Hace ya más de un mes que se puso en marcha un bonito -aunque algo descabellado proyecto- que se llama La tormenta en un vaso. Para el que no lo conozca tan sólo decirle que es un blog en el que un grupo limitado de participantes, autodenominado Banda aparte, va desgranando reseñas sobre libros a razón de uno al día.
Digo que es -tal vez habría que usar un pretérito imperfecto, ya que la fase de proyecto ya ha pasado y nos encontramos con uno de los momentos más duros de toda trayectoria, ése en el que hay que dar un golpe de timón para que el resultado se acerque a lo proyectado o echar el cierre- un proyecto bonito porque a todos nos gusta la idea de guardar unos minutos al día para leer lo que alguien inteligente opina sobre un libro.
Además, el hecho de que el grupo esté formado por cuarenta y nueve miembros quiere decir que, con apenas comentar seis o siete libros al año se completa el inventario. La idea es, creo, esquivar el riesgo de un lectura apresurada, superficial, de los libros, cuando no el comentario de los textos de contraportada y solapas, o del dossier de prensa si hay un poco de suerte.
Lo que sucede es que, en primer lugar, uno duda que haya trescientos sesenta y cinco libros merecedores de una lectura entre lo que se publica cada año. A lo mejor peca uno de pesimista, pero lo digo sinceramente. Y eso a pesar del acierto de abrir la selección a todo lo que pueda uno encontrarse en la librería -aunque en la realidad del día a día, excepto algún ensayo, poca cosa de historia y un cómic todo, absolutamente todo, lo reseñado es literatura.
Pero bueno, una de las buenas razones para frecuentar el blog es poder leer lo que profesionales con criterio opinan de los libros, incluso si hablan mal de ellos pero de un modo justificado, como hiciera Vicente Luis Mora de un modo ejemplar a la hora de escribir sobre el Doctor Pasavento de Vila-Matas. Lo que sucede es que al final esta tormenta del vaso se ha convertido más bien en un charquillo en un chupito, donde el compadreo manda y la falta de capacidad, no ya crítica sino en algunos casos meramente expresiva -porque la incapacidad como redactores de algunos de los participantes es pasmosa-, se hace a cada reseña más patente.
Para hacer un lugar de referencia -y este podía haberlo sido- hay que hacer algo más que reunir a un puñado de "amiguetes", hay que ejercer un criterio claro, tanto a la hora de dar por bueno un texto y colgarlo en el blog como de elegir los libros a comentar e, incluso, tener un poco -basta con un poco- de vergüenza a la hora de dedicarse al compadreo tan prolífico en el mundillo editorial español.
Basta con ver como el índice de comentarios ha caído de un modo espantoso. A mí mi abuela me dijo que a palabras necias oídos sordos, y es una pena, porque en la lista -en la que, por cierto, sé de buena tinta que hay gente que difícilmente entregará un texto para la bitácora- había gente muy interesante.
En fin, otro proyecto que podía haber sido y se ha quedado en agua de borrajas.