Llevo un mes con la cama deshecha. No me ha dado por estirar las sábanas ni cuando estuvo el otro día un operario para darme de alta el ADSL en casa. Y eso, lejos de hacerme sentirme como un guarro –ya sé que soy un poco desastre-, me sirve como termómetro de la cantidad de trabajo que he realizado últimamente. No es una broma, el hecho de que la casa esté un poco abandonada tiene una relación directa con el hecho de que esté muchas horas al día pegado al ordenador. Una de las preguntas que más a menudo me hacen mis alumnos es cómo buscar las ideas, cómo imaginar historias, cómo descubrirlas. Yo les digo siempre lo mismo, que cuando se sienten ante el ordenador –yo creo que casi nadie escribe ya en otras condiciones, ni los poetas- y no se les ocurra nada se pongan a limpiar la casa. Fregar el escurreplatos que ha acumulado grasa durante un año es un modo inmejorable de encontrarse con una trama interesante, por ejemplo. Y los personajes más redondos, con una psicología definida suelen presentarse a uno cuando está con una mano metida en el agua fría del retrete limpiando el último recodo del sifón. No es una broma. Muchos de los estudiosos de la psicología de la creatividad pueden explicar mejor que yo los procesos mentales que favorecen la creatividad. Y uno de ellos es realizar actividades mecánicas que no necesiten nuestra concentración, porque así la mente se libera y es cuando surgen pensamientos creativos, libres.
La casa limpia y ordenada de un artista nos viene a decir que ha tenido muchas ideas, o que las está teniendo, y que en breve aquello comenzará a ser un caos. Y una casa desordenada quiere decir que el artista tiene un montón de ideas que está poniendo en práctica. Bueno, luego están los que tienen para pagar a una asistenta. Pero eso ya es otro tema.