21 septiembre 2006

Retazos de vida

Hay libros que no son inolvidables, que no son fundamentales para entender los derroteros de la cultura pero que son agradables de leer. Suelen estar preñados de historias humanas, que no nos suenan, nunca, a novedades nunca escuchadas, sino que se parecen más a esas charlas que pescamos en los transportes públicos o las colas de los comercios, en los que nos enteramos de verdaderas novelas, auténticas historias que, de ser contadas en un libro, en una película, nadie creería. Son historias sumergidas en verdad y que nos reconfortan un poco con las vidas que no hemos tenido. Sobre todo los que –no sabría decir si invertimos o desperdiciamos- gastamos mucho tiempo en vivir vidas a través de los libros que leemos.
Un libro de esos, de los que no cambiará la Historia de la literatura ni la vida de uno –ni falta que hace- es Bar de anarquistas de José María Conget. Este maño trastocado en universal, que vive en Sevilla después de haber estado dando tumbos por medio mundo, tiene una obra llena de libros como este. Libros que no aspiran a revolucionar el mundo, que no quieren romper los cánones literarios, sino que buscan ser compañeros.
En un mundo en el que parece que el que no grita o salta no sale en la foto, es agradable tener a tu lado a ese tipo que ni alza la voz ni da la nota, que tan sólo está ahí, que de vez en cuando, entre caña y caña, entre café y café, nos cuenta un poco de la vida –de la verdadera, la de los recibos sin pagar y las humedades en la pared- y nos deja de las novelerías con las que otros nos agotan.
Conget ha elegido hacer una literatura que vende poco y no sirve para salir en la tele. Esa que habla de la vida y que intenta trasladar un poco de la gris existencia de cada uno –tan llena de color en realidad- a unas páginas.
No creo que la posteridad preocupe mucho a Conget, parece más listo y disfruta el presente.

José María Conget Bar de anarquistas Pre-textos, Valencia, 2005