19 junio 2010

Una literatura transparente


En el suplemento ABC Cultural de hoy aparece una entrevista a Sergio Chejfec con la excusa de la publicación en España de Baroni, un viaje (Candaya). Me parece que es más que interesante compartir las respuestas completas ya que, por falta de espacio, no ha podido aparecer la entrevista íntegra en papel.

1. ¿Por qué Baroni? Es evidente que la novela es, finalmente, una narración sobre Venezuela, un viaje destinado a profundizar en un país que te acogió pero, ¿por qué Baroni? De hecho, en el texto aparecen más artistas además de ella.

Diría que Rafaela Baroni tiene una personalidad absolutamente enigmática, y por eso mi elección. Me refiero tanto a su persona como a su personalidad artística o pública, que es multifacética y singular, una especie de combinatoria única en la historia cultural venezolana. El escritor cree que elige a un personaje o un tema pero puede haber un momento en que es elegido, o más bien conquistado por el objeto. Es un tipo de sorpresa derivada de la composición (y quizás sea uno de esos curiosos lazos vigentes entre la narrativa contemporánea y la novela del siglo xix). De hecho, este relato comenzó siendo una especie de ensayo sobre Rafaela Baroni. No quería escribir un ensayo crítico, y por eso la incidencia de la primera persona. Baroni posee aristas plenas y contradictorias, y tiene una historia personal tan plagada de situaciones excepcionales, se mueve entre el mundo rural y el urbano, entre la tradición y la modernidad, entre la religión y las creencias populares, entre el arte popular y el institucional, etc. que uno puede verla como una condensada cápsula de su país, Venezuela. Estamos acostumbrados a recibir símbolos o representaciones nacionales sin chistar. La novela me permitió imaginar una versión de Venezuela a través de Baroni. En un punto, Baroni y Venezuela se sobreimprimen. Obviamente no me propuse un argumento totalizador, para eso ya tenemos el discurso de los nacionalismos. Me interesó proponer una especie de ilusión: dado que los héroes literarios de hoy no pueden llevar sobre sus espaldas el peso de una nacionalidad, de una clase social e incluso de una época o de una circunstancia histórica, ¿por qué no sugerir que este ser casi anónimo y para muchos lateral como Rafaela Baroni es lo más trascendente entre las señales habituales de un país saturado de petróleo y de retórica?

2. Tu texto se convierte en cierta medida en una sinécdoque del país a través de su arte, de sus expresiones artísticas. Pero, en vez de recurrir, como harían muchos de los autores actuales a mostrar la imagen, a ir proporcionando fotografías de las esculturas, lo evitas. De hecho tan sólo en la edición española hay una de esas imágenes, la de la talla del santo. Y eso convierte tu texto en una écfrasis constante y muy lúcida, ¿es intencionado o no? ¿Por qué? En el discurso del libro se habla de fotografías, de grabaciones. Pero han sido, finalmente, desechadas. ¿Has pensado en trabajar más allá con todo ese material? ¿Una exposición sobre Baroni, por ejemplo?

