Alguno pensará que me he equivocado porque verá el título del libro del que hablo y no verá correspondencia con el título de esa entrada. No le culpo. Puede sonar un poco raro, pero a mí la lectura de este libro me ha despertado más que las ganas de vengarme la de poner la otra mejilla.
Para el que llegue de nuevo le diré que este es un libro que no llega a las cien páginas, en el que se reúnen un montón de formas de vengarse de los agravios sufridos. Hay, por lo visto, una versión primigenia que se colgó en Internet, y que, después de ser comentada y ampliada por los navegantes del ciberespacio, es el libro que tenéis entre las manos. Bueno, mejor dicho el que he tenido yo este fin de semana entre las mías. Si tengo que ser sincero he de decir que no he sacado nada en limpio del libro, más allá de lo vengativo que puede llegar a ser alguien y de lo obsesivo que es el hombre. El tiempo empleado en idear los mecanismos que se explican en este libro puede ser mucho mejor empleado en leer otros libros, aunque sea la Biblia, y saber que se debe perdonar. Yo me tenía por una persona vengativa, vesánica, cruel, arbitraria, pero tras la lectura de estas cien hojas me descubro como una bellísima persona, y no entiendo como puede haber gente capaz de ingeniar cosas así. Supongo que deben ser los mismos que con unos cables, un generador eléctrico y los testículos de un opositor -del que hace oposición, no del que las prepara- idean una divertida tortura que les hace cantar hasta Rigoletto.
Aunque, también he de decir, que el libro, sobre todo, me ha aburrido. Porque es como de otro mundo. Este hombre, por lo visto, es escandinavo, y allí el mundo debe ser muy distinto al que rodea a un españolito medio. Muchos servicios postales que menciona son inexistentes, los buzones españoles carecen de banderita, hay servivciox telefónicos que no tenemos, etc. Así que quien haya pensado usarlo como verdader0 manual de instrucciones para poner en marcha sus ansias de venganza se va a encontrar con muchas menos ideas realizables de las que esperaba. Y quien lo vea como un catálogo de atrocidades va a aburrirse soberanamente ante un muestrario de ideas bastante burdas.
Lo mejor es verlo como un libro de autoayuda, como el método Carnegie. Si aquel te enseñaba a hablar en público, éste te permite encontrar la calma ante tus necesidades de venganza con la simple lectura de un libro.
Creo que quiénes más van a agradecer este libro serán, por ejemplo, la gente con la que tenía algo pendiente. Después de este fin de semana estoy suave como la seda, mis deseos de hacer daño a la gente se han esfumado.