12 marzo 2007

Libros de siempre para nuevos lectores

No son los libros de aforismos presencia usual en los estantes de las librerías españolas. Por eso resulta doblemente arriesgada la apuesta de Periférica por rescatar autores extranjeros y de épocas pretéritas –en un mundo donde el mercado impone lo autóctono y novedosos como si se tratase de un marchamo de calidad-, sino que se además se atreve a rescatar a autores que brillaron sobre todo cultivando el género aforístico. Por estos lares se habló ya de Remy de Gourmont a propósito de la publicación de Pasos en la arena, y toca ahora hablar de su maestro, Antoine de Rivarol.
Con la edición de este libro se produjo un consenso crítico casi unánime, siempre positivo, y pocas veces puedo uno decir que todo lo que se ha dicho de él en diversos medios es cierto. En poco menos de noventa páginas uno tiene un compendio que le permite hacerse una idea de quién fue Rivarol y qué lugar merece su obra dentro de la Historia de la Literatura. La edición de Luis Eduardo Rivera es perfecta. El prólogo nos inserta de un modo directo en la obra y la importancia del autor dentro de la literatura francesa, la selección de pensamientos –que son los aforismos- y rivarolianas –anécdotas ingeniosas protagonizadas por el autor- es inmejorable y permite muchas relecturas cada vez más enjundiosas, y la cronología vital y bibliografía con las que se cierra el volumen son información impagable para todo lector que quiera seguir investigando la obra de Rivarol.
Un libro que, pese a que sus horizontes comerciales parecían ser poco halagüeños, ha recibido un empuje por parte de la crítica que le ha permitido mantener un ritmo de ventas continuado según me ha confirmado su propio editor.
Por eso me parece que este libro resulta paradigmático de la labor que están realizando algunas, muy contadas, editoriales que verdaderamente lucen la bandera de la independencia sin que eso se restrinja una realidad empresarial coherente, fructífera y aún así beligerante con la dictadura del mercado. Plantear una editorial comercial en Cáceres, lugar precioso como pocos y donde la calidad de vida es inigualable –se ve que a uno le tira la tierra- pero que está alejado de los centros de comunicación nacionales –Madrid- o del centro histórico de la industria del libro –Barcelona- es ya de por sí una labor complicada. Hacerlo con autores que escapan a lo trillado y a lo que nos tiene acostumbrados el mercado –europeos muertos hace ya un siglo como poco o autores contemporáneos de Hispanoamérica que apenas son conocidos aquí- y con géneros de poca atención por parte del lector -memorias, aforismos, nouvelles, ensayos de alta cultura- es una labor titánica. Y de todo ello han salido bien parados, editando libros bellos como objetos e interesantes en su contenido, demostrando que esa posición aparentemente marginal no es un obstáculo para obtener el éxito. Y consiguiendo que en apenas un año haya ya lectores que compren un libro sin más referencia que conocer la editorial.
Pero, si valoramos este año de vida de la editorial Periférica, no podemos hacer otra cosa que sentirnos agradecidos a sus gestores por la labor realizada, a sus colaboradores, tanto editoriales como comerciales, su eficacia. Pero, sobre todo, hay que destacar que fenómenos como este evidencian la existencia de un nuevo lector que busca calidad en la lectura y que va a la caza de la misma en las librerías. Está por analizar si ese lector es fruto de la siembra de editoriales como esta o si, por el contrario, estas editoriales han tomado un nicho que estaba ahí a la espera de que alguien se decidiese a ocuparlo. Importa más el resultado, que resulta halagüeño para los que están interesados en la calidad: hay un nuevo lector y hay nuevas editoriales para ese lector, una simbiosis que sólo favorece a la cultura.
Ah, y ese lector, por supuesto, tiene un ejemplar del libro de Rivarol en casa.
Antoine de Rivarol Pensamientos y rivarolianas Periférica, Cáceres, 2006