Las imágenes plásticas planean sobre el relato. Obviamente me vi en la disyuntiva de incorporarlas o dejarlas fuera. Opté por excluirlas porque pensé que era hacerles una mayor justicia. De haberlas incluido, no habría dejado de escribir lo que escribí, y su presencia por lo tanto habría resultado ambivalente y sobre todo lateral. Hay escritores que incluyen imágenes en los relatos porque establecen un mecanismo oscilante de distintos grados y formas de ambigüedad (otros no efectúan bien esta inclusión, es verdad, y el resultado es sobre todo pobre). También hay otro motivo, relacionado con esa suerte de autosuficiencia a la que todo relato aspira. El uso de imágenes puede ser muy interesante y puede agregar una complejidad única, tenemos el caso más clamoroso de incertidumbre conceptual derivado de estas operaciones, que es el caso de la literatura de Sebald, quizás el autor contemporáneo más sorprendente y al mismo tiempo el más efímero. Pero en mi opinión la incorporación de imágenes difícilmente deja de ser un préstamo; una intrusión capaz de desestabilizar lo escrito, en el mejor de los casos, pero siempre al precio de dejar demasiado fijada la escritura a la imagen –de ahí quizá su carácter fatalmente transitorio. Me parece que el relato debe servirse de sus propias herramientas, que pasan por lo escrito. Es obvio, ello instituye una temporalidad particular, porque el tiempo que demanda la lectura de la descripción de una imagen no es el mismo que el de su visualización. Por lo tanto tenemos este elemento adicional: leer una descripción visual incluye una dimensión durativa que la percepción visual jamás puede aportar. Y lo concreto es que, a mi entender, narración implica duración: es una suspensión de la sucesión a favor de los matices durativos de nuestra percepción del tiempo y del mundo. El mundo ideal, en este aspecto, está dado por lo tanto por la duración psicológica de la descripción narrativa de una imagen, combinado con esa suerte de dialéctica misteriosa que se crea cuando hacemos una imagen objeto de nuestra observación visual. Creo que este segundo momento propiamente visual puede ser recogido por la escritura, pero que nunca la percepción visual puede dar cuenta de la duración narrativa.

3. Tu narrativa está contagiada de otros géneros. Baroni es un libro de viajes oblicuo -está todo contado desde una habitación y desde el recuerdo-, pero también es un ensayo, tanto artístico como antropológico, y por momentos tiene tintes confesionales. ¿Se puede hacer narrativa pura, hoy? ¿Te interesa esa narrativa?

Diría que me interesa la narrativa que no se propone como una sola cosa ni como una cosa homogénea, en términos de géneros. Desde mi punto vista, la narración se vincula más con el desarrollo de un pensamiento que con la descripción de una acción dominante en un contexto de acciones secundarias. Creo más en una literatura de alusiones, no tanto en una de aserciones. Y como no se puede ser asertivo por un lado e indefinido por otro, entiendo que el modo contagiado, como dices, de distintas modalidades o géneros, es el registro donde me encuentro más a mis anchas y donde se despliega cierta autenticidad. Eso a veces me ocurre también como lector. Durante bastante tiempo pensé que me gustaba más la literatura derivada de la mezcla o confusión de géneros. Pero por supuesto eso no puede ser una condición suficiente, porque mucha de esa literatura es verdaderamente floja y uno termina con las manos vacías. Después he llegado a la conclusión de que el criterio debe ser amplio y arbitrario: la mejor literatura es aquella instalada en la indefinición más aún, en la indeterminación. No estamos seguros de lo que el autor nos quiere decir; no estamos seguros de la naturaleza de aquello que estamos leyendo; no sabemos cómo se leyó esto en el pasado; ignoramos el verdadero género de donde proviene esto; somos incapaces de ver si este libro nos está explicando un porqué, un cómo o un qué; etc. Así explicadas pueden parecer exageradas, pero son experiencias de lectura que me producen cierto tipo de conmoción estética o intelectual y a las que nunca quisiera renunciar como lector. Creo que todo esto deriva de un hecho que a veces escapa a muchos escritores: la literatura no solo se nutre de la mezcla de géneros propiamente literarios, sino también, y sobre todo, de los otros géneros discursivos no literarios (o no convencionalmente literarios). En ocasiones encuentro en ensayos históricos, antropológicos o de ciencias humanas o legales en general una plasticidad discursiva frente a la cual la literatura habitual parece una forma de discurso sumergido en un mar de clisés.

4. La novela parece casi hablar de zombis. Por un lado por la obsesión cataléptica de Baroni, por otro por la insistencia del narrador a encontrar la vida, la energía, latente en las tallas. ¿Es una novela sobre lo que va más allá? Está narrada por un narrador que narra desde el recuerdo, desde lo que ha sobrevivido a la experiencia sensible, a las experiencias, que constituyen la novela, el recuerdo del poeta Sánchez y sus últimos momentos. etc. De hecho, hablas mucho sobre el volumen, la manera en que Baroni interviene en volúmenes, da vida, pero trabajas con un medio, la escritura, que carece de esa palpabilidad y, sin embargo, logras ubicar al lector incluso ante la fractura que aparece en la cubierta de la novela (edición española, por supuesto).

