Todos los fines de semana la misma historia. En algún momento, ya sea la mañana del sábado, la del domingo, o la tarde del domingo, ese periodo de tiempo lleno de posibilidades pero en el que al final nunca hacemos nada excepto aburrirnos –es los domingos por la tarde cuando uno tiene más ganas de estar casado o algo así porque las penas en compañía parecen menos penas-, en algún momento hay que sacar un hueco para limpiar el baño -¿cómo es posible que un lugar donde nos lavamos coja tanta mierda?-, para barrer la casa, fregar los cacharros, etc. Tanto insistió mi madre que al final yo también pienso que no se puede vivir en una leonera, aunque uno viva como un tigre, solo, mejor solo que mal acompañado –otro día hablamos de los compañeros de piso y las discusiones por los turnos de limpieza.
Así que las tareas domésticas requieren su espacio, su tiempo. Todos tenemos un cajón lleno de pelos esperando que alguien lo limpie.
La pregunta esta vez va a ser la siguiente: ¿Qué actividad cotidiana, doméstica, te da más pereza hacer? No es difícil, pero sí personal.