Hace sólo dos días los especialistas en mercadotecnia -como puede ver cualquier académico soy un respetuoso seguidor de sus directrices- destacaban que, como recurso más importante para frenar el zapeo -estoy que me salgo, ¿eh, Víctor (García de la Conha)?-, les interesaba potenciar el "product placing" -lo siento, la realidad, se demuestra una vez más, va más rápido que la Academia, por muy Real que sea-, esto es, la colocación de productos en la pantalla de las series, los reportajes, etc. Para que lo tengan más claro: qué le daba el sabor a la leche en los desayunos de Médico de familia, qué cerveza se atizan los contertulios del videoclub de Aquí no hay quien viva, qué pantalones gasta la famosa de turno en su visita a los platos... Eso es "product placing".
Pues bien, después de darnos a conocer la estrategia de mercado que van a seguir en un futuro -un verdadero chaparrón de detalles visuales que van a convertir la televisión en una parodia de películas como Top Secret, ¿cuántos gags no encontraba uno en el fondo de los planos?-, ahora nos enteramos del ejemplo perfecto, del nuevo icono de la mercadotecnia. No es otro que Benedicto XVI -ojo, dígase "decimosexto" y no dieciséis, por favor, que en castellano tenemos ordinales y cardinales. De nada, Víctor.- que se está mostrando como un verdadero halcón en esto del "placing".
Aprovechando el tirón mediático que heredó de Vojtila, Ratzinger está abandonando el estilo sobrio y humilde de los anteriores potífices para volver a los momentos d mayor esplendor del papado. Eso sí, como ahora no se lleva eso de los oropeles y demás, vamos comprobando que Bene -perdón por la confianza, pero es alguien que se hace entrañable tan pronto...- usa zapatos GEOX -regalados por el dueño de la marca, Moretti Polegato a su amigo, el portavoz del vaticano Navarro-Valls. Los fabricantes de las gafas Serengeti están encantados, y lo de que Su Santidad gaste un IPod regalado por los trabajadores de Radio Vaticano con una inscripción no le debe haber sentad muy bien al resto de fabricantes de reproductores de MP3. Ahora BMW y Volkswagen pugnan por ver quién sustituye a Mercedes como fabricante del "Papamovil".
Hace muy poco se evidenció el poder de difusión que tiene la Iglesia en el mercado. Sacerdotes desde sus púlpitos exhortaban a practicar la virtud e ir al cine a ver La Pasión de Mel Gibson. Más tarde, la gente de Disney no se lo pensó dos veces para usar las cadenas de difusión religiosa en la promoción de Las Crónicas de Narnia. Muchos han sido acusados de herejes y blasfemos por decirlo, pero la realidad es que la Iglesia -particularmene la católica- es una multinacional plenamente establecida, con sucursales por todo el mundo y capaz de vender un producto, una idea o un gobierno.
Películas, zapatos, el Creacionismo o Teoría del Diseño Inteligente, un gobernante afín a sus intereses -ahorro nombres porque entiendo al lector de estas líneas como alguien inteligente-, plazas hoteleras en Semana Santa, colectas en el cepillo de la Iglesia... ¿Qué es lo que genera hoy la Iglesia? Dinero, tan sólo dinero.
Hace ya mucho tiempo que la cruz pasó a ser un logo y la curia una extensa red de comerciales y vendedores. Edward Cowdrick se dio cuenta de ellos al hablar de la llegada de la tercera fase del capitalismo, el neoliberalismo, en el que todo se reduce a la producción de consumidores.
Por cierto, Cowdrick, que escribió su libro en 1927, dos años antes del Crack, no ha sido nunca editado en España.