El punto es que la televisión, el cine y en menor medida literatura en general, nos bombardean con seres y personajes plenos, adornados de realidad. Pero en la vida real somos más zombis y encontramos más zombis de lo que estamos en condiciones de admitir. Así como la narración refleja el desarrollo del pensamiento, también debe representar una sensibilidad. Creo que de eso se trata cuando se habla de “ficción”. La verdadera ficción no pasa por la historia referida o la secuencia de hechos –eso sería trivializar al extremo la idea de ficción–, sino por el escenario que todo relato arma para exhibirse a sí mismo, desde donde una sensibilidad decide representar una zona del mundo, ya sea cierta o falseada, o incluso representar su propia lectura. Los personajes en Baroni son contemplativos y a su modo crepusculares. Varios son creadores, artistas, un poco frustrados; todos son seres fronterizos: entre la leyenda y el culto, entre la naturaleza y el arte, entre la vida y la muerte. Los personajes no actúan directamente sino que son actuados por el relato. A su vez, esto es así porque por diversos motivos me horroriza la idea de contar una historia con principio y final (aunque muchas veces valoro que me la cuenten o leerla).

5. Todas las tallas tienen, en cierto modo, el rostro de Baroni. Es algo que se da también en la obra de Andrade, por lo que comentas en la narración. Tus novelas, sobre todo las recientes, están siempre narradas por ti, o sea, un narrador que es un escritor que establece esos desplazamientos que se describen y medita peripatéticamente en ellos. La idea, flaubertiana, de que todos los personajes, todos los libros, son uno mismo. ¿La compartes?

Es una idea de la que se ha apropiado la literatura del siglo xx y por lo tanto todos somos tributarios de ella. Pero ha dejado de ser iluminadora, precisamente porque abarca mucho. En ese ámbito de problemas me interesa más una cuestión que suele darse por sabida. Es la noción de experiencia. La frase de Flaubert tuvo la virtud mágica de integrar la vida a la obra. Un escritor no solo escribe sus libros, sino que escribe su vida a través de sus actos. En algunos casos los libros son una suerte de epifenómeno de la vida. La experiencia es por lo tanto una premisa que no puede ser ignorada porque articula todos los géneros en el siglo xx. Ahora bien, ¿soy partidario de una literatura basada en la idea de traslación de la experiencia? No. Creo que la literatura hoy se trama muy fuertemente con lo documental. Y que en esa trama es que se producen distintas configuraciones de la experiencia. Quiero decir, la ficción no se recorta sobre la idea de experiencia sino sobre la idea de documento. Porque toda experiencia puede ser en definitiva trivial o trágica, en este sentido ha dejado de ser iluminadora, pero todo documento contiene potencialmente un vínculo problemático con la ficción. Eso es lo que en parte nos seduce de la lectura de los periódicos; y desde hace un siglo la literatura está formateada por la lectura periodística. Por lo tanto digo, la experiencia siempre está presente, pero en general no es relevante en términos de verdad. Me interesa más la experiencia en términos de construcción: qué tipo de experiencia es representable para un escritor y cuál no; a través de qué tipo de experiencia un escritor erige su propio mito de autor.

6. El espacio. La lectura espacial es muy interesante. La novela nos describe la casa, el taller y el jardín de Baroni. Nos habla de su intención de transformar el espacio, el paisaje. Y luego comprendemos que la novela está escrita con todas esas tallas a la vista, que el espacio de la novela es el del artista, no sólo temática sino incluso físicamente. ¿Eras consciente de ello?, ¿fue algo premeditado, lo de rodearte de esas tallas?

