Hay una carencia evidente en la literatura española de reflexiones de los autores sobre su oficio, sobre su estética, sobre su creación. Vicente Luis Mora señalaba esa ausencia en el ámbito de la poesía en su libro Singularidades. El libro que nos ocupa viene a intentar parchear esa falta de reflexiones dentro del género del cuento. Es una ausencia extraña, todo hay que decirlo, porque precisamente el cuento se ha destacado siempre por las numerosas reflexiones realizadas por algunos de los más perspicaces escritores del género. Frente a la novela, en la que la vagancia o la dejadez de sus practicantes ha evidenciado esa carencia de reflexiones, el cuento siempre ha tenido multitud de autores dispuestos a plantear una “receta” sobre el modo de escribirlos.
Menos en España. Frente a las numerosas muestras de los autores hispanoamericanos, los autores españoles han dado pocas muestras de pensar sobre el género. Por eso resulta especialmente interesante la edición de El arquero inmóvil. La génesis del libro es una propuesta del profesor universitario Eduardo Becerra a veintidós autores para que realicen una poética de su trabajo con el relato breve. La selección de dicha nómina de autores ha correspondido en exclusiva al editor del libro, lo que asegura una independencia que, en la mayoría de los casos, no tienen estas aventuras, ya que la editorial se empeña en meter a autores de la casa, cosa que en este caso no ha ocurrido, porque se ha dejado a Becerra libertad total. Se podría, por supuesto, cuestionar algunos de los nombres y proponer otros, pero eso sería una mera cuestión subjetiva que no empaña los méritos de este libro.
Hay que decir que, para todo aquel que se acerque ahora o se haya acercado hace poco al cuento es una muy interesante muestra de los que los autores opinan sobre dicho género, y por eso mismo yo he recomendado a mis alumnos la lectura del libro. Así pues en el aspecto divulgativo hay que agradecer tanto a Eduardo Becerra como a la editorial Páginas de espuma su labor.
Ahora bien, desde una perspectiva más estricta, la de un lector de cuentos y de textos sobre el cuento ya entendido, el libro deja mucho que desear. En primer lugar se aprecia algo que ya señala el mencionado Mora en su libro a vueltas con los poetas, y es que la mayoría demuestran no ya unas lecturas mínimas sobre el género, del ensayo y de la crítica que este ha generado, sino que desconocen en su mayoría el mero significado de la palabra poética. La mayoría se dedican a explicar cómo han escrito sus cuentos –algunos tienen la desvergüenza de hablar incluso de la génesis de sus novelas- o hacen un refrito de la mayoría de las ideas ya comunes que se han vertido sobre el relato breve. Así pues no hay que lamentar que pocos se animen a escribir poéticas, sino que resulta casi un alivio que, si es eso lo que entienden como tales, no las hagan más a menudo.
Creo que uno de los errores que ha cometido Becerra y ha desembocado en un libro apto para profanos pero poco estimulante para los habituados es que muchos de los autores encuestados no son, en realidad, gente que se preocupe demasiado por el cuento. Me explico, son gente que escribe cuentos como podía escribir cualquier otra cosa –varios son autores de un libro de cuentos que pronto, una vez han dejado de ser autores inéditos- se han pasado a la novela para no recalar casi nunca en el relato breve y ante esa perspectiva es difícil que, si no han elegido el cuento como género por sus virtudes, sean capaces de hablar de él de un modo interesante.
Por otro lado, muchos son autores de una obra cuentística totalmente integrada en la doxa. Si uno pretende establecer una “nueva poética” debe, por necesidad, partir de autores que estén haciendo un cuento nuevo, que violenten las ideas preconcebidas sobre el mismo. Los que escriben textos como si Poe hubiera muerto ayer pueden ser, a qué mentirnos, autores interesantísimos y muy reconfortantes, pero seguramente podrán decir pocas cosas nuevas sobre el género. Por otro lado es alarmante la cantidad de autores que han refrito textos anteriores –como soy un lector avezado de estos asuntos, doy clases de ello, en cuento pesco un texto de estos lo leo, y me ha sorprendido ver lo vagos que son la mayoría de los encuestados- cuando no directamente usado textos que circulan por Internet hace años.
