Por supuesto que resultan insoportables los negros. No me desdigo de lo que tantas veces afirmé: los norteamericanos cometieron un grave error al educarles; como esclavos eran como chicos, eran más felices y menos molestos. ¿Qué hubiera hecho yo si hubiera tenido un hijo y ese hijo me hubiera salido negro? Para que tal cosa ocurriera habría tenido que acostarme con una negra y ni en mis peores pesadillas sería capaz de una cosa semejante. Nadie puede alegrarse de tener un hijo negro, ni siquiera los negros, pero uno se acostumbra a las mayores desgracias, así que yo también me acostumbraría a esa cosa de tener un hijo negro.
Reconozco que en el mundo los bienes están repartidos de un modo injusto, muy injusto; pero también hay que reconocer que la gente rica sufre mucho y es muy desdichada. Los pobres sufren mucho menos que los ricos; no entiendo por qué todo el mundo se compadece de los pobres y no de los ricos.
Yo no comprendo el rechazo que hay ahora contra la guerra. A mí me parece razonable que por motivos políticos se mate a otros hombres. Las cárceles, en cambio, me parecen muy inadecuadas. A ciertos hombres, en lugar de meterlos en las cárceles, hay que matarlos directamente.
El general Pinochet me pareció un hombre admirable que ha salvado a su patria. Estoy orgulloso de haberle estrechado la mano a ese prócer de América.
García Martín indica que pertenecen a una entrevista que se publicó en el año 1978, en la revista Blanco y Negro. La firmó Rodolfo E. Braceli y se trata de una entrevista que se le hizo a Jorge Luis Borges.
La razón de traer aquí estos extractos no es, ni mucho menos, sorprender a nadie evidenciando lo que todo seguidor de la literatura ya sabe, que el autor argentino fue siempre un niñato malcriado con una percepción de la realidad notablemente distorsionada. No, el motivo es demostrar que podemos disfrutar, incluso admirar, la obra de algunos artistas que, como seres humanos, son verdaderamente despreciables.
Uno debe hablar de la obra de dichos autores, porque puede ser relevante y notablemente interesante, pero no debe olvidar, nunca, la cuestionable autoridad ética o moral de esos autores. Hay casos, afortunadamente, en que uno encuentra a artistas, escritores, capaces de hacer una obra artística no ya buena, sino puntera y genial, y que, además, sirven como referentes para el desarrollo personal. Estoy hablando de gente como Ramón Gaya, como Medardo Fraile, que siguen sin estar suficientemente reconocidos.
Y luego, como no, siempre ha habido tipejos que son incapaces de servir como modelos tanto en lo profesional como en lo personal, y no estoy pensando en ningún expresidente de gobierno al que nadie le dice cuántas copas se puede beber antes de conducir.