Las tallas son seres artificiales, muñecos a quienes algunos personajes de la novela dan vida, aunque sea limitada o efímera. Hay un sistema de préstamos de vida. Siempre me interesó el marionetismo, lo encuentro sumamente inspirador; la actividad de autómatas, etc. En otras novelas me he servido de ello para aludir a la absoluta capacidad de irradiación de la vida artificial, como una suerte de inspiración constante de la vida social. Como si lo artificial, ya que está admitido por la convención como artificial, se liberara de las reglas de verosimilización de lo real y de este modo pudiera alcanzar un grado más elevado de elocuencia y autenticidad. Un poco como la forma de lectura de las alegorías; en ellas nos sorprende esa especie de inocencia como se concibe la lectura, como si el mundo estuviera organizado en elementos inmutables y permanentemente discernibles. Creo que la narración en general lleva en su interior un núcleo alegórico ya completamente diluido por la historia literaria y por la sofisticación estética, pero que funciona ambiguamente: a veces como lastre y a veces como nostalgia de una felicidad perdida: el momento cuando podía existir una literatura transparente

7. Realmente, la excusa de Baroni es el progresivo proceso de apropiación del alma del narrador por parte de la "Mujer en la cruz". Con su conocimiento y obsesión comienza la novela, con ella observando al narrador en su casa acaba. ¿Qué se esconde detrás de esa talla?

Es una talla impactante precisamente, desde mi punto de vista, porque es muy poco explícita, o explícita de una manera contradictoria. Es la figura de una mujer joven, adornada con un vestido de fiesta apenas audaz. La mujer está ceñida a un madero, que viene a ser una especie de árbol en forma de cruz. Esta talla es una de las muy pocas figuras no religiosas de Baroni. Pero con el nombre que le puso (ella la llama “La mujer crucificada”), la reintegra al campo de lo religioso. Creo también que en la escena reflejada por la talla resuenan muy fuertemente momentos particulares de su historia personal. Pues bien, todo este conjunto de detalles, varios de ellos contradictorios, hacen de esta talla una especie de milagro. Ahí radica la atracción que ejerce para mí, porque la vi como una suerte de cifra de la vida de Baroni. A la vez, la talla es Baroni, es una imagen suya. Y con ello quien escribe el relato tiene a disposición dos imágenes o encarnaciones del personaje: el real y el creado por ella, la talla. Es con lo que todo escritor sueña: la multiplicación de sus criaturas…

8. Hay varias ocasiones en que dices que ya te referirás a algunas cuestiones, que apenas las señalas pero que luego te explayarás sobre ellas. Pero eso no sucede. La idea de provisionalidad que queda fijada así, valga la paradoja, es muy interesante. ¿Es intencionada?

Creo que se vincula con lo que decía antes. Me atrae la idea de la narración como escenario donde el pensamiento se desarrolla. Y una manera de representar eso es a través de un registro argumentativo. Podría haber otros modos, aunque prefiero esta modalidad porque la narración cavilante, para llamarla de alguna manera, aunque no lo parezca también requiere de sus propios dispositivos. Mis relatos no avanzan en términos de progreso de la acción, no hay desenlaces reveladores al final, no hay demasiada acumulación épica o dramática. Estos relatos progresan por expansión. Hay desvíos, digresiones, derivas e historias o escenas asociadas. Por lo tanto, a veces recurro a una suerte de retórica particular. Cada relato es una especie de envoltura de historia y de tiempo, es como una lengua acotada, y como toda lengua tiene sus tics particulares. En el caso de Baroni, un viaje esa suerte de promesa a veces incumplida de que más adelante quizá vaya a referirme a tal o cual cosa, es una manera de contener un discurso que tiende a la dispersión, pero también es exponer esa dispersión inminente. Y como dices, es subrayar el matiz provisional de la narración, una especie de materialización de la escritura, porque es a través de esas marcas de retórica conversacional como el relato recupera, por un lado, una inmediatez verbal que la institución literaria tiende a eliminar, pero por el otro descarta al mismo tiempo cualquier peligro, espero, de identificación naturalista.
En un punto, volvemos a lo anterior: la literatura, más bien la narrativa, precisa constantemente de préstamos de otros discursos para poder seguir siendo ella misma, o sea, para poder ser una forma de discurso literario sin objeto ni sentido predefinidos.

