La razón fundamental de saltarme esa norma hoy, y hablar de la reedición de la correspondencia escogida de asunto literario de Flaubert, se debe a que me parece que es un libro fundamental, y me parece enteramente injusto no extenderme sobre él porque esté editado por la empresa en la que trabajo.
Ponerse a explicar quién es Flaubert da sonrojo, y hablar de la importancia de su correspondencia también. Al menos eso cree uno, aunque es muy posible que con Flaubert esté sucediendo ya lo mismo que con otros muchos clásicos, que se han convertido en ilustres desconocidos, autores de referencia que nadie o casi nadie lee porque el peso cultural que han adquirido arroja sobre ellos un velo de tedio y excesiva exigencia con el lector que los convierte en textos poco deseables para un lector cada día más acostumbrado a la banalidad y comodidad de la literatura que se hace hoy.
Si alguien no se ha acercado a Flaubert por ello le digo desde ya que esta cometiendo un grave error, que se está perdiendo un placer importante por no leer sus narraciones. Pero, si además ese lector tiene una vocación literaria –cada día sabría explicar peor en qué debe consistir eso-, no haber leído a Flaubert no tiene excusa.
Y no leer este libro, Sobre la creación literaria, va teniendo ya también poca excusa. Es cierto que las ediciones en las que se ha editado esta correspondencia estaban casi inencontrables. Tanto la de Siruela, que recoge exclusivamente las cartas cruzadas entre Flaubert y Luise Colet, sin duda la corresponsal más intensa que tuvo el escritor, que tiene una clara vocación de recoger más la relación entre ambos que los aspectos literarios de su conversación epistolar, como la anterior edición de los Talleres de escritura Fuentetaja, centrada en las cartas en las que se habla de su obra y de diversos aspectos de la escritura, estaban agotadas y era un verdadero suplicio hacerse con un ejemplar. Pero la reedición de este libro proporciona a numerosos lectores la oportunidad de encontrar un verdadero breviario al que recurrir de modo incesante para encontrar respuesta a sus dudas relacionadas con su quehacer literario.
Leyendo este libro se va encontrando uno con numerosas reflexiones que, por un lado, sirven de guía y modelo para todo escritor que empieza. Cuánto no habría dado el propio Flaubert, trabajador infatigable de la frase, siempre dubitativo respecto a la calidad de sus textos y la calidad de su obra, por tener un maestro que, como él, dejase por escrito sus dudas, sus certezas, sus impresiones sobre una labor que se realiza siempre en soledad pero que necesita como pocas del reflejo de un lector que le de forma.
Tiene, además, este libro el extraño mérito de que, ya durante su lectura parece estar precisando una nueva relectura, porque a la luz de muchos de los problemas que encontró en la redacción de sus novelas –que aparecen en las secciones del final del libro, dedicadas a recoger los fragmentos de su correspondencia relacionados con cada una de sus obras en particular- las opiniones y consejos que aparecían en las primeras secciones del libro –más genéricas y estructuradas en series temáticas- adquieren nueva luz. Y eso que ya muchas de ellas se nos presentaban como verdaderos senderos por los que transitar como escritores.
Mi ejemplar del libro esta lleno de señales, de subrayados, de anotaciones. Y creo que una nueva lectura no serviría sino para volver a llenar de más cicatrices el libro. Es muy extraño encontrar un libro escrito hace más de un siglo, escrito, además, con una vocación tan patentemente efímera –quién piensa que esas cartas que escribe a amigos o conocidos serán fruto de ediciones en el futuro-, aguante tan bien el paso del tiempo. La mayoría de los temas, el modo de abordarlos y las soluciones y opiniones que Flaubert ofrece parecen estar entresacados de la actualidad. Eso nos lleva a pensar dos cosas, o bien que el tiempo no hace sino repetirse, en un eterno bucle que se mueve en torno al mismo centro y pasa por los mismos puntos una y otra vez, o que en realidad el tiempo es inmutable, todo permanece, y no hacemos sino enunciar una y otra vez las mismas dudas, balbucir las mismas respuestas.
Estas doscientas sesenta páginas, envueltas con una preciosa fotografía de Flaubert de escasa circulación, son, sin lugar a dudas, uno de esos libros que todo amante de la buena, y exigente, literatura debería leer. Pero son un libro que todo escritor, aprendiz o profesional, en ciernes o reconocido, debería estudiar y analizar con el lápiz en la mano, como si se tratase de un verdadero vademécum donde encontrar muchos consejos y buena parte de las soluciones a los problemas que se va a encontrar.
Flaubert fue un hombre que nos legó un puñado de novelas magníficas, que edificó laboriosamente a fuerza de horas de trabajo, sin dejarse llevar nunca por lo fácil o por el opio de la inspiración. Y aún así dejó una frase que merecería estar grabada en la entrada de todo centro de enseñanza:
Valemos más por nuestras aspiraciones que por nuestras obras.
Gustave Flaubert Sobre la creación literaria Ediciones y talleres de escritura creativa Fuentetaja, Madrid, 2007