Hace unos años se produjo el "boom" de lo políticamente correcto -calco sintáctico horrible, por cierto- y llegamos a ver incluso la edición de libros de cuentos infantiles adaptados a la moda, como, por ejemplo, Caperucita Roja.
Hoy ya nadie se toma demasiado en serio esa moda que, a efectos prácticos, suponía una más de las muchas convenciones sociales que atan al lenguaje. Pero lo que sí que es cierto es que entre algunos colectivos parece que este lenguaje se ha enquistado dentro de su retórica y parece que va a aguantar mucho. En el lenguaje español, por ejemplo, se distingue genéricamente en masculino y femenino los vocablos, con alguna que otra palabra que suscita todavía el debate sobre el neutro y demás. Lo que sí que está perfectamente aclarado es que, en el caso de términos que se refieren a colectividades compuestas por realidades masculinas y fememinas -entendiendo esta diferenciación como marca lingüística de género- se usa el plural masculino. La razón es bien simple, en la lengua española el nombre masculino suele ser el término no marcado y el femenino el marcado -los informáticos y matemáticos entenderán muy bien la oposición binaria-, por lo tanto es más económico ahorrar desinencias y usar el no marcado.
Esto, claro, no les gusta a los feministas -observen que uso el plural masculino marcándolo con el artículo o determinante porque dentro de este colectivo hay hombres y mujeres- y protestan por el hecho de que un ser humano modifique el uso natural de intuitivo de la lengua, que es el habla, para usar recursos de la norma culta, la escrita, como "-o/-a" o cosas abracadabrantes como la arroba para esquivar definir genéricamente la palabra.
Bien, hay gustos para todo, del mismo modo que hay gente que disfruta comiendo heces o siendo golpeados hay gente que prefiere estar con cuatro ojos al hablar, como dice la sabiduría popular: "sarna con gusto, no pica". Otro tema es intentar imponer esa manera de pensar al resto de los mortales, que se tienen que complicar la vida por la voluntad de unos pocos.
Lo más horrible es como estas cosas van calando en la sociedad, y un buen día le llega a uno a la oficina las bases de un concurso, para ser exactos el V Concurso de narrativa femenina "Galiana", convocado por el Ayuntamiento de Toledo a través de la Concejalía de la Mujer. En este premio de novela tiene la doble finalidad de:
-Conseguir la participación de las mujeres.
-Fomentar aquellas obras que incorporen una visión de la sociedad no discriminatoria por razón de género.
Lo he copiado todo de las bases, así de increíble es el asunto. Como uno piensa que no puede ser para tanto se pone a leer más detenidamente las bases, y ahí compruebo con alivio que pueden participar todos los escritores que presenten una obra inédita, aunque siempre teniendo en cuenta que "versará sobre algún aspecto humano que resalte la figura de la mujer". Esto es, "un aspecto humano" puede ser cualquier cosa que esté relacionada con el ser humano, o hecha por la mano del hombre, así que, por ejemplo, los trajes de alta costura que "resaltan la figura de la mujer" pueden ser el tema del texto, por ejemplo.
En fin, tonterías aparte, lo que más miedo da de las bases es que no hay ganador ni autor, sino que es "la persona autora" la que gana el premio, y del mismo modo es la "persona autora" la que se debe identificar en la plica correspondiente.
En fin, otra vez lo mismo, yo nunca he visto un sitio donde ponga "sólo para hombres", pero a mí no me dejaron entrar el otro día en un café de la calle Doctor Fourquet. No se si eso será "políticamente correcto", la verdad.
Como algún despistado no se habrá dado cuenta, en la máscara de Spiderman -yo me moriré diciendo Espíderman, lo siento- se ven las torres gemelas. Los estudios de la película decidieron borrar las torres del metraje de la película, no era políticamente correcto que, si ya no existían, aparecieran allí.