18 junio 2010

Taller de Samanta Schweblin en Madrid


Cómo escribir un cuento (y otras historias…)

Este taller plasma la experiencia de Samanta Schweblin en torno a la concepción de que son cuatro ejes principales los que estructuran un buen cuento. Se trata de una aproximación práctica e intensiva a las técnicas de escritura. Schweblin, que ha sido elogiada por la crítica como “la mejor cuentista argentina sin distinción de géneros” (Ana María Shua), o como “la nueva gran promesa de la literatura latinoamericana” (Die Ziet, Berlín) ha impartido ya este taller en diversos centros culturales tanto privados como institucionales de diversas ciudades como Buenos Aires, México D.F., Estocolmo, Guayaquil, Guadalajara, Quito, La Habana y Oaxaca.

Sobre el taller
Hemingway decía que en la novela el escritor gana por puntos, y en el cuento, por Knock-Out. Eso presupone la existencia de unas reglas, un tiempo limitado e, incluso, de un modo de eludir estos corsés si el cuento así lo requiriese.
“Como escribir un cuento (y otras historias)” se trata de un acercamiento práctico a la producción literaria. Un taller activo de creación, lectura y análisis de textos a partir de los cuales se irá dotando a los alumnos de todo lo que un buen curso literario debería tener: un gran abanico de ejercicios, técnicas para estructurales y dotar de un estilo propio y reconocible a los cuentos, la formación de un criterio propio acorde al estilo personal de cada alumno, y una guía específica de lecturas tanto de autores clásicos y fundamentales como de los nuevos tesoros contemporáneos que están surgiendo.
El cuento, uno de los géneros más dinámicos y exigentes de la literatura actual, no permite divagaciones. Es decir que, aunque se trata de un curso introductorio, está orientado a quienes -más allá de la experiencia previa que cada uno tenga- decidan tomarse la escritura muy en serio, con la intensidad y el compromiso que esta exige.
(El taller se fundamenta en la “Teoría de las promesas”, una idea propia de la autora acerca de cómo deberían abordarse y desarrollarse los puntos esenciales de la tensión narrativa, más allá de los géneros y estilos.)

Samanta Schweblin
Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1978, acaba de editar en España Pájaros en la boca (Lumen). Su primer libro de cuentos “El núcleo del Disturbio”, obtuvo el premio del Fondo Nacional de las Artes 2001, el premio nacional Haroldo Conti, y fue editado por la editorial Planeta en el 2002. Su segundo libro “Pájaros en la boca”, obtuvo el premio Casa de las Américas 2008 y ha sido editado por Planeta Argentina en el 2009, y en el 2010, por Shurkamp en Alemania, Lumen en España, Fazi en Italia y Almadía en México. Muchos de sus cuentos ya han sido traducidos al alemán, inglés, italiano, francés, serbio y sueco para su publicación en numerosos diarios, revistas y antologías de cuentos. Ha dictado talleres literarios en diversas instituciones de Argentina, Cuba, Ecuador, México, Perú y Suecia.

Junio. Días 21 y 25. De 10:30 a 14:30
Precio: 70 euros
Información e inscripciones en
Librería La Central del Museo Reina Sofía
Dirección: (Ronda de Atocha, 2).
Información e inscripciones (las plazas son limitadas):
-Por email: nuriarepilado@lacentral.com
-Por teléfono: 678 034 340
-En la librería. (Preguntar por Nuria).

