
¿Por qué las instituciones que deben velar y promover la cultura española son pasto de ajustes de cuentas y de pagos de favores?, ¿por qué no se nombran comités y cargos independientes que realicen su fución como buenos profesionales?, y, rizando ya el rizo, ¿por qué se destituyó a Juan Manuel Bonet, posiblemente el mejor director de la institución de la reina -porque uno ya no sabe si eso es un museo, un centro de arte, una biblioteca, un teatro, una librería pija o un restaurante más pijo aún- para colocar a alguien tan eficiente como la ministra, o sea: nada, vamos a dejarnos de ironías de una vez, y que tarda casi tres meses en darse cuenta de que una gotera que sale de su despacho se está cepillando un cuadro?
Hace treinta años que murió Franco y esto se convirtió en un régimen democrático, todos los días se encargan de recordárnoslo. Pero, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar hasta que los políticos tengan presente que el ejercicio de su función debe ser democrático? Van ya treinta años de gobiernos y no ha habido un solo ministros de cultura con un mínimo conocimiento del significado de la palabra -lo siento, señor Semprún, pero se le notó poco-, ¿por qué no quitar ese ministerio y dedicar un poco más de empeño en que la gente tenga una formación, disfrute de una educación como está mandado, y así veremos como la cultura va mucho mejor que de este modo? ¿Hasta cuando van a tener que pagar los ciudadanos obras de arte faraónicas cuando muchos no entienden tan siquiera un texto sencillo tras haberlo leído un par de veces?
Vaya mi enhorabuena a los recién nombrados, espero que tengan un poco de vergüenza y renuncien pronto a sus cargos.