18 mayo 2007

La historia de un superviviente

Manuel Chaves Nogales es una de esas perlas que han pasado desapercibidas a muchísimos, que no han sabido –o querido- ver en él no ya a un pionero del reportaje en castellano, sino un verdadero portento literario. Afortunadamente, en los últimos años han vuelto a ponerse a disposición de los lectores la mayoría de sus libros, que han ido recibiendo, de un modo casi unánime, una calurosa acogida crítica.
Entre ellos está este libro. Publicado por primera vez en el año 1934, recoge las peripecias que el propio protagonista, el bailarín –o bailaor, eso no queda claro en el libro- Juan Martínez, refirió en Montmartre al periodista. Al contrario de la presencia casi constante del periodista a la que estamos acostumbrados en el reportaje moderno, que enfatiza mucho la idea de narración subjetiva y experimentada por el propio periodista, en este caso nos encontramos ante un uso verídico y verista del viejo recurso del “manuscrito encontrado”. Chaves Nogales cuenta el inicio del texto dónde se encontró al protagonista de la historia y cómo empezó a contarle sus peripecias por la Rusia de la revolución del año diecisiete. Y luego cede su voz al bailarín, para contarnos en primera persona los viajes y contratiempos que vivieron él y su mujer desde el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial hasta su retorno a España y posterior huida a París, para asentarse en la rue Lepic, enclave mítico del barrio no menos mítico de Montmartre.
Haciendo un grosero resumen –los resúmenes siempre lo son, porque la grosería lo es, las más de las veces, por superficial- se podría decir que lo relatado es una sucesión de hambrunas y de sustos, todo salpimentado con una mirada nada complaciente con los excesos que, en nombre de ideologías o del poder, se cometen. Lo que otorga especial interés al texto, más allá de la tersa prosa de Chaves Nogales, es la consideración de que, cuando se escribió, se estaba viviendo en toda Europa un fervor ideológico que, en sus facetas más extremas, desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Lo lógico sería esperar un texto marcadamente parcial, que sirviese como instrumento ideológico. Pero lo que hace de Chaves un maestro de periodistas es que, como luego hará en A sangre y fuego pese a tomar un claro partido por la república, no hace concesiones de ningún tipo. Relata lo que ve, y lo que ve es el desenfreno de crueldad y salvajismo que llevan a cabo ambos bandos. Cuando uno lee este reportaje toma una conciencia clara de que ni los rusos blancos ni los rusos rojos tenían un interés especial por la justicia o por la población rusa. No, lo que se trasluce es la lucha fratricida –toda contienda civil lo es- en la que uno se ve obligado a arrimarse al sol que más calienta si quiere salir con vida.
Son especialmente irónicos los pasajes en que se nos relata que el protagonista no duda en dejarse ver con unos u otros al principio para conservar el pellejo, hasta que se da cuenta de que es todavía más oportuno no dejarse ver con nadie. Ni Juan Martínez renunció a luchar por salvar su vida y la de su mujer, ni Chaves Nogales cede en ningún momento a la tentación de hacer una lectura partidista de esa experiencia. Realiza un periodismo testimonial, limpio, en que el reportero sólo levanta acta de lo que sucede, no lo manipula, no lo lleva al terreno que mejor le viene. Hay que decir que, al escribir esta historia el periodista tuvo la suerte de encontrar a un testigo presencial que no necesita ponerse en buen lugar, y que puede ser sincero al relatar lo que vivió y vio.
Una de las escenas más sorprendentes de la narración nos muestra el valor de una vida frente al de unas botas en el frente ruso. O de un abrigo. A veces se prefería pasar frío antes que ser confundido con un soldado de cualquiera de los bandos, porque eso podía costarte la vida.
La lectura de este intenso, más que recomendable, libro, que se lee con el placer de una novela sencilla y bien escrita pero que deja una profunda huella porque sabemos que los hechos que narra son ciertos, no puede dejar incólume al lector. No se puede salir de la lectura del mismo pensando en conceptos de bien o mal, de buenos y malos. No, porque en este libro su autor se ha asomado a lo más profundo de todos nosotros para reflejar sin trampas ni trucos lo que allí ha visto. Que todos somos inocentes y que todos somos culpables, porque no son las ideologías las que matan, sino los fanáticos que las usan como excusa.

Manuel Chaves Nogales El maestro Juan Martínez que estaba allí Libros del Asteroide, Barcelona, 2007