Una de las cosas más terribles -y asquerosas, la verdad- del ser humano es su afán gregario. Basta con que alguien marque una ruta para que todos, borreguilmente, le sigan. Si el que lo dice dispone de un lugar de prestigio, un reconocimiento, mejor que mejor. Todavía recuerdo la enorme cantidad de papanatas que seguían a pie juntillas las propuestas que hizo García Márquez en Zacatecas, sin reparar en la ironía que destilaban sus palabras, del mismo modo que muchos, alarmados porque creían que cualquier cosa que el Nobel colombiano dijera iría directamente a los altares, se apresuraraon a escribir textos rebatiendo las propuestas del aracataqueño -aprovecho la aparición del gentilicio para pedir, por favor, que el alcalde de esta ciudad no logre su empeño de cambiarle el nombre a la misma y llamarla Macondo, no porque no puedan o no deban hacerlo, sino por estética, sería demasiado hortera que incluyeran Aracataca, perdón: McOndo, en las rutas turísticas de Colombia.
Hay otra cosa que surgió, creo, de la misma fuente y, como todas las tonterías si vienen de lo alto, no tardó en propagarse. Correveidiles varios -esa gente que, si es alguien, lo es por sus amistades y no por méritos propios- se apresuraraon a poner en práctica su uso y, todavía hoy, lo siguen haciendo. Son, en su mayor parte, cándidos directores de suplementos culturales, presentadores de programas televisivos, columnistas de todo a cien y demás. Se trata de la expresión "boca a oreja". Como cualquier ser humano medianamente enterado sabe, la usan en sustitución del "boca a boca" que, parece ser, no les gusta, no se sabe muy bien si porque no la entienden o porque no han meditado un poco sobre ella, aunque sospecha uno que porque otros la usan, y ya se sabe, esto es como en la juventud, si todos lo hacen, ¿por qué yo no he de hacerlo?
No es necesario ser un académico de la lengua, de hecho basta con ser un hablante competente del español, para darse cuenta de que la expresión "boca a oreja" designa el acto físico de la comunicación, casi diríamos del susurro, y poco más. Evidentemente, para que alguien se comunique, es necesario que diga algo y que el receptor del mensaje escuche, esto es, que haya una comunicación verbal. Es necesari, por tanto, que se usen esas dos partes del cuerpo, de la cabeza, que se indican en la expresión. Pero no va más allá. Cuando estos simpáticos y ocurrentes loros dicen eso del éxito del "boca a oreja" está machacando una expresión muy simple, un verbo: recomendar. Porque, maravillosos usuarios de la lengua, tenemos un verbo que sirve para eso: "Fulano le recomendó un libro a mengano".
Pero la expresión "boca a boca" es mucho más rica e interesante. No en vano muchas veces aparece modificando al verbo correr o ir, y así escuchamos: "corre el boca en boca" o "va de boca en boca", además de aquello de "el boca a boca ha funcionado". Lo que está indicando en este caso es que, además de la comunicación en sí, se está produciendo una propagación de dicha noticia, está divulgándose y llegando a más gente, porque frente al boca a oreja= un acto de comunicación, el boca a boca=muchos actos de comunicación.
Esa es la razón por la que, cuando de lo que se quiere hablar es del éxito de un libro, de un disco, de una película, cuya divulgación se ha producido por las recomedaciones que la gente ha hecho dentro de sus círculos de amistad, familia o trabajo, y no a través de la promoción publicitaria o mediática de la editorial, discográfica, productora o empresa que fuere, es más exacto recurrir al boca a boca.
Claro que, como muchas otras cosas, esto caerá en saco roto, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.