17 junio 2010

Remezclas completas


La literatura no es un medio que haya admitido de buen talante la interpretación o relectura de temas ajenos. Frente al mundo musical, de donde procede el término cover (versión) que da título al libro de Ronaldo Menéndez, o de la industria audiovisual, donde los remakes son ya habituales en las pantallas, el mundo editorial se solivianta ante la posibilidad de un plagio más o menos encubierto. Se permite, eso sí, la relectura de la propia obra que realiza su autor, como las nuevas versiones en inglés que fue entregando Nabokov de sus primeras novelas y no hay figuras fundamentales como Sinatra, pese a que no compusiera nada memorable, o The Beatles, que compaginaron en sus primeros discos la inclusión de temas propios con numerosas apropiaciones de grandes éxitos del rock americano. En la literatura esto no tiene espacio, salvo que se trate de las intensísimas distorsiones que algunos autores han sabido levantar sobre textos míticos. Ahí está la estupenda novela corta Help a él de Fogwill, en la que parece sumergir los personajes borgeanos en un tanque lisérgico donde se liberan sus deseos sexuales transformando este nuevo texto en el verdadero Aleph donde todo aparece reunido y simultáneo. Aún así, resulta más fácil relacionarlo con las reapropiaciones a las que los artistas plásticos nos tienen ya acostumbrados que a la labor de Pierre Menard.
Y no es casual la presencia de Fogwill en esta enumeración de obras porque si hay algún escritor que transpire una herencia musical en su obra ése es él y Covers en soledad y compañía es, desde luego, un libro que tiene mucho en común con un disco, con una producción musical. En primer lugar por la manera en que se presenta estructuralmente, como si en vez de un libro se tratase de las dos caras de un LP, En soledad y En compañía. También porque, precisamente en el caso de las más interesantes composiciones de esta compilación se aprecia la influencia de grandes autores no ya en los temas tratados, sino, sobre todo, en la cadencia y el fraseo del discruso: “Menú insular” no tiene tan sólo referencias a El aleph, sino que incluye fragmentos del cuento, frases insertadas por Menéndez en su discurso que modifican el tono general del texto y que se trasladan finalmente a la estructura. O sea, se dejan sentir en el tono del texto, en la persistencia de la melodía aunque los arreglos y las armonías hayan cambiado.
Por otro lado, la tradición del LP exigía la presencia de unos cuantos temas imbatibles, destinados a ser los que llamaran la atención bien por lo excepcionalmente pegadizo de sus líneas melódicas o por su calidad capaz de soportar escucha tras escucha. Y, como un disco debía tener diez canciones, aproximadamente, siempre había espacio para temas más personales o menos logrados que completaban la entrega discográfica. Para muchos comentaristas musicales, el vigor de las descargas por Internet habla de una vuelta a las costumbres de los inicios del mercado de la música popular, cuando los artistas editaban singles. Cara A y Cara B, dos buenas canciones, cuatro a lo sumo, que no tenían desperdicio. La lectura del libro de Ronaldo Menéndez trasluce esa misma sensación o necesidad. Sucede en casi todas las reuniones de cuentos, siempre brillan más unos que otros. Es inevitable pensar que “Menú Insular”, “La ciudad de abajo” o “El bucle de Villa Búho” no son los “temas estrella” del disco. O, como sucede también con los discos de versiones de grandes artistas, que el conjunto tiene más de divertimento, de oportunidad de explayarse en el repertorio ajeno para disfrute del artista que de verdadera aportación sólida a la construcción de su trayectoria. Ha sucedido siempre, son grabaciones más destinadas a fans y a la curiosidad que al deslumbramiento. Y eso mismo sucede en el caso del libro de Menéndez. Su lectura desprende la sensación de que es un libro más necesario para su autor que para el lector. No es poco, ojo.
Ronaldo Menéndez Covers en soledad y compañía Páginas de espuma, Madrid, 2010
Texto aparecido en el número 319 (Junio 2010) de la revista Quimera
La fotografía de Thomas Hawk se corresponde al abandonado almacén de las escuelas de Detroit

