El verano está llamando a nuestras puertas. Nos parapetamos tras las contraventanas de nuestros salones, pertrechados de ventiladores y de aires acondicionados, llenamos la nevera de líquidos y de frutas, andamos por casa -y algunos por la calle- medio desnudos. Y el revistero del salón está lleno de catálogos de agencias de viajes en vez de los suplementos dominicales o los folletos publicitarios culturales que suelen dormitar a la espera de esa limpieza mensual que acaba con todos en el contenedor de papel.
La dan ganas a uno de irse lejos, bien lejos. Por ejemplo a Tokio, donde uno sospecha que todo va a ser sorprendentemente distinto e inquietantemente parecido. Y ver qué tal nos hubiera ido en un lugar tan cercano a nuestro modo de ver el mundo pero donde se come tan raro.
A dónde quieres irte tú, cómo pretendes salvarte de la canícula y su tedio. Qué viaje único vas a hacer o has hecho, cuéntamelo y a lo mejor te llevas un libro.