18 abril 2011

Cambiar para que todo siga igual

Lo he contado más de una vez, y lo he dejado por escrito, pero lo primero que a mí me impactó de Daniel Alarcón no fue tanto su escritura como su persona. O, mejor dicho, su actitud. Cuando lo conocí, durante uno de esos festivales en los que con la excusa de la literatura unos gestores culturales astutos ganan un dinero y facilitan encuentros, me llamó mucho la atención que Alarcón era el único al que vi leyendo. Entre tertulia y tertulia casi todos pasábamos el tiempo comiendo, bebiendo y bromeando, pero él, en uno de los sofás del hotel donde se alojaba, leía enfrascado un ejemplar de The Heart of Darkness. Además, las dos veces que le tocó intervenir en alguno de los actos del festival, lo hizo siempre con una sobriedad y acierto más que relevantes. Así que, lo primero que hice apenas volví a casa fue leerle totalmente seducido y embobado. Me gustó su novela Radio Ciudad Perdida, pero la encontré quizás algo hinchada y un poco confusa, pero lo verdaderamente fascinante fue el libro de relatos Guerra a la luz de las velas. En esos relatos latía la energía y contundencia narrativa de algunos de los grandes autores del boom, pienso sobre todo en Vargas Llosa y García Márquez, pero pasado por el interesantísimo tamiz de la literatura norteamericana más reciente. No en vano, Alarcón se ha criado en los Estados Unidos y escribe en inglés. Además, cuenta con la ventaja de un traductor como Jorge Cornejo, atento y cuidadoso siempre como pueda comprobar cualquiera que lea sus libros, y la ayuda del propio padre de Alarcón, que sí se ha criado en Perú y maneja el español con más soltura que su hijo. Aunque, hay que señalarlo, todas las veces que hablé con él, siempre en español, no tuve la sensación de que tuviera ninguna dificultad para expresarse perfectamente usando la lengua de su familia.
Pero, más allá de todos estos detalles medio sociológicos medio de amarillismo, lo más importante era lo vívido de cada una de las historias que formaban ese libro de cuentos. Guerra a la luz de las velas es, hay que decirlo una vez más por si alguien lo ha olvidado o no ha querido entenderlo, uno de los mejores libros de cuentos que se han publicado en español en los últimos años. Y esto no deja de ser paradójico porque es un libro escrito y concebido en inglés. O sea, que es un libro plenamente latinoamericano en su mirada y en sus historias pero que se ha escrito en una lengua y bajo los criterios de una tradición distinta. Eso lo convierte, sin duda en algo mucho más fascinante de lo que podemos pensar a primera vista. Y además sitúa a su autor como uno de los más interesantes, y singulares, referentes de dos tradiciones literarias. No es casual, me temo, que haya sido incluido tanto en la selección de Bogotá'39 como en la de los veinte mejores autores menores de cuarenta años en lengua inglesa de la revista New Yorker. Alarcón es un símbolo del presente porque es un autor de una solidez poco frecuente, pero, además, permite vislumbrar el mundo que viene.
Por eso, cuando tuve constancia de la edición de El rey siempre está por encima del pueblo en la edición peruana de Seix-Barral me puse automáticamente alerta. Cuando supe que la edición mexicana corría a cargo de la audaz Sexto Piso comencé a sentir una ansiedad importante. Y, cuando Alfaguara lo publicó en España corría a solicitar un ejemplar al instante. Lo leí ese mismo fin de semana y decidí dejar en barbecho esa lectura antes de dejar por escrito mi experiencia.
Por un lado porque hay una serie de elementos a tener en cuenta. El primero es que se trata de un libro que no se ha editado en edición estadounidense. Reúne una serie de relatos que han ido apareciendo en varias revistas y que se han traducido y compilado de cara a los mercados hispanohablantes. Eso va más allá de lo anecdótico. Por ejemplo, algunos de esos relatos, como El juzgado, cuya escritura está muy condicionada, aparecen junto a otros textos que, posiblemente eran mucho más ambiciosos. Pongo este ejemplo porque me parece doblemente significativo. Ya hablé de ese relato, y se pudo leer aquí mismo, cuando comenté el simpático Napkin project de la revista Esquire, consistente en enviar una servilleta con el logo de la revista a 250 autores para que escribieran un relato en ella. Obviamente, el texto debe ser muy corto, y es obvio también que no es, desde luego, un tamaño que beneficie a la detallista y progresiva narrativa de Alarcón. Pero supongo que la idea del libro es reunir ese conjunto de textos, sin detenerse en detalles como la calidad o la pertinencia de hacerlo.


Pero he dejado que pase el tiempo y, aprovechando la calma que reina en estas fechas, he aprovechado para releer el volumen de relatos. Me ha permitido convencerme de que se trata, evidentemente, de un libro muy desigual, que reúne textos de circunstancias poco relevantes con cuentos de grandísimo nivel e intensidad. Por ejemplo, "El puente", que es una narración especialmente afortunada. Pero, sin duda, la más seductora, que está situada como cierre del libro -y hay que hacer una lectura muy interesante de que aparezca como final de esta recopilación y el mensaje latente de que los senderos de la narrativa de Alarcón estén siguiendo nuevos senderos y obliga una vez más a esperar con muchas ganas un nuevo libro- es la más rupturista, "Los sueños inútiles". Se trata de la más extraña, de la más innovadora pero, al mismo tiempo, la que deja un poso más perdurable tras su lectura. Esa narración extraña y descoyuntada, a medio camino entre el tono ensayístico y las narraciones distópicas y las de anticipación es una experiencia única. Hay algo en ese relato que habla de un Alarcón que se sabe, o al menos no se contenta, con ser un escritor de tramas rotundas, de personajes cincelados, de un minimalismo narrativo enriquecido por la exuberancia de la herencia barroca de la literatura latinoamericana, no, hay un escritor que quiere provocar sensaciones, que concibe la página como un espacio y la narración como un trayecto que atraviesa el lector, independientemente de que haya un argumento más o menos reconocible detrás.
A mí, como lector, me interesa ese nuevo Alarcón tanto como el que ya conocía, y justifica mi fanatismo y las ganas de seguir leyendo más textos salidos de su mano. Ansiosamente.

Daniel Alarcón El rey siempre está por encima del pueblo
Seix-Barral, Lima, 2009; Sexto Piso, México, 2009; Alfaguara, Madrid, 2010
Traducción de Jorge Cornejo