«La ética es la estética del futuro.»
Lenin
«La verdad es siempre revolucionaria.»
Gramsci
«Y es que el público es un examinador, pero sin duda uno distraído.»
W. Benjamin
29 marzo 2006
Los infartos
Qué mala salud gastan los políticos, a poco que les sorprende alguna noticia poco grata, o que tienen un exceso de trabajo les da un infarto. Una angina de pecho, las dos cosas valen. Acaba de estar Carod-Rovira, que es un simpático político preocupado por los sueldos de sus empleados, en el hospital por una angina de pecho. No hace mucho a Rodríguez Ibarra -un político menos simpático que se toma su trabajo muy a pecho- le dio un infarto con lo del Estatuto Catalán. Poco antes Pinochet -que ni es político ni es simpático- intentó evitar la acción de la justicia esgrimiendo su mala salud cardíaca.
El problema es que el político anda demasiado ocupado para hacer algo de ejercicio. La sobrecargada agenda de debates -donde están siempre sentados-, su ardua labor en los despachos -donde se sientan para navegar por Internet, o no, que eso lo hacen directamente en el hemiciclo desde que tienen conexión y ordenador a mano, ¿verdad señor Trabado?-, sus intensas comidas de representación en las que se decide el futuro de la nación -sea la nación que sea, porque ahora nos hemos enterado de que las conversaciones que han llevado al alto el fuego etarra estaban realizadas sobre queso y regadas con txakolí-, no les dejan tiempo para quemar las calorías que ingieren.
No tienen la suerte de toda esa gente que se muere por no tener un mendrugo de pan que no llevarse a la boca, y mucho, mucho tiempo para hacer ejercicio, lástima que no tengan fuerzas para moverse.
Aunque lo más seguro es que esto de los infartos y las anginas sea como esas gastritis de viernes por la mañana, que tienen una sintomatología extrañamente cercana a la resaca -dolor de cabeza y malestar- pero que se convierten en gastritits al llamar al trabajo. O como esos resfriados de los niños las mañanas de examen en el colegio, cuando amanecen con la frente y las manos sudadas aunque sin fiebre -todos hemos practicados el lametazo en las manos como buenos actores.
O, ahora que todo se sabe, hasta las enfermedades que tenemos, una manera como otra cualquiera de tener más minutos de telediario, que se lo pregunten a Rocío Jurado.
Por cierto, como alguno de los lectores no verá la relación entre el texto y la foto, explicarle tan sólo que es porque esta mujer está de infarto -me he pasado casi media hora viendo fotografías por el buscador de imágenes de Google, ahora sé el nombre de muchas modelos de las que hasta hace poco sólo conocía su cuerpo.