En el Bobelia de hoy, haciendo honor a su nombre, acaban de descubrir el último fenómeno "cultural" español: los best-sellers patrios. Pasando por encima del sorprendente hecho de que este artículo esté en el suplemento cultural del periódico cuando debería estar en las páginas color salmón de negocios -por cierto, ¿por qué son de color salmón las páginas de los suplementos de economía?, ¿tan simples son los que las leen que no pueden localizar el suplemento dentro del tabloide si no se lo señalan cromáticamente?- lo peor de todo es que la estupidez se ha instalado con toda firmeza en el mundo cultural español.
Hasta hace poco, y aunque se me pueda tildar de melancólico -aunque sea una actitud muy similar a la que ha llevado a Pérez-Reverte a las mismas listas de éxitos que ahora encumbran a estos mastuerzos, a la Real Academia y a los cines de la Gran Vía-, la industria editorial española estaba orgullosa de libros como El Quijote, pero ahora uno debe sentirse orgulloso cuando salga al extranjero y relacionen el sintagma "literatura española" con Ruiz Zafón, Julia Navarro, Ildefonso Falcones, Matilde Asensi y Javier Sierra. Pero uno, la verdad, se siente rodeado de imbéciles ante artículos com este. Porque, vamos a ver, si a cualquier se le pregunta por la literatura británica le vienen a la cabeza novelistas de prestigio como Amis, McEwan, Ishiguro, Rushdie y demás -que serán mejores o peores, venderán más o menos, pero tienen prestigio- y si te preguntan por los yanquis uno repara en Auster -cada vez peor, por cierto-, DeLillo, Pynchon o toda la tropa de jovencitos con Foster Wallace o Eugenides a la cabeza. Y así podríamos continuar con más literaturas occidentales.
Ya es revelador observar como a escritores que en España creemos importantes no les hacen el menor caso fuera de nuestars fronteras, mientras que otros cuentan con numerosas traducciones. Pero que ahora nos vengan a convencer -sorprendetemente, todo hay que decirlo, desde un medio que, seguramente para indiganción de su dueño, el señor Polanco, no cuenta en las editoriales de su emporio con ninguno de los autores del artículo- es de risa.
Una portada y dos páginas formato tabloide hablando de balances de cuentas en un suplemento cultural. Y luego quieren que se les tome en serio.