Dice el tópico -que, como todos los tópicos, alberga en su interior una mentira flagrante y una verdad incontestable- que uno no debe irse a la tumba sin haber plantado un árbol, escrito un libro y haber tenido un hijo.
Árboles planto yo varios al día. Lo siento por el tono escatológico del asunto, pero desde bien pequeño he tenido el sistema digestivo delicado y necesito ir varias veces al día al baño. Hasta que cumplí los tres años, de hecho, tuve una colitis crónica que provocó mi expulsión en más de un jardín de infancia. "Qué mierda de niño" parece ser que le decían a mi madre cada tarde cuando iba a recogerme.
Lo de escribir un libro ya lo he hecho, e incluso he publicado alguno. Claro que no soy yo el que aparece como autor del mismo, sino una actriz andaluza que pasó de estar sola a pedir que le cuenten, y que se debió de hartar a trabajar para escribir ese libro de recetas andaluzas que yo me ventilé en una semana de investigación internaútica y un fin de semana de redacción alucinada. Si alguien sufre una indigestión por cocinar alguna de esas recetas no me hago responsable.
Y lo de tener un hijo se me parece cada día como algo más necesario. Máxime ahora que, con eso de que el precio de la vivienda está disparado, la gente no tiene para pagar su hipoteca. La solución la han encontrado unos chicos de una caja de ahorros vasca. Se trata de las hipotecas a 50 años. Teniendo en cuenta que, según las últimas estadísticas, la esperanza de vida en España -siento no regirme por la estadística vasca pero la desconozco y, hasta que las cosas cambien, vamos a considerar Euskadi como parte de España- es de 76 años, eso quiere decir que, apenas uno termine la enseñanza obligatoria, y haya decidido si va a hacer el bachillerato de ciencias o letras, debe ir corriendo al banco para firmar su hipoteca. Es la única manera de tenerla pagada para cuando nos vayamos a la tumba. Si en el camino no nos hemos acordado, o no nos hemos podido permitir, pagarnos un seguro de vida -que se encargue de los gastos de funeral y sepultura-, nuestros hijos, por lo que nos hemos deslomado con tal de dejar todas las letras de la hipoteca pagadas, no podrán negarse a pagar un entierro decente para ese hombre que, cuando todavía no se había acostad con mujer alguna, ya tuvo la previsión de dejarle pagada la casa.