Hasta hace unos años en España sólo se conocía a Daniel Clowes, fuera de los círculos de seguidores del comic underground, como el autor del cartel de Happiness, la película de Solondz con la que la obra de Clowes tiene muchos elementos en común.
Luego llegó la adaptación de Ghost World, uno de sus trabajos más celebrados, y el progresivo y constante rumor de esta Como un guante de seda forjado en hierro.
Para hablar de ella se podría recurrir a destripar el argumento de la historia -algo absurdo, porque no reside en la trama la fuerza de la historia-, o mencionar la filiación que se deja entrever entre esta obra y el cine de David Lynch, por poner un ejemplo de artista que investiga en una misma dirección.
No, lo verdaderamente interesante del trabajo de Clowes es que, por un lado, toca directamente al lector. Uno puede quedar totalmente enamorado de la obra de Clowes o le puede parecer repulsiva. Eso es lo de menos, porque en ambos casos ha incidido en el lector del mismo modo, les ha producido las mismas sensaciones, y mientras a unos les desagradará enormemente descubrir esas zonas que alumbra Clowes, otros se quedarán fascinados con el descubrimiento, y hablarán maravillas de él y de su obra.
Por el otro, en la concepción que tiene del cómic. Ya me he quejado en este blog en alguna ocasión de la falta de ambición de muchos autores de cómic. Y ese problema no lo tiene Clowes. Cuando uno lee este tebeo tiene la misma sensación que cuando ve ciertas películas, lee ciertos libros, escucha ciertos discos. El artista, el creador quiere transformarnos con su obra, quiere que el modo de ver, de entender, de moverse por el mundo quede modificado una vez hemos conocido su trabajo. Ya sólo tener esa ambición en el supermercado cultural en el que vivimos, donde precisamente se busca lo contrario, obras de fácil consumo y que requieran poco esfuerzo en su recepción, obras desechables de usar y tirar que se puedan comprar en paquetes de diez, haría a Clowes merecedor de nuestros más entusiastas elogios.
No, lo importante es que Clowes triunfa en su empeño. Es ambicioso y resolutivo, porque la lectura de cómo un guante de seda forjado en hierro transforma nuestros modo de ver el mundo. Su narración surrealista, libre formal y temáticamente, su estética de la fealdad, el delirio torrencial que se nos va mostrando, que se interioriza a medida que se lee la historia, resulta fascinante.
Yo he pasado miedo leyendo este libro. Pasar miedo con un libro en pleno año 2007. ¿Quién puede ofrecer eso? Ahora la realidad me da, también, miedo, porque la veo muy cercana a lo que me cuenta Clowes.