historia es una marcianada de esas que albergan las ediciones de tapas duras e imágenes sugerentes y esotéricas que abarrotan los VIPS: Jesucristo no fue crucificado, huyó hasta recalar en Japón, donde sus descendientes iniciaron una estirpe que llega hasta un vetusto semiólogo exiliado a Oslo y su hija, muerta a los nueve años en Nagasaki por el lanzamiento de la bomba atómica. Este semiólogo, fascinado, inicia una investigación en la que aparecen los kami, entidades divinas que pertenecen a cualquier tipo de culto que se de en el planeta y que se relacionan entre ellos –todo muy masónico.
En una carta a Ernest Feydeau un generoso Flaubert dice que debemos valorar más a los hombres por sus aspiraciones que por sus obras. Yo quiero valorar esta novela de Pina por sus aspiraciones, porque como obra hay poco o nada que valorar. Un par de ideas sobre la materia de la que están hechos los recuerdos y las historias, pero poco más, lugares comunes de esos que tanto alabara Gide, pero poco más.
Lo que me molesta de todo esto es que este libro ha caído en mis manos por un despiste, porque concerté una cita y me despisté, llegué antes de lo previsto y no me había llevado nada para leer y entretener la espera. Así que me metí en la primera librería que vi, escogí el libro porque era de una editorial pequeña, era delgado y podía leerlo completo durante la espera, era de un portugués –debilidades tiene uno-, en el título creí ver una alusión kafkiana y en la contraportada decía que es una novela borgiana –debe tener algo que ver con las nueces, aunque nueces pocas, la verdad. Y cometí el error de comprarlo, y de leerlo. De todos modos lo que más me decidió a adquirirlo fue una frase de la contraportada que era una cita de un artículo de un diario portugués. Termina con la pregunta: “¿Podrán dos hombres soñar el mismo sueño o el mismo sueño soñarlos a ellos?” Es una frase bonita, ciertamente borgiana, fantástica, seductora. Lo mejor de todo es que se trata de la antepenúltima oración del libro, y es del propio Pina. Y es lo único que huele a Borges en todo el libro.
Manuel António Pina Los papeles de K. Xordica, Zaragoza, 2006