14 junio 2010

Multinacionales de andar por casa

Muchas veces se ha repetido que en el mundo editorial en lengua española pasan cosas muy raras. Por ejemplo: es más sencillo traer a un autor hispanoamericano a España que algo tan común y cotidiano como encontrar libros suyos en las librerías. Luego sucede lo que sucede: las mesas redondas son completos fracasos y los gestores culturales, haciéndose los ingenuos auqnue tengan muy poca habilidad para dar el pego, se excusan ante los autores del escaso o nulo eco de sus visitas. Los escritores, a los que les han pagado un billete de avión y unas noches de hotel, además de algo de suelto por la charla, aceptan, como no puede ser menos, las excusas disculpando a los organizadores y mostrándose humildes y comprensivos ante el nulo interés que despierta la vida cultural latinoamericana en la madre patria. Alguien debería explicar a estos gestores que sería mucho más útil gastar el dinero de los impuestos en traer ejemplares de libros, dvd y cd para el uso y disfrute de los ciudadanos y no desperdiciarlo en sus sueldos, visto lo visto. Pero eso es, supongo, algo que nadie quiere escuchar. Quizás por razones como esas uno no puede hacer otra cosa que estar enormemente contento ante un proyecto como Puntocero.
Ulises Milla Lacurcia inauguró la editorial en 2009 en Caracas. Un proyecto ambicioso, abierto a todo tipo de temáticas y géneros, que comenzó su andadura con el lanzamiento de cuatro títulos:
Payback, de Lucas García, Sexo en mi pueblo de Leo Felipe Campos dentro de la línea de ficción, y A este infierno no vuelvo, de Patricia Clarembaux y Globotomía de Aramis Latchinian dentro de no ficción. Continuó con la edición de una selección de crónicas de la revista Marcapasos, llamada Se habla venezolano y Oro Rojo, de Mariana Párraga. El interés por la realidad se hace evidente en la dedicación a los libres de corte periodístico.
Parece que no les ha ido mal en Venezuela, con buenas críticas y algún que otro premio.
Ahora desembarcan en Uruguay. El próximo jueves 17 de junio tiene lugar la presentación en Montevideo. Los títulos elegidos tienen muy buena pinta. Además del mencionado Globotomía, completa la línea de no ficción El imperio insaciable de Mario Szichman. Y en ficción dos recuperaciones. Por un lado El refuerzo de Horacio Convertini, ya editado en España en una pequeña editorial de escasísima presencia en las librerías, y que está ilustrado en su cubierta por una fotografía de la genial fotógrada Fernanda Montoro, y , lo mejor para el final, mi queridísimo y admirado libro Prontos, listos, ya de Inés Bortagaray. Debería hacer una entrada tan sólo para hablar de este libro y de Ahora tendré que matarte, los dos que ha publicado esta escritora fantástica. Yo, pese a que tengo ya el libro, regalo además del no menos excelente Pablo Casacuberta, no dudaré y, apenas haya puesto un pie en el aeropuerto de Carrasco este mes de agosto, me haré con un ejemplar para traer de vuelta a España.
Me gustaría estar en Montevideo este jueves. Disfruten todos los que puedan. Y, esperemos que Puntocero llegue pronto a España.

09 junio 2010

Helen Levitt en Koult

Con un artículo sobre la recién inaugurada exposición de Helen Levitt se inician mis colaboraciones con la revista virtual Koult.
Además de confesar que es todo un placer, hay poco más que añadir.

07 junio 2010

e-cerdo

El otro día se habló aquí de la estupenda labor de la revista Hermano Cerdo.
Pero, cinco días más tarde, de nuevo se torna obligado hablar de dicha publicación digital.
Se han convertido no ya ne una referencia, sino en el primer magazine literario que facilita sus contenidos en formato de libro electrónico.
En el blog de la revista se anuncia la novedad más llamativa de la revitalizada publicación: el dossier de cuento norteamericano que acaban de publicar puede descargarse para ser leído en el e-book.
Los contenidos, por otra parte, son libres, así que, siempre que se cite el origen de los mismos y no se haga uso de ellos con fines lucrativos -la lectura no lo es, por cierto-, pueden ser descargados y modificados.
Así que, con más razón todavía que hace unos días: quién no está al tanto de lo que sucede en la literatura al norte de Río Grande es porque no quiere.
La ilustración es de Fernando Vicente.