Afortunadamente hay autores que están recogidos en el libro y sí plantean ideas. El caso de Fresán es paradigmático, porque es posiblemente el autor que trufa todos sus relatos de poéticas, entendidas incluso como verdaderas cosmogonías, así que no es sorprendente que plantee asuntos interesantes en el texto que ha entregado aquí. Andrés Escapa y Enrigue plantean dos poéticas que son muy distintas pero que demuestran un interés común: establecer qué es el cuento y por qué ellos lo usan, algo que muchos parecen haber olvidado a la hora de completar la encuesta. Probablemente otra poética verdadera del libro la haya escrito Mercedes Cebrián, ya que es el único texto que explica por qué escribe sus cuentos de esa manera, y los justifica de un modo consistente y, lo que es más importante, convincente la extraña naturaleza de los mismos.
Caso aparte merecen los que son los dos textos más importantes del volumen. Uno es el epílogo de Ricardo Piglia –que en realidad es la trascripción de una charla que dio en la Universidad Autónoma de Madrid, y que parece metida con calzador dentro del volumen a juzgar por su temática, que no es otra que la nouvelle, y no el cuento, aunque por su calidad justifique su lectura- donde se analiza de un modo novedosos el género a la luz de la perspectiva del narrador dentro de la historia, y se llega a un nuevo paradigma de novela corta epistemológica, donde el narrador se dedica a intentar entender lo que cuenta y es la indefinición de lo narrado lo que le da verosimilitud, consistencia y, lo más importante, un sentido. No quiero olvidar el estupor que produce, eso sí, ver incluido el nombre de Piglia en la portada, no se entiende entonces la ausencia de los otros veintidós.
El otro texto fundamental es la poética de Ángel Zapata, llamada Habrá una vez. En él se alude a le recuperación del sustrato mítico, del acto de comunicación social que existía en el contar cuentos de la narrativa tradicional, frente a una sociedad llamada a la vivencia de sucedáneos impuestos desde fuera. El cuento como catalizador de la experiencia, como herramienta necesaria para exprimir nuestra vida más allá de la vida diaria, hasta llegar a la elaboración de un sueño, que posiblemente sea el de todos si sabemos construirlo. La propuesta de Zapata es subversiva, pero necesaria, ya que expone al cuento como terreno de comunicación y de experiencia, frente al solipsismo de la novela, a su voluntad de recrear el mundo, de imitarlo, el cuento es la posibilidad de un mundo otro, tal vez el que algunos ideólogos de la nueva izquierda predica, ese mundo posible que tenemos que construir de nuevo, no reparando el existente, sino sustituyéndolo por el nuevo. En esa labor de creación de un nuevo mundo, esa praxis, no temamos a la palabra, tenemos que llevar la voz cantante, la del verbo, ser dioses que nombran, y por tanto dan vida y existencia a nuevas realidades. Tal vez eso persiga el surrealismo, y desde luego lo hace el que practica Zapata desde La llave de los campos. De su posición activa, militante, libertaria, está surgiendo un nuevo cuento que puede servir como uno de los senderos de la narrativa del futuro. Ahí está no sólo la obra del propio Zapata, sino la de García Antón, la de Julio Jurado y la de los que vendrán. Una narrativa que va más allá de los modelos heredados, que pretende recrear el mundo. Soñar para construirlo.
Evidentemente no se llega hasta una poética tan evolucionada porque sí. Frente al caso de la mayoría de los antologazos, Zapata lleva ya veinte años dándole vueltas al género, pensando sobre él. No hay nadie hoy con dos libros sobre el género como él, y eso se nota.
Por habernos acercado los textos de Piglia y Zapata hay que darle las gracias Becerra, pero se echa en falta un poco más de capacidad de reflexión en la narrativa hispánica. Decepciona lo pobre de la media de las reflexiones aquí recogidas.