14 noviembre 2006

La lectura es salud

Hay muchas manera de promover la lectura, casi tantas como personas. Tal vez por eso algunos "iluminados" se dedican a criticar cada cierto tiempo las iniciativas de promoción de la lectura, porque, suelen decir, no hacen otra cosa que vulgarizar la lectura. Lo que uno no entiende es que eso de "divulgar" sea malo, porque aunque el poco entendido piensa que lo que se hace es rebajar a lo vulgar, no es esa su etimología, sino acercar al pueblo, el vulgo.
A mí me alegran por eso las campañas de promoción de la lectura cuando son inteligentes. Como el anuncio televisivo en el que vemos a una niña imitando a su padre. Una de las cosas que a mí me sorprendió siempre, desde muy pequeño, cuando visitábamos a la familia, era la insistencia de mis tíos en lo buen chico y buen estudiante que yo era y lo malos que eran los suyos -he de puntualizar que creo ser el único estudiante de licenciatura de toda mi familia, si me equivoco este es el momento de hacérmelo ver-, que nunca se les veía con un libro en la mano. Pero yo recuerdo que si estaba allí y leía algo era porque el libro me lo había llevado de casa, y cuando para algún juego necesitábamos papel y lápiz tardaban horrores en encontrar alguno. O sea, que los hijos leían y escribían poco, pero es que los padres eran iguales.
En Extremadura tiene un plan de Lectura bien orientado y que realiza actividades originales. Esta semana pasada se han presentado dos iniciativas que deberían copiarse -así, sin más- en toda España. Una es la Biblioteca de cabecera. Consiste en entregar a cada paciente que ingrese en un Hospital de la comunidad extremeña un libro de lectura sencilla, amena, agradable, con un vocabulario final si fuese necesario, y un marcapáginas donde se le indique las posibilidades de usar la biblioteca del centro hospitalario. Muchos se quejan de que no tiene tiempo para leer, ¿no es la convalecencia un momento único para dedicarse a ello?
El otro, a mi juicio también magnífico, se llama Recetas de lectura. Si la farmacia es un lugar de salud, donde el ciudadano acude en busca de medicamentos, ¿por que no cuidar también su mente y su imaginación? En un expositor el cliente de las farmacias se va a encontrar unos folletos que imitan el formato de los prospectos que acompañan a los medicamentos, con muestras del texto e instrucciones. Además, esas recomendaciones de lectura están disponibles tanto para lectores juveniles como adultos, del mismo modo que la posología varia en cada uno de los pacientes, la lectura debe ir ajustada a sus necesidades para que sea beneficiosa.
Si la lectura es salud, hay que acercar la salud al pueblo. En el mundo en que vivimos usa la salud como chantaje al ciudadano: si fumas no te opero, si fumas matas a tu hijo, etc. Así que si el asunto de la lectura pasase a salud a lo mejor las campañas eran más efectivas.