02 junio 2010

Diseño extraordinario


En estos días tan sólo se podrán leer noticias sobre el libro electrónico, sobre la nueva plataforma Libranda -que si queire acabar con las librerías o no, que si es una chapuza o una buena idea, que lo extraño que es una joint venture de empresas tan grandes y blablá-, o sobre los autores más vendidos en la Feria del libro. O sea, la misma paparrucha de siempre que parece más destinada a las páginas color salmón que a una verdadera información cultural.
Entretanto, para aquellos a los que les guste de verdad un buen libro, avisarles de que soplan vientos más que frescos y agradables desde Portugal. Yo, que viví en Lisboa durante todo un año hace una década, estaba siempre algo intrigado por las razones que hacían que un país tan delicado y excelente en todo lo tocante al diseño y la estética, editase de un modo tan feo y descuidado. Las librerías del Chiado eran un monumento al más gusto en la mayoría de las ocasiones y había que rebuscar entre los estantes de los alfarrabistas algo verdaderamente bello. Pero, de unos años a esta parte, eso ha cambiado de modo radical. El pasado puente de diciembre me dejé caer de nuevo por las librerías lisboetas y me quedé totalmente enamorado de muchos de los libros que allí encontré. Entre ellos los de la recién nacida editorial Minotauro, un sello de Edições 70 que dirige Antonio Sáez Delgado y que se dedica a difundir autores de la literatura española. Los títulos del lanzamiento, como puede observar cualquier lector hablan muy bien de la dirección elegida. Chirbes, Julián Rodríguez, Pombo y Tusquets. Los siguientes autores editados allá han sido Gopegui y Fontana. Nada que objetar en lo tocante a la calidad de los títulos. Pero, ¿y los libros, como tales?

Pues los libros son preciosos, desde luego, como puede observarse en las fotos. Y más aún cuando se tienen entre las manos. Yo, incluso, no dudé en hacerme con un ejemplar pese a que esos libros los tengo en español. Porque, ¿quién puede sustraerse al placer de tener entre las manos un buen libro? Algo así han debido pensar los miembros del jurado de los European Design Awards para entregar la Mellada de Plata -advierto desde ya que no han entregado ninguna de oro- al diseño de cubiertas de la editorial Minotauro. El diseño es de Ana Boavida y João Bicker para la empresa FBA.–Ferrand, Bicker & Associados. Además de agradecer la decantada apuesta de Edições 70 por el buen diseño, cualquier lector con un poco de buen gusto caerá rendido a los pies de estos ejemplares. Querrá tenerlos entre las manos e, incluso, exhibirlos en la mesa de café del salón para que las visitas aprecien el buen gusto del anfitrión.

01 junio 2010

Cuento norteamericano contemporáneo

En un mundillo como el literario, donde los egos tanto abundan, es doblemente interesante la labor que algunos colectivos están llevando a cabo. Hermano Cerdo es, sin duda, uno de los proyectos más interesantes que se pueden encontrar hoy. Porque, entre otras ocupaciones, tiene verdadero interés en la traducción, una traducción no remunerada y, precisamente por eso, hecha con todo el cariño del mundo. Después de casi un año sin actualizaciones han dado a luz el número 24, que es una generosísima muestra del Cuento norteamerciano contemporáneo. Y lo más relevante es la humildad con la que dicha selección se presenta: no pretende ser un escaparate de lo más representativo, ni de tendencia alguna, sino tan sólo la deriva que las lecturas y la amistad ha ido construyendo a lo largo del tiempo. Un recorrido sorprendente y más que interesante, muy alejado de los tópicos que sobre la literatura de aquellas tierras nos hemos hecho.
Verdaderamente recomendable, como todo lo que viene de Hermano Cerdo. No sé cómo siguen leyendo esto en vez de haber usado el enlace para leer los once cuentos.
La imagen es de Blackaller, que ha realizado las ilustraciones del especial